“La ciudadanía es el derecho a tener derechos.” Hannah Arendt
Una vez más el genio rutilante del dictador emerge ostentoso para continuar su marcha hacia el desastre nacional. No nos referimos al aumento o sinceración del precio de la gasolina, pero podría ser de la electricidad, el agua, telefonía, etc., por referirme a servicios básicos que tendría que hacerse en cualquier programa de saneamiento económico y de finanzas públicas, sino en el espíritu corrupto y demagógico con que se planifican y se dice se implementarán.
Difícilmente, comencemos por allí, haya un país en esta galaxia, y valga la hipérbole, cuyos precios de los servicios sean más bajos, y a todas luces inferiores a los costos de generación y producción como en Venezuela. Siendo así, es explicable que los entes encargados, públicos y privados, experimenten un fiasco patrimonial consecuente y reiterado. Claro que el Estado chavista, previamente estatizó casi todo y concentró igualmente con un severo y caprichoso control de precios la dinámica económica en sus decisiones y políticas.
Cuando se colocaban ingentes cantidades de crudo a precios jamás vistos, se podía aventurar, y eso hizo el supino chavismo, entretenido en una invención acorde con su vanidad y ostentación, y despojado del más elemental apoyo en sapiencia, conocimientos y mesura. El socialismo del siglo XXI logró la extraordinaria ruindad del país que tenía las mejores condiciones macroeconómicas de América Latina. Una mezcla de ignorancia, de soberbia e ineptitud alumbró el más exuberante y grosero fracaso que se haya cuantificado.
Lo más grave, sin embargo, es la ausencia de escrúpulos y de responsabilidad. No se dan por enterados de las resultas de persistentes errores, omisiones y fallas acumulándose en el historial de estas dos décadas de pandemónium populista, militarista, ideologista, entreguista, sino que se atornillan en el poder al costo de sacrificar la institucionalidad, inclusive. ¿Cómo puede salir ileso un país al que se le apuñala de esa manera?
Douglas North lo anticipó al advertir la importancia de la calidad de la institucionalidad, su longevidad, su gravitación para el desarrollo económico y social de un país, pero la estulticia y el envilecimiento de los acomplejados, rencorosos y resentidos chavistas no tiene límites.
Ante la evidencia innegable y estridente del naufragio del ensayo chavista, en lugar de irse o, al menos, de asumir los costos y beneficios de una profunda revisión de políticas y del modelo mismo, los imitadores del difunto se atrincheran y juegan, cual aprendiz de brujo, a la creación de respuestas a las interrogantes o a las falencias y calamidades, valiéndose de la enajenación, de la alienación, de la farsa populachera a la postre y en realidad, segregacionista y marginadora.
En efecto, dividir la sociedad entre buenos y malos te ofrece un campo y simplifica tu discurso. La estrategia no es novedad, solo que tropieza con los principios que nutren los valores democráticos y republicanos, los derechos humanos y ciudadanos. Desde el inicio, el deletéreo comandante enseñó que apartar a unos, disidentes, críticos, opositores, de los beneficios e, incluso, del tratamiento igualitario básico era la posición estratégica del proceso revolucionario, y se cuentan por centenares las acciones y conductas discriminatorias que van de listas para trabajar o no hacerlo, invertir, contratar, disfrutar de programas de apariencia social (misiones) en que se concreta el menosprecio o la negación para unos y el favor para otros. Mismo sonido de campana en educación, salud, seguridad, entre varias más.
Una de las calamidades con que tropieza a diario el ciudadano común es el transporte y ello a pesar de la casi gratuidad del combustible. Pudieran abordar ese problema con diversas aportaciones que eduquen la oferta y la demanda del servicio, pero pretenden copiar algunas experiencias desde otros países como Irán, solo que no pueden perder la ocasión de pervertirlo y entresacarle alguna racionalidad empapada de su purulenta ideologización.
Así pues, ciudadanos de primera y otros de segunda o sin derechos más bien. Recubierto el ademán con la infaltable demagogia y una mecánica cómoda para instalar otra centrífuga de bachaqueros y habilidosos de uniforme medrando y fugándose con nuevas prebendas.
En el año del segundo centenario de Marx, sin pretensiones ni atrevimientos, se puede afirmar que la búsqueda del hombre nuevo conduce inexorablemente a la condena, persecución y victimización del hombre libre y del ciudadano por supuesto.
@nchittylaroche