El otro día José María Álvarez-Pallete, presidente de Telefónica, publicó un artículo donde argumentaba que la razón por la que recientemente había muchos cisnes negros era realmente porque estábamos en un cambio de era.
El cisne negro es una metáfora, en el campo económico, que describe aquellos sucesos que ocurren por sorpresa y que terminan teniendo un gran impacto. El Brexit, el covid, la guerra de Ucrania, la inflación, la escasez de semiconductores, son ejemplos de cisnes negros.
Según Kondratieff, economista ruso que fue enviado a Siberia por Stalin por estar en contra de sus opiniones, existen ciclos económicos que pueden durar hasta cien años. Quizás estemos en el fin de uno de estos ciclos que empezó después de la Segunda Guerra Mundial.
La razón de este fin de ciclo se produciría por un atascamiento financiero de la economía, que se vio reflejado en la burbuja de las empresas puntocom y del boom inmobiliario que le sucedió, y que puede ser el causante de la inflación que actualmente padecemos.
La cuestión es plantearse cómo puede ser este cambio de era y como podría quedar configurado el mundo después.
El cambio puede ser traumático o suave. Traumático puede venir dado por una destrucción material y de personas a través de una guerra.
Suave, podría devenir a través de un gran ajuste financiero, donde mucha gente perdería mucho dinero, aquellos que tienen activos financieros o derechos que finalmente no se pueden cumplir. Y otra gente dejaría de deber mucho dinero que no podrían finalmente pagar, como por ejemplo las deudas públicas. Esto permitiría a la economía empezar de nuevo.
En cualquier caso, sería interesante pensar como podría quedar el mundo después de un cambio así.
En primer lugar, podría ser que el mundo quedase sin el enfrentamiento de clase. Habría una gran clase media, y una casi inexistente clase baja, que haría que el enfrentamiento entre izquierda y derecha dejase de ser el eje fundamental de la política. Esto sería posible porque los trabajos menos cualificados serían realizados por máquinas y los que se hicieran manualmente serían mejor pagados.
Las nuevas tecnologías se expandirían definitivamente, lo que significaría un gran avance en el nivel de vida de la población. Se acabaría con el “papeleo” y toda la burocracia sería realizada por ordenadores.
Habría un cambio de paradigma en la economía pasando de intentar siempre producir más a producir mejor. Sólo se consumiría aquellos productos y servicios realmente necesarios, lo que llevaría además a una mejor relación con el medio ambiente, ya que solo se consumirían los recursos necesarios.
Sin entrar en maniqueísmos, Javier Solana en un artículo publicado hace años hablaba del enfrentamiento que existe entre el bien y el mal. Venía a sugerir que a día de hoy se produce un empate, donde hay razones para el optimismo y para el pesimismo.
Económicamente sin duda estamos en una encrucijada, por las razones que se han dado anteriormente. Los acontecimientos económicos suelen ser los catalizadores de movimientos sociales y políticos.
Es importante tener una visión real de la situación para tomar las decisiones correctas, no dejarse llevar por las apariencias, y la sociedad en su conjunto debe estar a la altura para que en esta lucha entre el bien y el mal, suavemente gane el bien.