COLUMNISTA

Guaidó y Guaidó

por Fernando Rodríguez Fernando Rodríguez

Tal ha sido la inesperada y portentosa actuación de Juan Guaidó en estos últimos meses, y ha calado tan firmemente en las mayorías venezolanas y el entorno internacional democrático, que hasta ahora, hasta este jueves 4, un gobierno lleno de generales sin ley, matones tarifados y un poder “moral” a su mandar no ha podido anularlo, a pesar de sus desafíos extremos y su frontal presencia. Lo acosan, ciertamente, lo último es esa especie de allanamiento tartamudo de su inmunidad parlamentaria por la constituyente, que se suma a estrafalarias acusaciones judiciales, a la prisión de su jefe de gabinete, el asedio a la familia, las lacrimógenas y los disparos de días pasados… pero allí sigue, presidente interino, respondiendo con un valor y una serenidad encomiables, y nos seguimos preguntando por qué un gobierno despótico no lo anula. Aunque la respuesta pareciera estar en la premisa señalada; porque se armaría las de san Quintín, aquí y en Japón y sobre todo en Estados Unidos y en casi toda América y Europa y, no lo dude, en esa mayoría de venezolanos que lo han hecho la encarnación de la esperanza, asuntos del carisma, retribución a la hidalguía.

La decisión de la asamblea constituyente ciertamente parece un paso adelante significativo en ese asedio al presidente interino. Poco importa que la tal asamblea sea, probablemente, la mayor y más descarada violación nacional no solo de la Constitución, sino de la mínima decencia política. Un engendro fascista que solo ha servido de servil mandadero de la tiranía, que tiene el poder fáctico de las bayonetas y los sicarios. Así que no hay que menospreciar sus desafueros, ni siquiera el “¡paredón, paredón…!”.

Por otra parte, la carta sobre la mesa, así sea la última, de una posible intervención internacional en el país parece estarse disipando crecientemente, ni siquiera los chicos rudos de Trump hablan de esa desleída posibilidad. El resto de naciones solidarias, para empezar las muy solidarias del Grupo de Lima, la han negado tajantemente. Refiero esto para diluir el argumento de que esa posible reacción fuese una muy convincente razón de que un gobierno despótico no se atreviese con semejante negador, por temor a la represalia bélica. Si así fuese esperemos que lo pueda preservar ese conjunto que al menos reaccionaría con firmeza e ira –hay sanciones que sacan sangre– ante el atropello de un fenómeno de liderazgo excepcional.

La oposición debe darle prioridad a la tarea de preservar ese hoy imprescindible elemento cohesionador y orientador. Henrique Capriles dijo, atinadamente, poco más o menos, que había que apoyar a Guaidó porque sin él nos envainábamos todos. Y al parecer la siempre inestable unidad opositora, hoy más cohesionada que nunca, lo es por un líder consensual más que por razones ideológicas u otras.

Por supuesto que nada de esto implica no tener una actitud crítica ante las acciones que se emprendan, antes por el contrario, una dirigencia fuerte lo permite y lo invoca. Por lo demás nadie cree que las líneas estratégicas son solo obra suya, aunque él las matice y potencie, es bastante público que son en alguna medida colectivas, a lo que hay que agregar la inocultable mundialización de nuestra tragedia. Hasta ahora estas directrices van para mejor, aunque no vayamos tan bien como decimos. Errores como la parada, en el fondo torpemente militarista, de la batalla de Cúcuta, reivindicado por la espectacular vuelta a la patria del “autoproclamado”, no deberían repetirse. Y no lo digo por llover sobre mojado, hasta Guaidó ha reconocido ese paso en falso, sino en función de gestas programadas que no aparecen todavía nada claras, como la toma de Miraflores o el uso del artículo 187, tan cacareado, que, repetimos, no solo ha perdido poder de convocatoria en los posibles invitados, sino que su interpretación jurídica como potestad para propiciar invasiones suena bastante forzada.

Sigo siendo optimista al mirar la situación actual, sobre todo si recuerdo el inmediato pasado de nuestro movimiento opositor, por la evidente pudrición del gobierno en todos los ámbitos. Y por la presencia de una dirección y algunas líneas estratégicas que han reactivado la esperanza de millones y la admiración planetaria. Esto último tenemos que defenderlo, con todas las cartas.