Esta semana comienza un nuevo ciclo político en Estados Unidos, en medio del cierre fiscal del gobierno federal. Con la juramentación de la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes, asciende de nuevo a su presidencia la representante Nancy Pelosi.
Parlamentaria muy experimentada, Pelosi fue la primera –y hasta ahora la única– mujer en ejercer esa alta responsabilidad (del 2007 al 2011), durante la primera parte de la presidencia de Obama. Su liderazgo, ampliamente rechazado por la extrema derecha, esa que hoy sigue a Trump como su inefable líder republicano, es al mismo tiempo uno de los más respetados entre los demócratas. De hecho, los 35 parlamentarios demócratas que expresaron preferencia por una figura nueva no encontraron alguien dispuesto a enfrentarla.
Entre otras cosas, Nancy Pelosi fue, junto al presidente del Partido Demócrata, Tom Pérez, artífice de una exitosa estrategia de campaña nacional en la que, apoyando las dirigencias estadales, construyeron el retorno a la mayoría sin caer en las provocaciones de Trump. Esto lo hizo con base en una estrategia comunicacional que identificó un asunto transversal por toda la geografía nacional, como es la defensa de la reforma sanitaria, pero dotando a cada candidato de los recursos para construir su discurso local. Además, reclutó una estelar nómina de candidaturas, con inclusión mayoritaria de cuadros femeninos, para capitalizar el rechazo a Trump y la energía participativa que su discurso moviliza entre las mujeres. En esa ruta convocó, además, en distritos electorales pendulares, a mujeres con experiencia en cuestiones de seguridad nacional, desmontando a Trump desde dos ángulos para ir contra sus dos tendones de Aquiles.
Nacida en el seno de una familia italoamericana de fuerte tradición política, (su padre fue alcalde de Baltimore, Maryland), Pelosi es gran conocedora de las lides parlamentarias, así como eficaz comunicadora y operadora política. Es una figura del establishment, pero también un ícono del pensamiento progresista. Como ya tiene 31 años reelecta al Congreso por el estado de California, posee una inmensa capacidad de negociación que abona a su pragmatismo y capacidad para tejer acuerdos, porque no solo conoce muy bien el método, sino que tiene relaciones con buena parte de los líderes parlamentarios de ambos partidos. Pelosi no cede en sus causas fundamentales y principios progresistas, pero sabe diferir y prosperar en los asuntos prioritarios y de Estado sin sacrificar convicciones, a través de la negociación. Es el tipo de operador político que discierne con claridad lo que separa a la gente, y se apalanca en asuntos con posibilidad de acuerdo, para desde allí escalar hasta zonas en los que puede ceder, a efecto de lograr sus objetivos. Pelosi aplica con maestría la máxima según la cual, en política, lo perfecto es enemigo de lo bueno; y que el oficio parlamentario es también el arte de lo posible.
Ya Trump enfrentó a Pelosi en estos días y ella lo puso en su sitio. Incluso cuando el mandatario, con su característica displicencia frente a las mujeres, la quiso apartar del protagonismo en la conversación donde la acompañaba el líder de la minoría demócrata en el Senado, Chuck Schumer, ella no se dejó avasallar. Pelosi estableció que no se necesita un muro en la frontera con México para fortalecer la seguridad en la frontera, recordó que Trump no contaba en ese momento ni siquiera con los votos de su partido para imponerse y dejó muy claro que con el muro como condición no habrá acuerdo presupuestario. Trump, entonces, les respondió que asumiría la plena responsabilidad (esa que ahora pretende esquivar), del cierre fiscal del gobierno federal.
Pelosi es consciente de que el país no puede subordinarse a los caprichos e irracionalidad de Trump y que el gobierno no puede seguir cerrado. Por eso, ha anunciado que viene trabajando en una propuesta presupuestaria que sumará apoyos más allá del Partido Demócrata en ambas cámaras. Y es que la experimentada parlamentaria sabe que la política es más que dar declaraciones; y mientras Trump se limita a declarar, ella construye puentes y sigue adelante con propuestas concretas como alternativa a la negación en la que se mantiene Trump.
El poder de veto de Trump, como en todos los sistemas constitucionales no es ilimitado. Si en ambas cámaras se cuenta con las 2/3 partes de los parlamentarios presentes, se puede avanzar sin que concurra el presidente, derrotando su poder de veto. ¿Qué necesitan Pelosi y los demócratas para reabrir el gobierno sin ceder ante el muro de Trump? Una propuesta que aborde la cuestión de seguridad fronteriza de forma bipartidista, sin incluir la construcción del muro. Y Pelosi sabe que es posible, porque los demócratas y republicanos han trabajado ya casi una década de impasses presupuestarios, logrando acuerdos temporales o puntuales, sin que la construcción de un muro en la frontera con México estuviese entre sus prioridades.
En este momento, Trump encaja en las encuestas la responsabilidad por el cierre del gobierno y el rechazo que esto despierta; y ha manejado el problema con una retórica irresponsable hasta el punto de llegar a declarar que la mayoría de los funcionarios públicos afectados por el cierre eran demócratas. Es decir, para Trump no importa el Estado, la continuidad del gobierno y los servicios a la población general. Lo que cuenta es imponer su voluntad sin medir consecuencias y descalificando al funcionariado público con carrera administrativa que es incluido (y afectado al no poder cobrar sus salarios) por este cierre fiscal del gobierno. Pero Pelosi sabe que, frente a esa situación, debe volar alto y construir consensos bipartidistas, reabrir el gobierno sin mostrar intransigencia en sus objetivos. Finalmente, el muro no tiene por qué ser la manzana de la discordia en la negociación parlamentaria.
Si Trump es derrotado en esta coyuntura por la destreza parlamentaria de Nancy Pelosi, el país y sus copartidarios tendrán una renovada confianza en la conducción del Partido Demócrata, lo que naturalmente supondrá un alto costo para el ya decadente liderazgo de Trump. Tendría gracia que el bastión del machismo quedara agrietado por el golpe suave pero preciso de una mujer.
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