COLUMNISTA

Fuerza Armada y transición política

por Fernando Ochoa Antich Fernando Ochoa Antich

Ricardo Hausmann publicó un  artículo titulado “El día D para Venezuela”, cuyo contenido ha llamado poderosamente la atención de la opinión pública venezolana y de importantes factores internacionales. En ese artículo describe, de manera descarnada, lo que significa para las futuras generaciones la destrucción de nuestra economía y sus trágicos efectos sociales. De inmediato resalta un aspecto político fundamental: “Muchos observadores externos creen que el gobierno perderá poder a medida que la economía siga empeorando. Sin embargo, la oposición política organizada está en una posición de mayor debilidad que en julio, a pesar de la crisis y del masivo apoyo diplomático internacional”. Su convencimiento de que nuestro pueblo enfrenta una dictadura de naturaleza militar, lo conduce a rechazar por “inviables, imprácticas o inaceptables” las dos posibles alternativas de solución de la crisis venezolana existentes, actualmente, en la conciencia nacional: la derrota electoral del régimen madurista o un posible derrocamiento a través de un golpe militar.

Esta realidad lo conduce a concluir su tesis de la siguiente manera: “Si se trata de soluciones, por qué no considerar la siguiente: la Asamblea Nacional podría destituir a Maduro y a su vicepresidente Tareck el Aissami. Dado este vacío de poder, la Asamblea nombraría, de forma constitucional, a un nuevo gobierno, el que a su vez podría solicitar asistencia militar a una coalición de países amigos, entre ellos, latinoamericanos, norteamericanos y europeos. Esta fuerza liberaría a Venezuela de la misma forma en que canadienses, australianos, británicos y estadounidenses liberaron a Europa en 1944-1945. Más cerca de casa, esto sería semejante a la liberación de Panamá de la opresión de Manuel Noriega por parte de Estados Unidos, la que marcó el inicio de la democracia y del crecimiento económico más rápido de América Latina”.         

No estoy de acuerdo con su posición. Creo que todavía existe un suficiente espacio de maniobra para tratar de encontrar este año alguna solución a la crisis venezolana para evitar un estallido de violencia o una intervención militar multilateral que pueda generar traumas en un amplio sector de la población, aunque esta sea solicitada por la Asamblea Nacional, representante de la voluntad popular. Lo que sí queda claro es que esta idea puede estar tomando fuerza en los centros de poder internacional. Esta creciente amenaza debe ser punto de reflexión para los mandos militares. Es necesario, antes que nada, determinar las reales causas que han conducido a Venezuela a transformarse en un grave problema que amenaza la estabilidad regional e intereses vitales de Estados Unidos, Canadá y Europa.

La política exterior, diseñada por Hugo Chávez y continuada por Nicolás Maduro, ha tenido siempre objetivos de mayor alcance a los que debe tener Venezuela, una potencia media, solo en el ámbito de América Latina. Esa exagerada valoración de nuestra fortaleza internacional condujo, desde el propio inicio del régimen chavista, a adoptar actitudes imprudentes que han llevado al gobierno venezolano a tener que asumir posiciones parciales en conflictos ajenos a los propios intereses nacionales. Esta circunstancia ha venido aislando a Venezuela del ámbito regional. Un aspecto inconveniente en sí mismo es su permanente e innecesario enfrentamiento con Estados Unidos, obviando su importancia como nuestro principal mercado petrolero y socio comercial. Estas tensiones se han venido agravando como consecuencia de la crisis política, económica y social venezolana.          

Uno de los aspectos más desacertados de esa política exterior han sido las estrechas alianzas establecidas con Cuba, Rusia y China. En el caso de Cuba, la subordinación ideológica ha llegado a tal extremo que al fidelismo se le permite intervenir en nuestros asuntos internos, en franca violación de la soberanía nacional. Las vinculaciones con Rusia y China son diferentes. La Rusia de Putin ha empezado a desarrollar una política internacional muy activa que busca relanzar sus intereses de gran potencia nuclear. Dos recientes e importantes retos, su actuación en Siria y su firme posición de enfrentar a la OTAN, muestran que el gobierno ruso aspira a reconstituirse en una importante amenaza para Estados Unidos y para la seguridad europea. La situación de China es distinta. Pareciera que sus intereses en la América Latina son exclusivamente comerciales.

Los mandos de la Fuerza Armada Nacional deberían analizar en profundidad las muy difíciles circunstancias políticas, económicas y sociales que enfrenta actualmente Venezuela y evaluar con prudencia y realismo las presiones internacionales que han empezado a surgir como consecuencia de esta grave crisis nacional. La situación interna es cada día más grave. Nuestra economía está totalmente paralizada, llegando al extremo de que la propia producción petrolera ha caído en 350.000 barriles diarios. El riesgo de que Venezuela sea declarada totalmente en default es una realidad. La desesperación y la frustración que causan el hambre y la muerte por falta de medicinas comienzan a transformarse en violencia. Ante el silencio del Banco Central, la Asamblea Nacional estableció una tímida cifra de inflación de 536% para el año 2017. Los servicios públicos están colapsados, el crimen organizado y la corrupción campean libremente y pare usted de contar.

Esta dolorosa realidad la conocen perfectamente bien los miembros de la Fuerza Armada Nacional y deben entender también, que la única solución posible, para ponerle fin a esta tragedia, es que el gobierno nacional y la oposición democrática alcancen un trascendente acuerdo político en las negociaciones de Santo Domingo, que garantice una elección presidencial transparente, justa y equitativa, que permita el necesario cambio político y la instauración de un nuevo gobierno con la suficiente legitimidad nacional e internacional para poder acometer, con eficiencia y eficacia, la solución de los acuciantes problemas que nos aquejan. Tengo depositadas mis esperanzas en estas negociaciones, aunque la actitud irresponsable de Nicolás Maduro, al provocar permanentemente a los dirigentes de la oposición, me indica que su objetivo es conducirlas al fracaso.

En caso de ocurrir esa ruptura en las negociaciones los miembros activos de nuestra institución deberían hacer oír su voz para imponer con firmeza la plena vigencia de la Constitución Nacional, repudiar su permanente violación por los representantes de los poderes públicos e insistir en la realización de unas elecciones presidenciales transparentes, justas y equitativas. Nuestra historia demuestra que la institución armada, a pesar de muchos errores cometidos, ha sabido enfrentar sus retos históricos con suficiente responsabilidad y patriotismo. En el siglo XX venezolano hubo dos transiciones políticas orientadas por las Fuerzas Armadas Nacionales que le permitieron a Venezuela superar complejas circunstancias de nuestra historia. Me refiero a las transiciones políticas de 1936 y 1958. La primera, liderada por el general en jefe Eleazar López Contreras a la muerte de Juan Vicente Gómez; la segunda, dirigida por el vicealmirante Wolfgang Larrazábal después del derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez. Esas dos excelentes actuaciones son buenos ejemplos. Apelen a sus conciencias y contribuyan a la salvación nacional.

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