No hay que alarmarse, todo está excesivamente normal en el norte de Suramérica. Todos los días es el mismo día. Nuestra existencia es una completa sensación de malos entendidos. La hiperinflación, la devaluación, la escasez, las migraciones, el deterioro del país, todo es una ilusión, una mala apreciación de nuestra realidad. Solo hay que asumir que estamos inmersos en socialismo, real, casto y verdadero, el único posible.
Somos una nación donde las posturas de gallina (huevos) determinan el destino del cono monetario, donde se desarrolla una épica batalla, en la cual siempre el billete de más alta denominación sale derrotado.
Que desde 1999 se han dedicado a mantener a los ciudadanos en la pobreza, no solo material, sino intelectual, para dar pie a una generación de ilusos que no ven más allá de satisfacer sus necesidades básicas, sin derecho de pensar ni cuestionar la existencia que les toca vivir.
Sin importar si estudias, te esfuerzas y tratas de mejorar tu entorno, todos somos iguales. El mérito es inmerecido, el trabajo es innecesario para el desarrollo personal, lo que vale es que el gobierno tiene la obligación de ayudar, con sus bonos, cajas de comida y por ser venezolanos merecemos que nos las den.
Porque ser rico es malo, ya que los millonarios son ladrones y explotadores de la raza humana. Para ser dignos hay que seguir en la miseria. Poseer una casa, carro o alguna señal de opulencia, eso no se puede, va en contra de los deseos de los jerarcas socialistas, ya que nadie puede demostrar ser más acaudalado que un enchufado.
No vale otro pensamiento que no provenga de la izquierda, porque representa progreso, igualdad e imparcialidad. Las demás formas de pensar es fascismo puro. Solo en socialismo se podrá construir un Estado todopoderoso, porque encarna el espíritu del pueblo. Nuestros connacionales no deben preocuparse, porque el poder estará representado a través de un partido único para que todos pensemos igual, hablemos igual, ganemos igual y nos vistamos igual.
No debemos olvidar que esta revolución es pacífica, pero armada, en la que el castigo, la discriminación, el acoso, la persecución y el encarcelamiento mantendrán a raya a los enemigos del pueblo y la propaganda difundida a través del sistema de medios de comunicación social públicos ayudará a transmitir las ideas, que no es otra que alcanzar la máxima felicidad de la población.
Para ello, llegó al ruedo político el comandante eterno que luego de su partida se sembró en el alma de los venezolanos, ya que su actuar siempre lo situó por encima de los hombres comunes. Su liderazgo representó nuestro mesías que ha logrado conducirnos con éxito al mar de la felicidad.
Lo que vale es construir una generación de acomplejados, porque ser revolucionario, bolivariano y chavista los sitúan arriba de la esencia humana, asumir una posición contraria es ser apátrida y golpista, no representa los intereses del pueblo.
Hay que incentivar las diferencias; el resentimiento es la mejor arma para seguir creciendo en la ignorancia, es la única manera que grupos minoritarios puedan alcanzar el poder y solo así, someter a sus designios a una nación entera.
Lo que importa es debilitar al pueblo, convertirlo en dependiente de las dádivas del gobierno, fabricar esa burbuja para colocar en ella la mentira, la falsedad y la burla, porque lo que vale es ablandar la voluntad del venezolano.
No debemos engañarnos; después de tantos años estos revolucionarios nunca tuvieron un proyecto de país, sino un plan de hacerse con el poder y así eternizarse en el mismo vendiendo mentiras como si fueran verdades.
Nunca han demostrado miedo, culpa y vergüenza, porque se consideran intocables; han incentivado la crisis y se amparan en la ignorancia para seguir confundiendo, porque es y será su mayor ventaja. La sociedad venezolana ha perdido el vínculo con la verdad y esta se ha vuelto débil, casi irrelevante, y la mentira ha disfrutado de una mayor capacidad de difusión, su triunfo ha derrotado a la libertad, transformándonos en una sociedad de esclavos.
¿Qué es lo que les queda ahora? Seguir vendiendo sueños que se convertirán a la larga en pesadillas; continuar fabricando ilusiones que se transformarán en espejismos; insistir ocultando la verdad, a pesar de que las evidencias los contradigan. Casi 20 años de revolución bonita que se han desfigurado en cerca de dos décadas perdidas. Con una generación de ilusos compuesta por analfabetas funcionales, que lo único que piensan es gritar consignas y convertir en dogmas canciones de protesta. Necesario es seguir manipulando a través de su hegemonía comunicacional, para venderle al venezolano lo más preciado: la esperanza.