COLUMNISTA

Estado criminal

por Julio César Arreaza Julio César Arreaza

El Grupo de Lima afirma que nunca una crisis humanitaria migratoria había tenido tal repercusión para la región. A gritos se pide iniciar la transición. Algún día estos delincuentes darán cuenta por todos sus crímenes y haberle causado tantas penurias a la población de un país libre.

Denuncia un sindicalista serio y conocedor de la industria petrolera, como Iván Freites, que esta semana se enviaron 100.000 barriles a Cuba; por supuesto, se trata del tributo que paga, con los bienes públicos que le roba al pueblo, un régimen indigno y desvergonzado a otro similar que copia, de idéntica calaña, por concepto de la franquicia que emana tinieblas y fuerzas del mal para controlar a una población y anular su libertad. 

Paga corruptamente este régimen oprobioso por los malignos conocimientos que recibe de cómo llevar a efecto en seres humanos la tortura blanca y demás modalidades lacerantes. De una cosa estoy seguro, sin ser profeta, que estamos enfrascados en una lucha del mal contra el bien, del crimen contra la justicia, pero al final ganará el bien y barrerá con la malignidad.

Como sociedad estamos viviendo momentos límites que debemos encarar resueltamente, aun en medio de la desesperación, sin perder jamás las perspectivas de nuestra lucha por rescatar el horizonte democrático. Si miramos atentamente lo que aquí nos sucede y más allá de nuestras fronteras, vemos la crisis del mundo y podemos caer cuenta sin ser esto una mera afirmación confesional, que las sociedades han pagado muy caro la exclusión de Dios de nuestra vida, familia y sociedad. Lo hemos sacado de todos los lugares, de las instituciones y las escuelas. En nuestro caso particular de Venezuela; se ha venido instalando el mal, pero se ha encontrado con recia resistencia en esta tierra de Gracia y, a pesar de los pesares, aquí hay muchos creyentes y la hora señala, marca el compromiso ineludible de dar el combate y vencer al mal que nos oprime.

Notamos cómo el ser humano se ha banalizado y puesto sus esperanzas en cosas que, al fin y al cabo, lo llevan a la servidumbre. Para salir de esta hecatombe y retomar la ruta del bien y del progreso, debemos centrar nuestros esfuerzos en la educación, dotar a los niños de las verdaderas armas que son los principios y valores para que puedan así hacer frente a los desafíos que les presenta la vida.

No debemos ver con resquemor la presencia de la educación religiosa católica en nuestros hijos, lo cual contribuirá que en su desarrollo se vayan forjando una moral indispensable para la realización personal y colectiva. La corrupción es hija de las debilidades de las familias y de las instituciones. La hora indica el desconocimiento de esta dictadura. No podemos conformarnos solo con el mejoramiento de las condiciones de nuestro cautiverio.

¡Libertad para los presos políticos y regreso de los exiliados!