No, de plano. No hubo medias tintas ni guabineo. Ni siquiera fue necesaria la consulta a Caracas. El equipo negociador enviado a Noruega por el presidente Juan Guaidó le metió el freno de mano a los representantes de Nicolás Maduro. Estos pretendieron aceptar la salida a la crisis nacional por la vía electoral, pero a su manera: convocar un referéndum para consultarle a los venezolanos si querían o no adelanto de las elecciones presidenciales, mas no la elección del presidente en sí.
Es obvio, los oficialistas necesitan tiempo para reacomodarse e intentar salir a flote, pero la oposición, esta vez liderada por la Asamblea Nacional con Guaidó a la cabeza, no cedió terreno. El cese sin demoras de la usurpación es innegociable. En el nivel de deterioro que está Venezuela y la amenaza que representa para el resto del continente, la comunidad internacional en pleno coincide en la necesidad de sacar a Maduro y a su grupito de Miraflores. La estrategia del chavismo buscaba ganar un año como mínimo, seis meses para el referéndum y seis meses más para las presidenciales, apostando al hecho que Guaidó dejaría de presidir la Asamblea Nacional los primeros días de enero e inmediatamente también dejaría de presidir el país.
Mucha alharaca se ha armado con este encuentro en el que ni siquiera las partes se vieron las caras. Y es que los venezolanos nos acostumbramos a disparar primero y preguntar después. La crítica es y ha sido nuestro hobby por excelencia, hoy exacerbado por las redes sociales y la acumulación de años y años de desconfianza. Nunca habíamos tenido una opción tan clara para salir de la tragedia chavista y seguimos siendo nuestros primeros saboteadores. A Maduro y su gente no le creemos ni el Padre Nuestro, pero basta con que disparen contra la oposición para aceptar a rajatabla todo lo que dicen y cómo lo dicen. Su manoseado guion de desesperanza inducida pareciera mantener su influencia en parte del bloque opositor.
No perdamos el foco. No nos distraigamos del objetivo. Aunque alguno que otro dirigente político intente pescar en río revuelto metiendo cizaña para generar desconfianza, no les hagamos caso. El chavismo y algunos colaboradores insisten en dividirnos para ellos mantenerse en el poder. Buscan implosionar la imperfecta unidad política que se ha creado en torno a la figura de Juan Guaidó, jugar al cansancio y obligarnos a abandonar el camino de libertad que estamos transitando.
Oportunidades como esta no volveremos a tener en el futuro cercano. Mantener unida a la oposición, tener el respaldo de la comunidad internacional, a Estados Unidos coordinando todas las acciones, al Vaticano como soporte de una decidida y frontal iglesia venezolana y a la Organización de las Naciones Unidas mostrando estadísticamente por primera vez la dantesca realidad nacional, no es cosa fácil. Aunque lo que los una, en su mayoría, sea la necesidad de sacar a Maduro y su grupito de Miraflores para mantener la paz, estabilidad y seguridad en el continente, siempre privilegiarán todas las vías de diálogo y negociación por encima de cualquier acción militar, y las conversaciones en Noruega son un ejemplo de ello. Agotar esa vía es un acto de responsabilidad porque de los movimientos militares se sabe cuándo comienzan pero no cuándo ni cómo terminan.
Amén del caos que representaría para los venezolanos que todo siguiera igual, a Guaidó es al que menos le conviene que este proceso fracase. Es intocable y protegido mientras esté al frente de Venezuela, es decir, hasta el 5 de enero de 2020 cuando deba entregar la presidencia de la Asamblea Nacional. Entonces, pasaría a ser un perseguido y quedaría relegado al exilio lo que para los políticos no resulta una buena opción, si no pregúntenle a quienes están afuera a la espera de la resolución del conflicto interno para regresar.
Insisto, las cartas están echadas. Lo lamentable de todo este proceso es que el desenlace definitivo está en manos de terceros. Por comodidad, inocencia, inconsciencia y el juego sostenido de la abstención dejamos crecer a un monstruo de mil cabezas que ahora no podemos controlar con nuestros propios recursos. Ojalá hayamos entendido la lección. Mientras tanto, no tenemos más opción que confiar y acompañar el proceso, a menos que usted tenga una mejor solución que la planteada. Juan Guaidó me lo dijo a mediados de abril y yo le creo: «Faltan dos meses, quizás menos…no nos vamos a dejar joder». Amanecerá y veremos.
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