Una reciente medición de opinión viene a ilustrarnos sobre el estado de ánimo de nuestros compatriotas en la triste hora que nos toca atravesar.
Lo objetivo, lo que no admite discusión ninguna, es que el país está hecho pedazos, ubicado en un franco despeñadero en lo económico, en lo político y en lo social, sin que ninguno de nosotros podamos verle el fin.
No es un secreto para nadie que el clima anímico nacional varía en razón de elementos subjetivos. Oscila movido por la apreciación personal que cada individuo tiene de su propia realidad dentro del conjunto. En ese terreno, lo que muestra la última encuesta de opinión de la prestigiosa firma Consultores 21 es que, si bien durante los años del gobierno de Hugo Chávez la tónica fue errática entre el optimismo y el pesimismo colectivo, durante la era Maduro se ha producido una descolgada en el ánimo de nuestra población que nos ha llevado, a esta fecha, a una situación de desazón creciente que comparten tres de cada cinco venezolanos. Si en el año 2013 dos tercios de nuestros compatriotas deploraban la falta de progreso en el país, en ese momento solo uno de cada cinco de los nuestros considera que estamos avanzando.
Las cifras no pueden ser más lapidarias. Escasez, inflación e inseguridad son los elementos causantes de nuestros problemas personales, pero son las dificultades de orden económico, los que, trasladados a la dinámica familiar, determinan que dos terceras partes del país están enojadas, angustiadas, desesperadas o desilusionadas.
Aún queda, sin embargo, un porcentaje significativo de nuestra población que mantiene optimismo frente al futuro: 26%, a pesar de que son contados quienes no tienen entre sus allegados personas que están pasando hambre.
La síntesis de lo anterior es que hay conciencia del proceso de empobrecimiento del país, al igual que de la depauperación propia. Y otra conclusión de envergadura es que el colectivo señala mayoritariamente al gobierno de ser responsable de sus penurias de hoy. Es dramática la desesperanza paralizante y la sensación ampliamente generalizada de la incapacidad de los individuos de producir un cambio. Por ello, por ese abatimiento colectivo producido de manera planificada, es que estamos viendo el fenómeno de que la protesta más masiva ante el estado nacional de cosas es la emigración. 40.000 personas que salen cada día son el mejor exponente de la convicción de que todo esfuerzo personal es inútil.
Por otro lado, el segmento de los optimistas, de los que aún mantienen esperanza en el futuro está compuesto, en su totalidad, por compatriotas que reciben dádivas oficiales, pocas o muchas, frecuentes e infrecuentes. Ello es elocuente en cuanto a la transformación del colectivo venezolano en un grupo humano inclinado a conseguir lo que necesita, para los suyos y para sí, a través de la dádiva y no del esfuerzo. Ello, es claro, es la consecuencia de muchos años de manipulación deliberada y perversa calcada de la Cuba comunista.
Esta reciente medición de opinión de Consultores 21 resulta ser una pieza fundamental para dimensionar el tamaño de la tarea que le tocará acometer a quienes tengan en sus manos la reconstrucción de nuestro país, el gran reto de nuestras élites, no solo de nuestros políticos.
Más allá de recrear una nueva industria petrolera que lleve sobre sus hombros el sostén de la economía nacional, más allá del rescate de las industrias destruidas y del esfuerzo por atraer nuevas inversiones y nuevos financiamientos, más allá de inventar y ejecutar soluciones viables para el rescate de los servicios y la estructuración de un sistema de salud y de educación que habrá que armar desde las cenizas, será preciso dotar al alma del venezolano, profesional, técnico, obrero, comerciante, educador y académico, de un nuevo ánimo constructivo. Será preciso devolverles a nuestros hombres y mujeres la combatividad que nos hicieron perder a muchos en este trágico camino hacia el infierno.
A quienes el destino nos ha llevado a observar de cerca a nuestra inmensa y valiente diáspora, nos ha tocado igualmente ver ejemplos heroicos de reconstrucción personal y familiar, por fuera de las fronteras patrias. Con todos ellos habrá que contar cuando se trate meterle el hombro y sacar adelante al país.
Esa hora va a llegar.
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