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Fútbol y política

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El fútbol se juega con los pies, pero se piensa con la cabeza, es frase que sintetiza lo que explicaba el legendario jugador Johan Cruyff. Para vencer, el jugador debe estar en el lugar y el momento oportunos y, sobre todo, debe lograr conectar sus pensamientos con sus pies.

El sentido de equipo, la posibilidad de jugar de forma armónica con otros, es fundamental. Por mucho talento que se posea, si no se sabe actuar con el resto de equipo, si el ego impide hacer el juego colectivo, desaparecen las posibilidades de éxito. El objetivo de todos es clavar el balón en el arco del contrincante. Todo equipo se armoniza en función de ese objetivo con una estrategia común y con el pensamiento claro para armar las jugadas.

Algo distinto a lo que exige el fútbol sucede en la oposición venezolana. La falta de unidad ha impedido encontrar el camino a la libertad. No hay duda de que todos buscan el mismo objetivo: recuperar la democracia. Sin embargo, eso no ha sido posible en vista de que cada cual tiene su propia idea sobre la acción política, y el interés propio impide jugar en equipo. Mientras se mantenga este desorden político, será muy difícil recuperar la libertad.

Asimismo, se necesita de un liderazgo de un capitán como en el fútbol que dirija el juego. En un partido con multitud de capitanes, la faena de hacer un gol se convierte en una ilusión imposible. Se necesita alguien que sepa orientar la defensiva y los ataques, y combinar ambas tácticas con orden e inteligencia. En algunos momentos cruciales de nuestra historia, la unidad y el sentido de equipo del liderazgo político contribuyó a vencer obstáculos y a alcanzar los objetivos. Me voy a referir a tres de esos momentos.

El primero ocurrió con la élite intelectual de 1810, la cual inició el constitucionalismo venezolano. En este grupo destacan Juan Germán Roscio, Francisco Javier Ustáriz y otros prominentes líderes civiles. De haber actuado con agenda propia no habrían logrado el inicio de la independencia. Esto fue obra del liderazgo civil y el compromiso con el cual actuaron, antes del nacimiento del militarismo en Venezuela, cuya historia comienza cuando concluye la Guerra de Independencia.

El segundo momento estelar ocurrió con la muerte del general Juan Vicente Gómez. Su primo, Eustoquio Gómez, venía preparándose para tomar el poder, lo que pretendió hacer entre el 17 y 18 de diciembre de 1935. Pero se topó con la sabiduría y el coraje del jefe militar más culto de la época: Eleazar López Contreras. De inmediato se inició el camino a la libertad, que se consolidó luego de la multitudinaria marcha del 14 de febrero de 1936, la cual fue encabezada por el rector de la Universidad Central de Venezuela, Francisco Antonio Rísquez. En esta manifestación brilló el verbo enérgico de Jóvito Villalba, uno de los más importantes tribunos de nuestra historia política. De inmediato, se inicia una transición hacia la apertura política. Detrás de la rigidez anatómica del general López Contreras, había flexibilidad intelectual y vocación democrática.

El tercer ejemplo lo constituye la transición a la democracia, luego del derrocamiento del dictador Marcos Pérez Jiménez. El liderazgo de Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y Jóvito Villalba, así como el Pacto de Puntofijo fueron determinantes para la estabilidad política. Este acuerdo se rompe con la salida de Unión Republicana Democrática, cuando Betancourt apoya la expulsión de Cuba de la OEA. Sin embargo, siguió funcionando de hecho para sostener los gobiernos civiles. Cuando el pacto civil dejó de funcionar, se agrietó la democracia y regresó el militarismo.

Es importante reiterar la necesidad de un liderazgo de la oposición que la unifique y oriente, porque la anarquía es garantía de fracaso. La victoria que se busca es la del país y no hay espacio para satisfacer egos. Se requiere actuar como un buen equipo de fútbol donde no es posible que cada cual tenga un juego propio: el sentido de unidad debe prevalecer para lograr el objetivo común. De no hacerlo estaremos condenados a vivir bajo el manto del totalitarismo.

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