Por mas de 40 años he sido abogado de litigios, estoy acostumbrado a vivir el fiero combate judicial y ver sentencias de todo tipo, algunas que hacen estremecer hasta lo más duro de esas experiencias, pero esta me ha impactado, la de una juez –Rosemarie Aquilina– que mirando al acusado con ojos de águila al ataque, al momento final de la audiencia y en una sala llena de cámaras, de periodistas y de mujeres llorosas, le dijo: “Estoy firmando su sentencia de muerte, no has hecho nada para que merezcas andar libre jamás”. Era el final de un juicio contra el mayor depredador sexual de todos los tiempos, el médico Larry Nassar, cuyo caso estremece a Estados Unidos.
En el condado de Mason, Michigan, se llevó a cabo un juicio histórico. Es el episodio más atronador de la serie que como una tempestad azota a la nación y donde a cada instante se revelan interminables episodios de abusos sexuales. Personajes encumbrados de la política, de las finanzas, de la farándula que de repente pierden la magnanimidad de la fama y se sumergen en ese pozo oscuro y hediondo de un delito que nunca imaginaron se conocería, uno que tumbaría estatuas y descubriría las fealdades del hombre animal en su peor acepción, que aprovechando circunstancias destruye inocencias, pone huellas imborrables, más bien cicatrices en el alma femenina.
Esta es la historia
Larry Nassar era el médico estrella del equipo olímpico de la gimnasia estadounidense, ahora condenado a 175 años de cárcel como autor del delito de violación de 160 menores y mujeres jóvenes que durante 20 años pasaron por sus manos.
La Federación de Gimnasia de Estados Unidos, y también de la Michigan State University, tenía a su cargo la atención a las jovencitas que se disponían a emprender actividades deportivas con finalidad competitiva, y por allí pasaron muchas que destacaron mundialmente en distintas disciplinas, medallistas olímpicas incluidas. Desde la revisión inicial las muchachas tenían que hacerse el examen médico y luego como rutina también exámenes periódicos para dictaminar sobre aptitudes físicas, o por cualquier dolencia, y allí a este médico se le desataban los demonios del sexo.
156 mujeres prestaron declaración pública; la juez, rompiendo esquemas procesales, permitió que una por una todas esas víctimas expusieran sus casos en la sala colmada de público y de prensa; por ejemplo, allí habló Kyle Stephens, una de las primeras, tenía solo 6 años cuando el acusado comenzó a abusarla: “Él era amigo de mis padres, venía a casa con su esposa y tres hijos, cocinaban hamburguesas y tomaban cervezas en el patio. Me pidió que lo llevara al baño y allí se desnudó, me tocaba, frotaba sus genitales en mis pies, yo no sabía qué estaba ocurriendo, me convenció de no decir nada. Al tiempo lo conté a mi padre, quien no me creyó; me regañó por estar inventando y me dijo que yo era una mentirosa. Al tiempo, cuando se descubrió todo, mi padre se suicidó”. Para cerrar su declaración ante el violador, allí en la audiencia le espetó al acusado: “Puede que te hayas dado cuenta ya, pero las niñas pequeñas no se quedan así para siempre, crecen y se convierten en mujeres que pueden destrozar tu mundo”.
La diez veces campeona mundial de gimnasia Simone Biles también narró sus experiencias de abusada por el médico. Al comenzar su discurso, dijo: “Yo también soy una de las muchas sobrevivientes que fueron abusadas sexualmente por Larry Nassar”.
Increíble que todo aquello ocurriera por tanto tiempo en silencio. ¡Veinte años! Muchas lo hicieron saber a las autoridades de la universidad y no les hacían caso, y lo peor es que tanto a sus autoridades como a la policía llegaron informaciones de lo que estaba ocurriendo. Varias víctimas acudieron a explicar que el médico Larry Nassar les introducía sus dedos sin guantes en los genitales y los ponía allí por rato fuera cual fuera el motivo de la consulta. Así lo contó en la audiencia Donna Markhan, la madre de la estudiante Chelsey Markham, quien en su dramática exposición también dijo haber denunciado eso ante el entrenador de la niña y ante la presidente de la universidad. “Pero no me creyeron, me miraron como diciendo ‘me estás mintiendo’. Mi hija abandonó el gimnasio, se metió en drogas, hasta que finalmente se suicidó”, terminó en llanto Markhan.
Ante algunas de las numerosas quejas, la policía y las autoridades de la universidad comenzaron investigaciones que increíblemente concluyeron que los actos del médico eran apropiados. Es aquí cuando entra en juego la importancia de la prensa: un periódico local, el Indianápolis Star, publicó las primeras versiones y aquello fue como una explosión de fuegos artificiales, un reguero de pólvora que recorrió Estados Unidos y más allá. Los diarios del mundo se volcaron sobre el caso y las autoridades de la universidad y de la gimnasia han tenido que renunciar. Primero fueron 10, luego 30, hasta llegar a 80 las mujeres que dieron sus versiones. El fiscal asumió la investigación y 156 formalizaron denuncias que revelan que aquella tragedia comenzó en 1997 y que hubo inicios de investigación en los años 2004 y 2015, pero sin resultados. Ahora, gracias a la prensa, se ha podido sacar aquella tragedia de la oscuridad y hacer justicia. El monstruo ha sido reducido a prisión perpetua. La presidente de la Universidad Estatal de Michigan, Lou Anna Simon, y su director deportivo fueron acusados de encubrir los abusos. Han tenido que renunciar al igual que los directivos de la Federación de Gimnasia de Estados Unidos a exigencia del Comité Olímpico. Patrocinadores de eventos deportivos del tamaño de la telefónica ATT y Procter & Gamble, entre otros, anularon sus contratos con la federación, y, como si fuera poco, el Congreso abrió una investigación para determinar responsables del increíble silencio que por tanto tiempo ocultó semejante crimen.
Esta historia es muy larga, podría seguir contándoles mucho más, como que Larry Nassar fue hallado en un juicio anterior culpable de hacer pornografía infantil. Aquí solo vemos este juicio que cubre 20 años de una tragedia continuada, de destrucción de vidas, una historia que siguió por la indolencia de las autoridades, también por la falta de atención de los padres a lo que sus hijos les dicen. Por la minusvalía en la que se encuentra la mujer víctima de este tipo de crimen, quién sabe hasta qué límite llegue en nuestros países si se está descubriendo en semejante proporción, tanto tiempo después, en el país de la libertad y donde la justicia funciona, en Estados Unidos de Norteamérica.