Que la reunión de la junta de diálogo vuelva a constituirse y a continuar en la República Dominicana sin que haya habido conocimiento por parte del sector mayoritario que integra la oposición venezolana de condiciones concertadas que puedan impedir que tan repetido intento no sea el resuelto camino expedito para que el presidente ejecute lo que ha anunciado a viva voz por cadena de radio, televisión y prensa –“que hará las elecciones presidenciales si la oposición gestiona levantar las sanciones impuestas por Trump y la Unión Europea”– sería, si tal provocación es aceptada, repetir otra de las irresponsabilidades que convierte a la MUD en instrumento no idóneo para atribuirse decisiones de alta estima que, por ser materia de especial trascendencia política nacional, obliga a una consulta mediante la cual se haga participativo al pueblo opositor, entendido el concepto pueblo como la concentración de la mayoría de sus integrantes: mujeres, jóvenes, organizaciones sindicales, gremios, conglomerados religiosos, organizaciones políticas y sindicales, sectores progresistas del campo y de las ciudades; en fin todos aquellos que, aun no siendo nombrados se encuentran integrados de la manera más resuelta a la pertenencia ciudadana.
No obstante ser evidente, por circunstancias harto conocidas y de preocupante consideración internacional, con demostración de repudio a la incapacidad de mando del presidente Maduro, las vicisitudes que padecemos los venezolanos, entre otras: permanente e insatisfecha situación de hambre como consecuencia de falta de alimentos e imposibilidad para su alcance; no existencia de medicinas, altísimo costo de la vida, niños muertos por desnutrición, justicia no transparente, burocracia ineficiente conformada mayoritariamente por militares activos, “casta burocrática” poseedora de riquezas súbitas e intocable, que por más de 18 años de instauración del fracasado ensayo revolucionario exhiben el espectáculo de rotarse en la funciones públicas sin conocimiento que pueda jerarquizarlo en los ministerios que se les ha asignado; lo que evidencia, además, como si fuera poco, la ausencia casi absoluta de la sociedad civil en las responsabilidades administrativas del Estado. Se ha hecho acreedor al rechazo de los sectores activos del país; en especial el componente de la sociedad civil que se hace presente en el campo de la lucha, reclamando en forma imperativa la voluntad de proceder al cambio del actual régimen, dado que su disparato actuar sin apego a la Constitución reivindica el retroceso al autoritarismo de estos sujetos, que creyéndose héroes, como se evidencia de manera notoria e inveterada, nos amenazan con desaparecernos; a la vez que por anticipado se dan aptos para la asignación de un puesto en el Panteón.
Si bien lo que se dice precedentemente constituye acierto de no refutable verdad, empero sería necio por no posesión de acierto pretender que el triunfo aplastante logrado por el pueblo en la elección de los diputados que hoy integran la Asamblea Nacional pueda darle derecho a agrupaciones coligadas a la MUD, no constitutivas de mayoría electoral, de disponer sin consulta lo que no se le ha autorizado, a los que dieron su voto para la restauración constitucional; es decir, al pueblo depositario del poder constituyente originario.
Las elecciones parlamentarias le introdujeron plomo en el “ala” al presidente Maduro, quien sin apoyo popular ha dispuesto abusivamente de la subsistencia de mando que le permiten los órganos de los poderes públicos: TSJ, CNE, Poder Ciudadano, Contraloría General de la República, consiguiendo que sus maniobras se hayan encausado para beneficiarse de las complacencias logradas, entre otras, la aceptación por parte de la dirección de los que se dicen acreedores de la autoridad opositora que conforman la MUD, de todas y cada una de sus triquiñuelas para ir a una reelección presidencial. Entre sus propósitos de logro mediante tales argucias sobresale la propuesta del “diálogo” hábilmente instrumentada. Si bien es cierto que dentro del desarrollado cuerpo opositor que lo enfrenta con valor cívico hay una inmensa mayoría que le es adversa en forma más que evidente, no es menos cierto que la dirigencia opositora es más que “microcéfala”, lo que para su beneficio más que personal lo consagra como ferviente patrocinador de un “diálogo” constituido con mayoría oficial, que le sirve de instrumento; a la vez que ha hecho concesiones para darle indulgencia, calificadas de humanitarias a algunos de sus oponentes, así como ponderar las bondades de sus oficiantes evidentemente subordinados al régimen autoritario.
Maduro ha logrado, pues, los siguientes avances: no presentar cuenta a la Asamblea Nacional; deshacerse del referéndum que se había iniciado constitucionalmente para la revocatoria de su mandato; la negación de todas las leyes promulgadas por la AN con base en sentencias del TSJ; y como cirugía emergente impone la vigencia de una ANC que, si bien ha sido declarada espuria y pregonada como tal por los órganos jurisdiccionales en el mundo, logra imponerle a la MUD la convocatoria de las elecciones para gobernadores, proceso que habiendo sido acatado para su realización produjo los resultados de derrota electoral conocidos, sin impugnación por los gobernadores no electos, salvo por Andrés Velásquez; a la vez que presencia para su satisfacción el intento frustrado de un sector de la MUD para impedir la participación de la oposición en el proceso electoral para la escogencia de las autoridades municipales. De igual manera observa la ineptitud de la MUD para ocupar el puesto de dirección del inmenso conglomerado opositor.
El diálogo vuelve a considerarse y una parte de la MUD, sin consulta de ninguna especie, se dirige rauda a Santo Domingo para, sin paridad de representación ni persona neutral que pueda decidir dentro de ese cenáculo de mayoría gubernamental, convertir al presidente Nicolás Maduro en el excelso líder que ha dispuesto sus bondades para combatir el “odio y lograr la convivencia pacífica”. Sin temor a equivocarnos, los que integran la MUD carecen de liderazgo para la conducción de la unidad del pueblo.