Hace 3 años iniciamos Alimenta la Solidaridad en La Vega, en el municipio Libertador. En nuestro trabajo por la convivencia con el Movimiento Caracas Mi Convive, veníamos alertando sobre la crisis alimentaria que se agudizaba sobre todo en los sectores más vulnerables de nuestra población.
Fue en una actividad de cine al aire libre en El Polvorín en la que una niña llegó hasta el grupo con el que estábamos trabajando para pedirnos algo de comer. Se llamaba Fabiola. Tenía seis años, estaba sola y nos relató que llevaba todo el día sin probar bocado y su madre la había mandado a la calle a buscar alimento.
Este hecho nos afectó a todos de manera profunda. Los testimonios de líderes locales e integrantes de la comunidad relataban el surgimiento de una emergencia que afectaba directamente a las familias y en especial a la población infantil. Fue el punto de partida para organizarnos, junto con la comunidad y generar una respuesta que pudiese articularse desde los valores convivenciales y hacer frente a esta amenaza inminente.
Comenzamos con una serie de sancochos comunitarios para luego iniciar un programa de almuerzos para niños en el sector de Las Casitas, durante el periodo vacacional. Queríamos mantener el apoyo que los comedores escolares significan para las familias durante los dos meses de receso.
Ante el recrudecimiento de la crisis se hizo imperante la necesidad de mantener y ampliar el programa. Sobre las bases de la cooperación y corresponsabilidad de beneficiados, comunidad y diversos actores sociales se generó un modelo efectivo y sustentable que pudiese ser reproducible.
De esta manera diseñamos con el apoyo de nutricionistas un almuerzo completo, que pudiese prepararse con los insumos disponibles y establecimos un modelo de comedores autogestionables. Desde centros educativos, hasta áreas comunes, pasando por las mismas casas de algunos de los participantes, fueron adecuadas por las mismas comunidades en las que funciona Alimenta La Solidaridad.
Empezamos en el municipio Libertador para luego abrir comedores en Petare, el estado Miranda, Vargas y Anzoátegui, entre otros. Hoy en día más de 8.600 niños participan en el programa y ya hemos servido más de millón y medio de platos. Alimenta La Solidaridad ha evolucionado y el programa ha desarrollado talleres de capacitación dictados por profesionales como el chef Francisco Abenante, por ejemplo.
Hemos desarrollado los emprendimientos Sustento, un servicio de comidas llevado por madres pertenecientes a Alimenta La Solidaridad y el Hallacazo, activo durante las fiestas navideñas. Estos emprendimientos generan fuentes de trabajo y desarrollo, así como aportes económicos para sostener a los comedores.
Los mismos comedores representan un punto de encuentro de la comunidad. Refuerzan vínculos entre sus miembros y los relacionan con diferentes actores sociales.
Hoy vamos rumbo a los 100 comedores operativos en todo el país. Un logro que se da en medio de la actual emergencia compleja que padecemos gracias al esfuerzo y la tenacidad de madres, lideres, vecinos y voluntarios. Al compromiso y solidaridad de proveedores que cultivan y producen insumos, transportan y almacenan. A la articulación con organizaciones y sector privado. Al aporte de donantes dentro y fuera de Venezuela y el apoyo de representantes de la comunidad internacional.
En esta hora oscura que vivimos, en la que un régimen dictatorial destruye las condiciones de vida de la población con el objetivo de mantenerse en el poder, Alimenta La Solidaridad representa la validez y la fuerza del espíritu solidario y convivencial venezolano. Manifiesta nuestro aspecto más luminoso y elevado, de encuentro y desarrollo.
Es ese espíritu el que hoy debe fortalecernos para enfrentar la adversidad y generar un cambio. Un afán transformador y positivo que nos permita no solo atravesar la tragedia sino salir fortalecidos y mejores de ella.
Estos 100 comedores de Alimenta La Solidaridad representan una posibilidad de esperanza. Son el triunfo de la voluntad, la honestidad y el encuentro por sobre la destrucción, crueldad y colapso al que el actual régimen nos arrastra.
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