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Guerra es guerra

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La asfixia a que ha estado sometida por años la prensa libre en Venezuela por parte del gobierno totalitario de Nicolás Maduro y la acción tiránica de la cúpula “revolucionaria” ha provocado una avidez extrema de noticias de todo género de parte de la población. No es para menos, porque lo que está en juego, que es el rescate de las libertades y la posibilidad de la reconstrucción del país en todos los terrenos, no es una tarea de poca monta.

Cada día se suman más venezolanos a las redes digitales y a las herramientas que estas ofrecen para ir en busca de datos sobre lo que está ocurriendo en las calles de país, para encontrar un norte en las estrategias que se traza la oposición, para avistar lo que el gobierno pueda estar estableciendo como camino para perpetuarse en el poder, para indagar sobre el ambiente en los medios militares que lo sostienen, para hacer propuestas novedosas y para informarse en torno a las desgracias  y tropelías que acechan a esa población que manifiesta en las calles cada día.

Ni hablar de la situación de confusión en que se encuentran los medios externos a nuestras fronteras para poder establecer la verdad y las razones de las cosas en nuestro país, dentro del afán de todo periodista serio de mantenerse apegado a la realidad de los hechos.

Es así como estamos haciendo hoy frente a un desbordamiento digital informativo desordenado, tendencioso, bien o mal intencionado de noticias y opiniones públicas y privadas. Al lado de ellos ha crecido una avalancha de chismes, de anécdotas, de inventos malsanos, de verdades tergiversadas, crueles y macabras sobre todo lo que ocurre y que tiene su origen en cualquiera de los dos lados de la ecuación de esta guerra que vive el país. Es que guerra es guerra, dicen unos y otros.

¿Como distinguir lo veraz de lo truculento en un ambiente en el que todo se ha vuelto posible, desde la distorsión de las palabras hasta la fabricación de imágenes falaces?  Se ha convertido en un dolor de cabeza entresacar la verdad de las cosas para orientarse uno mismo en sus propias actuaciones y pensamientos. No hay sino que imaginarse al periodista de los medios extranjeros cuando se topa con una miríada de hechos mal o tendenciosamente  reseñados, noticias desubicadas del momento en que ocurrieron o mentiras puras y simples.

Ponerle fin a este marasmo –que es culpa de tirios pero también de troyanos– es importantísimo para quienes desean efectuar un aporte positivo a la evolución de la dinámica que nos ayudará a salir del abismo en que han metido al país quienes nos gobiernan. Ordenar el juego de lo digital y de las redes sociales para intentar presentar una cara veraz de lo que nos ocurre ante la prensa mundial, la que nos observa con una avidez superlativa, es una prioridad por el papel vital que lo externo está llamado a aportar a las soluciones que buscamos. Sí es preciso reconocer que algunos intentos se han hecho por contar con canales veraces de información a través de estas redes, pero los resultados han sido magros.

Hacer un alto en esta guerra informativa que nos ahoga para encontrar una vía de presentarles a los interesados la verdad de los hechos es una tarea titánica pero indispensable si queremos llevar a buen puerto este enfrentamiento de ideas que cada día está dejando más muertos en las calles. Lo primero, quizá, es comenzar por deslastrarnos en lo individual de la actitud enfermiza de buscar y de replicar ad infinitum todo lo que entra por el celular o por los canales de internet. Hay que entrenarse en reconocer todo aquello que no tenga visos de veracidad, endetectar los hechos falaces aunque provengan de nuestros más allegados, en abandonar el morbo por lo trágico – que por supuesto está presente en cada esquina–. Es preciso también pedir a nuestros líderes un esfuerzo adicional, inteligente y sostenido por ordenar el juego informativo para no convertirnos en presa  de las barbaridades que se urden entre las filas del gobierno.

No olvidemos un instante que para quienes están echando el resto – cubanos y venezolanos– por mantenerse con los privilegios del poder y desesperados por evitar los juicios que contra ellos se están armando en cada recodo del planeta, desinformar adentro y fuera del país es una estrategia válida y eficiente. 

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