No es que una suerte de geniecillo iluminado por las auroras boreales que suelen asombrar a quienes se acercan al Polo Norte tuvo la feliz ocurrencia de bajar al trópico en auxilio de los niños que se mueren diariamente y por docenas de cáncer, de inanición y abandono en el J. M. de los Ríos y otros vertederos de infancias sacrificadas a lo largo y ancho de esta Venezuela trágica usando una varita mágica como las de los cuentos de los hermanos Grimm –no olvido Der Rattenfänger von Hameln, el Cazador de Ratas de Hamelín, traducido a los libritos de cuentos de nuestra infancia como El flautista de Hamelín, un encantador pueblo medieval de la Baja Sajonia que se libró de la plaga de ratas que asolaba y tenía aterrados a sus ignorantes pobladores gracias a la astucia de un joven flautista que los seducía con sus encantadoras melodías y los arrastraba hasta las orillas del río Weser, donde caían y se ahogaban como los cerdos poseídos del Evangelio de Lucas: “32 Y había una piara de muchos cerdos paciendo allí en el monte; y los demonios le rogaron que les permitiera entrar en los cerdos. Y Él les dio permiso. 33 Los demonios salieron del hombre y entraron en los cerdos; y la piara se precipitó por el despeñadero al lago, y se ahogaron. 34 Y cuando los que los cuidaban vieron lo que había sucedido, huyeron y lo contaron en la ciudad y por los campos.…” Lucas 8:33
Ni Juan Guaidó es el flautista de Hamelín ni tuvo la infeliz ocurrencia de librarse, motu proprio, de las ratas del régimen recurriendo a los “desinteresados y bondadosos” socialistas noruegos. Siempre tan cerca y tan lejos de la ex Unión Soviética, del régimen hitleriano o de la tiranía cubana. Los mismos que sirvieron de alcahuetas del concubinato Raúl Castro-Juan Manuel Santos para el bautismo legal de las narcoguerrillas colombianas y la burla a la voluntad de su pueblo que rechazara plebiscitariamente tal estafa. Para ello contó con el consejo, asesoría y recursos de sus amigos flautistas, viejos y experimentados operadores de palacio, correveidiles, casamenteras y parteras de negocios oscuros tras perfumados aromas diplomáticos, trajes pret a porter y corbatas de seda china. Premiados siempre con alguna inútil embajada. Poco importa el gobierno de turno.
Los medios financieros norteamericanos, que les siguen las pistas a las ratas venezolanas, más mortíferas y devastadoras que las argelinas de La peste, de Albert Camus, no solo a las de palacio paridas y amaestradas en La Habana, sino también a las ratas que pueblan oficinas, despachos y apartamentos de la élite cuartorrepublicana que se apoderara de la oposición in totto a partir del 23 de enero de este año. The Wall Street Journal asoma a uno de los genios del contubernio en una información del pasado 27 de mayo bajo el título Venezuelan Businessman Joined Plot to Oust Maduro – and Escape sanctions, cuyo subtítulo lo dice todo: “Media mogul Raúl Gorrín played a central role in ill-fated scheme that sought to persuad top officials to help opposition take power, in exchange for having their U.S. sanctions lifted”.
Jalando el hilo rojo de la alcahuetería de esta sexta república cabe preguntarse, siguiendo las huellas de The Wall Street Journal, si está Raúl Gorrín detrás del conversatorio de Oslo. U otros seres de su jalea y ambiciones mediáticas. ¿Están los poderosos ricachones y operadores cercanos por sangre y tradición a la familia del Deus Ex Machina de este esperpento bicefálico? ¿Quiénes se han apoderado de la manija del interinato? ¿Cuál es el rango del poder de la presidencia de la Asamblea Nacional, si su vicepresidente continúa desaparecido en las mazmorras del Sebin sin provocar aparentemente la menor preocupación y angustia en el círculo de sus políticos cercanos? Dada la absoluta inevitabilidad del fracaso noruego, ¿quiénes asumirán la responsabilidad por esta traición? ¿Guaidó? ¿Leopoldo López? ¿Henry Ramos Allup, Stalin González, Fernando Martínez Mottola o Timoteo Zambrano? ¿Saldrán a la luz los oscuros operadores del otro gobierno?
En pocas palabras: ¿cuáles y quiénes son los dolientes de este cadáver insepulto? The answer, my friend, is blowing in the wind, the answer is blowing in the wind…