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No es menor el aporte de las historietas a la civilizacion de la imagen, en parte porque su misma historia tiene mucho de peripecia y batalla heroica contra el mercado y entre los competidores. Tal vez todo comience en febrero de 1935 con un tabloide que evolucionaría con el tiempo para transformarse en Detective Comics, más conocida por DC Comics, en la cual revistarían con el tiempo, Batman, Superman, Flash, Linterna Verde y algún otro constituyendo un colectivo que oportunamente se llamaría la Liga de la Justicia. DC Comics no estuvo mucho tiempo sola. En 1939 nacía Timely publications que pasaría luego a ser la célebre Marvel Comics, con un bullpen temible que fue creciendo con los años: el Capitán América, el Hombre Araña , Hulk, Iron Man y Thor. La lucha entre ambas editoriales dio origen a la llamada edad de oro del cómic durante la década de los años cuarenta y parte de los cincuenta del siglo pasado.

La tentación de trasladar los superhéroes al cine era irresistible, pero contaba con un obstáculo casi insalvable: la gravedad. Los efectos especiales de la época eran aún demasiado rudimentarios para hacer creíbles criaturas cuya identidad estaba en buena medida modelada por la capacidad de desplazarse con rapidez en el espacio de los demás mortales, y los Supermans y Batman de la época tuvieron un éxito, la verdad sea dicha, muy moderado. Pero el tiempo pasó y vinieron cambios, en 1976 DC comics fue comprado por el consorcio Warner, y en 2009, Disney haría otro tanto con la Marvel, con lo cual la disputa, iniciada en el papel, se trasladaría al cine, con un ingrediente fundamental: el manejo digital de la imagen haría posibles todos los trucos imaginables de los superhéroes. A esto se agregaría por supuesto un mastodóntico presupuesto de mercadeo y publicidad que alentaría los dos gremios de superhéroes, la Liga de la Justicia por DC Comics y los Avengers por la Marvel.

Alguien ha buscado en los dioses y semidioses griegos el origen de los superhéroes, pero esta aproximación, sin ser desdeñable, tropieza con un escollo fundamental. Los griegos hundían sus raíces en la historia, dioses y semidioses se mezclaban con los asuntos humanos y de alguna forma hacían de la historia el mejor y más imbatible de los culebrones (de ahí que el libreto de Homero para la Ilíada sea hasta el día de hoy insuperable). Los superhéroes, por serlo y no tener nada o muy poco de humanos, están fuera de la historia. Exceptuando al Capitán América y sus iniciales escarceos con Hitler, el género ha tenido la astucia de extraer a sus protagonistas de los asuntos mundanos, enfrentando a sus protagonistas con enemigos definidos con base en rasgos de perversión abstractos y sin mácula de historicidad posible. Los superhéroes son buenos porque así han llegado al mundo de la misma forma en que sus enemigos han sido formados malos por ellos mismos. Son dos caras de la misma moneda, incapaces de existir sin su contrario que lo justifica y le da vida. El cómic, sea en el papel como en la sala oscura, existe porque existe, es una entidad autárquica, de un mundo que tiene poco que ver con el mundo actual, el de los aburridos mortales, la mayor parte de los cuales, no hacen la historia, pero la sufren.

También ha ocurrido que los superhéroes por sí mismos han agotado su capacidad de asombrar, lo cual es explicable en un mundo en el cual la imagen todo lo puede. La respuesta ha sido agregar nuevos personajes y luego agruparlos en los sindicatos antedichos, buscando en los distintos superpoderes más vitaminas imaginarias a la vista del espectador. También han recibido una pátina de historia personal, para dar algo de consistencia al lado cotidiano del ser sobrehumano. Todos estos vicios y virtudes brillan con brillo propio en esta liga de la justicia, con Batman en el papel de agente de reclutamiento de superéroes para salvar la Tierra de unos bichos espantosos, que por supuesto quieren terminar con la vida humana, si no fuera por la acción de la Liga. No hay mucho qué reseñar de un libreto que progresa profesionalmente, con golpes de imagen y efecto que valen lo que valen y se acumulan hasta llegar al final. La mejor línea de diálogo es aquella en la que le preguntan a Batman (el más humano de los superhéroes), cuál es su superpoder. “Soy rico”, contesta, sin saber que está dando sentido y explicando una superproducción de 300 millones, y que lleva recaudados 569 millones.

La liga de la justicia. (Justice League). EE UU, 2017. Dirección Zack Snyder. Con Ben Affleck, Henry Cavill, Gal Gadot, Jeremy Irons.

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