Lo que nunca ha escaseado en estos años de revolución es la incoherencia en el área económica. La improvisación ha provocado una de las mayores crisis jamás vistas en el país. Como buenos socialistas la culpa de sus errores la tienen otros; que si los gringos con su política intervencionista, que si la guerra económica, que si los empresarios son especuladores, que si los bodegueros son acaparadores, en fin, para terminar en lo mismo: No hay, como respuesta, que se expresa en anaqueles vacíos y con un sueldo que no alcanza ni para comprar un cartón de huevos. Nuestra inflación, ya convertida en hiperinflación, es una de las más altas del mundo y, a la vez, es un impuesto que pagan los menos favorecidos, quienes destinan más de las dos terceras partes de sus ingresos a la compra de alimentos.
Se han esmerado en estos años en vendernos una cacareada soberanía alimentaria, importando casi 80% de lo que consumimos. Utilizan su hegemonía comunicacional para difundir mentiras como, por ejemplo, que el desempleo en el país está por debajo de 7%, cuando es público, notorio y comunicacional la paralización de la producción nacional y el quiebre de empresas, debido a los asfixiantes permisos para poder funcionar. Se ha incrementado la precariedad del empleo, reclutan trabajadores informales para engrosar sus milicias y alimentarlos con arepas socialistas.
Ha proliferado el mercado negro, desde dólares hasta harina precocida es lo que se comercia a montos muy por encima de los regulados. No hace falta ser un erudito en el área económica para saber que son los controles de precios y de cambio los que generan estos movimientos especulativos.
La maxidevaluación que se originó con el nuevo sistema de Divisas de Tipo de Cambio Complementario Flotante de Mercado (Dicom), que se pasó de 10 bolívares por dólar, ahora refleja una cotización alrededor de los 80.000 bolívares y que fuertes sobre la moneda estadounidense. Donde el salario mínimo, a pesar de los continuos aumentos, de un trabajador venezolano se encuentra en los límites de la pobreza porque gana casi 3 dólares al mes, si tomamos la tasa paralela del valor de esa divisa.
Expropiaron tierras y nacionalizaron empresas con el argumento de distribuir el poder al pueblo y lo que han generado es una corrupción grotesca y el nacimiento de una nueva casta de ricos, los boliburgueses, que piensan como Marx, mandan como Chávez y viven como Cisneros.
Han descuidado al país, en el cual se aprecian ruinas, pobreza y desidia en cualquier rincón y, a la vez, se desborda la impaciencia, la angustia y el dolor en la población. Su propósito fue y es imponer una ideología sectaria que solamente busca atornillar a este nuevo cónclave de bolivarianos en el poder. Sin tomar en cuenta que la patria es una olla de presión, que está hirviendo, usando como combustible la inseguridad, la inflación, la escasez y la represión.
Convocaron a unas elecciones para el 20 de mayo pasado, para elegir presidente de la República, y la abstención rondó los límites de lo impensable, reflejada en la ausencia casi total en los centros de votación. Nadie cree en el sistema electoral venezolano porque no se elige, solo se ratifica.
La realidad se ha convertido en una hipótesis porque hasta la verdad escasea, junto con la leche, el arroz, el azúcar, el pollo, las medicinas, el transporte público colapsado, la inseguridad, el aumento de precios de los productos, la devaluación, en fin, donde lamentablemente tenemos el presente y el futuro embargados.