Aprovechamos que la efeméride del desembarco en Europa coincide con la fecha en que se publica nuestra columna para decir unas breves palabras al respecto. El día D (6 de junio de 1944) aceleró el término de la Segunda Guerra Mundial con la liberación del Occidente de Europa y la reducción de la resistencia alemana en el frente oriental ante el avance soviético. Y muy probablemente impidió que la “cortina de hierro” no avanzara más allá de Europa oriental una vez iniciada la guerra fría. El comandante supremo de las fuerzas aliadas occidentales en Europa y que organizó el desembarco, el general de cinco estrellas Dwight David “Ike” Eisenhower (1890-1969), la llamó “la Gran Cruzada” en su mensaje a todos los combatientes, y agregó además: “Los ojos del mundo están sobre vosotros. Las esperanzas y oraciones de las personas amantes de la libertad en todas partes marchan con vosotros. En compañía de nuestros valientes aliados y compañeros de armas en otros frentes, conseguiréis destruir la maquinaria de guerra alemana, la eliminación de la tiranía nazi sobre los pueblos oprimidos de Europa y seguridad para nosotros mismos en un mundo libre”.
Su referencia a la palabra “cruzada” trató no solo de relacionarla con una meta trascendente en lo religioso, sino también en lo que respecta a los valores democráticos y libres de Occidente tal como agrega en su mensaje. Era una guerra justa porque buscaba eliminar la peor tiranía que había conocido la humanidad: la tiranía totalitaria nazi, contra la cual no existía ningún otro recurso que el militar para detener sus agresiones y amenazas de dominio mundial. Ese sistema había controlado el continente europeo con toda su potencialidad, y entonces Estados Unidos –como el gran “arsenal de la democracia” (Franklin D. Roosevelt dixit)– lideraba su liberación.
De niño me hice aficionado a las películas sobre la Segunda Guerra Mundial y en la adolescencia “devoré” montones de libros sobre el tema ¡y sigo haciéndolo! Muy probablemente todo ello me llevó a la pasión por la historia que nunca he dejado de tener y alimentar. Pero el mayor aporte que me han ofrecido las narraciones bélicas de ese período es el coraje que demostraron millones de personas para sobrevivir y vencer el mal representado en regímenes y en ideologías inhumanas. Es por ello que esta fecha siempre la conmemoro de alguna manera, para honrar a todos esos héroes que nos enseñaron el supremo valor de la libertad y la forma de vida que la protege y hace prosperar: la democracia liberal.
Gracias a Dios un día pude “peregrinar” a esos lugares históricos. La sensación y las vivencias fueron indescriptibles, en especial al estar en las playas del desembarco donde recogí y guardé un poco de arena cual preciada reliquia. Caminé entre esas cruces y lápidas alineadas de tantos jóvenes que ofrecieron la vida porque en cualquier rincón del mundo siempre se recuerde y valore el bien de la libertad. ¿Qué tenemos que decir y vivir los venezolanos ante estos hechos? Repetirnos una y mil veces que no somos ajenos a la construcción de los sistemas donde los derechos humanos prevalezcan. Pero también conocer quiénes son nuestros verdaderos amigos en esta lucha, quiénes son nuestros aliados. No desesperemos, no estamos solos.
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