Resulta que un tirador, un francotirador, con gran destreza dispara y destruye el corazón que quedaba del sistema eléctrico. La palabra tiene sabor a cine, aun cuando en caraqueño se usa para referirse a un “matatigres”. Implica no solo la habilidad para matar a distancia, lo hace escondido, camuflado, disfrazado. No es que la cosa sea mentira, sino que cae en un rollo, se enmadeja y se convierte en una característica del gobierno. Como si la heredad presidencial tuviera esa cualidad: un matatigres.
Se agrega a la cuenta, la letanía del “contralor” reusando la medida de “inhabilitación” ya conocida por su uso para negar derechos políticos.
Si estuviésemos en otras condiciones, fuera de esta crisis general, podría hablarse de travesura, de triquiñuela política. Pero la oportunidad y el lenguaje usado se llevan otros pedazos de lo que podría ser la seriedad de un gobierno. Si no fuera tan notorio el desastre, cabría espacio para la chanza. ¡Qué puntería la de esos tipos!
La mentira, como uso oficial, trae un gran daño que se agrega al bachaquerismo como destrozo ético.
Ese cuadro tiene que presionarnos: nos podemos acostumbrar a la tragedia. Se puede incubar una suerte de resignación, un esperar que algo suceda, que alguien resuelva. Un renacer de la petrofilia que propicia la queja y la mirada hacia los lados. Así que es justo el llamado a la calle, a la pelea, a organizarse en todo nivel y en todo sitio. Es nuestra tarea.
@perroalzao
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