Estamos en un momento especial del año para disfrutar de las tradiciones, las típicas decoraciones navideñas, las comidas exclusivas de esta temporada, las reuniones familiares con nuestros seres queridos, y muchas otras tradiciones que, si bien pertenecen a esta época, algunas son exclusividades de cada país. Pero por más que no lo notemos, cada año que pasa las tradiciones se desgastan más y más.
¿Cómo es posible pensar en esto? Si nos remontamos a las primeras fiestas navideñas se puede notar que hubo un cambio bastante grande en la celebración, pasando de celebrar el nacimiento del Niño Jesús, y un Nuevo Año, donde “la esperanza es un palomar detenido en el umbral de los sueños”, como dice la poeta Mery Sananes, a una época en la que lo que importa es el poder, el egoísmo, la droga, el engaño y la mentira oficiales.
Y si bien se trata de una fiesta familiar, de amor y recogimiento, más pocos la siguen viendo de esta forma. Otro hecho importante era el significado de la decoración usada, no solo por el hecho de estar presente o no, sino por el hecho del material usado para la misma, el cual ahora es solamente plástico o componentes sintéticos, pasando de un árbol de Navidad totalmente natural a uno hecho por 20 tipos de plásticos y pintura sintética.
No solo esto, sino que los árboles originales ya se han dejado de utilizar, por la indiferencia, la pobreza material o, más aún, la de espíritu, y fueron lentamente reemplazados por árboles que, si bien tienen su encanto moderno, dejaron de ser lo que eran antes, más que nada porque ahora suelen ser vistos como elementos de decoración afectados por la moda reinante en la temporada, habiendo desde árboles de Navidad en forma y estilo, árboles que se parecen en cuanto a forma pero no en material (esos árboles que en realidad son conos hechos con alambres verdes), e incluso árboles de Navidad que ni siquiera parecen árboles, sino que son bloques o formas geométricas en conjunto para parecer un árbol de Navidad.
Como se puede ver en la actualidad, las decoraciones han ido sufriendo variaciones, sobre todo los árboles de Navidad, pero mientras cumplan su objetivo de crear un ambiente agradable para nuestros seres queridos, estos pueden ser aceptados (aunque no se garantiza que los soñadores o nostálgicos, como yo, los aprueben).
¿El nacimiento o pesebre? La ciudad de Belén estaba tan llena, que las posadas solo daban albergue a quienes tenían dinero. Esto, pues los visitantes solo acudían a la ciudad para empadronarse como lo ordenaba el emperador Augusto. José, al notar que en las posadas no hay espacio para él y su embarazada esposa, decidió quedarse en un pequeño establo, en donde María dio a luz a Jesús. Jesús nació en un pesebre, un recipiente utilizado para dar de comer al ganado, pero con el paso de los años y de la tradición, ese concepto fue pasando a segundo plano, hasta convertirse en un término característico de las fiestas navideñas.
El nacimiento o pesebre navideño es la representación del nacimiento de Jesucristo, en donde se representa, mediante una maqueta, la ciudad de Belén y sus alrededores, la presencia de la Sagrada Familia, los pastores y los tres reyes magos. Según algunos relatos, fue san Francisco de Asís quien dio inicio a esta tradición cuando recorría la campiña cercana a la población de Rieti en invierno de 1223. La Navidad de ese año sorprendió a san Francisco de Asís en la ermita de Greccio y fue ahí donde tuvo la inspiración para reproducir en vivo el misterio del nacimiento de Jesús. Construyó una casita de paja a modo de portal, puso un pesebre en su interior, trajo un buey y un asno de los vecinos e invitó a un pequeño grupo de personas a reproducir la escena de la adoración de los pastores. Esta idea se hizo popular rápidamente por todo el mundo cristiano.
También se cree que el primer nacimiento se construyó en Nápoles (Italia) a finales del siglo XV y que estuvo hecho con figuras de barro. Carlos III ordenó que los »Belenes» se extendieran y se hicieran populares en todo el reino itálico y español. El misterio de la Navidad representado en el pesebre o en el nacimiento es una tradición indispensable en todo hogar y que ha ido pasando de generación en generación, creando una magia que no se pierde pese al paso de los años. O no se perdía, pues desde hace unos años, bajo el hambre, la enfermedad y la muerte, paridas por el Gran Fraude revolucionario, el pesebre se desvanece.
¿Y la tradición de las 12 uvas en Fin de Año? La noche de Navidad suele ser una época en la que se ilumina todo nuestro hogar por el resplandor navideño, pero esta no es la única noche que celebramos durante esta temporada. La última noche del año es algo especial también durante esta temporada, marca el final de todo un año, de todos nuestros logros, pero también de todas las caídas, pero sobre todo celebramos que logramos vivir un año más de vida.
Pero esa noche no solo celebramos el fin de un año, también celebramos el inicio de un nuevo año y, con esto, nuevos logros y metas. Una tradición muy especial durante la última noche del año, cuando sonaban las doce campanadas de las iglesias, que nos indicaban que llegó un nuevo año, y por cada campanada comíamos una uva, por cada uva pedíamos un deseo con la esperanza de que se cumpliera durante el año.
Escribo en pretérito imperfecto pues son cosas que ya no pasan, pero que podrían regresar. ¿Por qué no ocurren, aquí y ahora? Nos lo dijo hace cuatro siglos el poeta español Rodrigo Caro, en su Canción a la ruinas de Itálica: “Estos, Fabio, ¡ay dolor! que ves ahora/ campos de soledad, mustio collado/ fueron un tiempo Itálica famosa”. Las nubes del mal sobre Venezuela.
Hace tres años escribió el gran Laureano Márquez: “En 1920, en plena dictadura de Juan Vicente Gómez, en la cárcel de La Rotunda –donde se encontraba preso por soñar libertades– el caricaturista Leoncio Martínez (Leo) escribe la ‘Balada del preso insomne’. Se trata de un largo poema que, a pesar de estar escrito por un humorista, induce en el alma venezolana que lo lee una infinita tristeza: esa que se nos instala en el corazón cada vez que pensamos que nos merecemos un destino mejor. Leamos el final del poema y empujemos el alma a la vida: ‘Ay, quién sabe si para entonces/ ya cerca del año 2000,/ esté alumbrando libertades/ el claro sol de mi país’. Y el inolvidable Zapata dejó escrito: ‘Ese año 2000 llegará cuando llegue”.
Locutus sum, et salvavi animam meam.
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