COLUMNISTA

Falsos positivos a lo Maduro

por Leopoldo López Gil Leopoldo López Gil

Fue durante la más difícil lucha antiguerrillas en nuestra vecina Colombia que apareció una abominable utilización del engaño para aparentar triunfos, conquistas o victorias sobre el enemigo, y así complacer las expectativas o justificar inversiones, recompensas y hasta ascensos de rangos. De allí ese acertijo de palabras, falsos positivos.

Nuestro gerifalte mayor, comandante en jefe de las rápidas en huida fuerzas armadas bolivarianas, seguramente estudió en detenimiento la aplicación de tan execrable táctica militar, pero desatendiendo la historia de los pobres resultados de su instrumentación compró la mefistofélica idea de diseñar un magnicidio con la seguridad que atraería la compasión de sus seguidores; a quienes es necesario demostrar algún sacrificio para  contrarrestar la física apariencia de la voluminosa prosperidad corporal.

Nace ahora en nuestro país el falso positivo, o al menos así lo pensaron, pero aquí podemos denominarlo falso negativo porque sus resultados inmediatos fueron totalmente opuestos a los posibles objetivos originales.

Primera y muy maltrecha víctima lamentable fue el pelotón de tropa que demostró que necesitaron de un Catire Páez para frenar la despavorida marcha a paso de corredores que no sabemos hasta dónde habrían de llegar antes de tomar conciencia de su acto.

Otra víctima fue la propia guardia encargada de proteger al jefe, si bien lo pudieron cubrir con las pantallas protectoras, solo lo lograron casi tres eternos minutos después de la sonora explosión.

También sufrieron los camarógrafos de la televisora nacional que difundieron sin la correspondiente transmisión el pandemonio reinante en la tribuna y peor aún, en las filas de formación o en correcta evasión.

El diseño solo ha servido para demostrar que de cuando en cuando hay que distraer con trapos rojos, bien rojos, el fracaso acumulado y potenciado por una revolución que ha embadurnado de ignominia el nombre de la patria y su padre al abusar de tan noble apellido.

Para qué entonces este falso negativo, pues lo dejó ver Rodríguez muy rápidamente, al ser más rápido que Superman y en solo fracciones de hora pudo juntar suficientes piezas del enigma y producir la clarificación del origen y destino de la obra. Tal rapidez alucina ante la perpleja mirada del mundo atónito, se procede a la búsqueda y captura de autores materiales e intelectuales, algunos ya fallecidos, convenientemente, según el registro del CNE.

Pero lo más negativo de esta fechoría ha sido lo más cobarde, la prisión y tortura de un joven valiente, promesa de liderazgo sólido que ha sido tan vejado, y hoy es referente de héroe, un hombre digno famoso por sus hazañas. A Juan Requesens hoy le rendimos respeto. Bravo Juan, bravo como tu pueblo.