No pudieron las trampas, las violaciones de la ley y de la Constitución; las amenazas, las dificultades creadas ex profeso por el ministerio de asuntos electorales del gobierno para desacelerar su estrepitosa caída. Atrás quedan las campañas desmotivadoras del G2 cubano, lamentablemente acompañadas por voceros opositores, dirigidas a impedir la mayor demostración de resistencia de un pueblo, profundamente comprometido con la democracia y usando la más cívica de las armas: el voto.
No comparto la afirmación que dice que “el pueblo no se equivoca”. Claro que yerra algunas veces. De eso, los venezolanos “tenemos un ovillo”. Pero ahora acertó, y mayoritariamente. Estas elecciones de gobernadores nos demuestran las diversas formas, motivaciones y mensajes implícitos que puede tener la manifestación de voluntad del electorado. Algunos lo hacen por consciencia, otros como castigo, por apostar a ganador o por protestar democráticamente.
Solo un ganador: el pueblo venezolano. Un gran paso para recuperar nuestro futuro. Porvenir que ahora reposa en nuestras manos, mentes y voces. En fin, una mayoría ciudadana movilizada espontáneamente.
Ya sabíamos que frente a una votación masiva de nada valdrían las marramuncias del régimen para condicionar o trampear a su favor los resultados. Ya escapan esos resultados de retrasos y adelantos de convocatorias, cronogramas manipulados, eliminaciones de centros de votación; de sentencias e interpretaciones violatorias de la ley, por quienes tienen el deber de garantizar su incolumidad. De la bochornosa parcialización de quienes están llamados a proteger a la ciudadanía y la expresión de su voluntad mayoritaria.
Hemos dado un paso, pero un inmenso paso, cuyas consecuencias pasan, en primer lugar, con la deslegitimación del régimen. En segundo lugar, y al no alcanzar los supuestos 8 millones de votos a favor de los candidatos oficialistas, más espurio se vuelve ese inútil parapeto de la constituyente chimba castro-madurista.
Nos vienen otros retos. Quiera Dios que su resolución sea a través de los mecanismos democráticos, civiles y pacíficos. De lo que sí estamos seguros, comprometidos y ansiosos, es querer salir del insoportable y desastroso caos en que se encuentra sumergida Venezuela.
Definitivamente ya es un triunfo haber vencido la apatía y el pesimismo, que solo ejerciendo nuestro derecho es como se defiende la democracia. Que la democracia existirá en la medida en que no renunciemos a ella. Además de avizorar los próximos escenarios, ya que está elección, que al momento de escribir se está desarrollando (las regionales), es solo la primera batalla de muchas que tendremos que librar. Hay que exigir que convoquen las municipales, las legislativas (separadas ilegalmente) por el régimen y las presidenciales; en fin, es un periodo decisivo hacia el cambio que estamos construyendo paso a paso.
Este es uno más en ese camino a lo que será el fin del caos general en el que nos sumergió esta mal llamada revolución, que durante dos décadas nos hundió como país.
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