COLUMNISTA

La esperanza de un país que anhela gravitar en el mundo de la energía

por Boris Santos Gómez Úzqueda Boris Santos Gómez Úzqueda

Normalmente comentamos sobre temas latinoamericanos en general más que de algún país en particular, pero la fuerza de la noticia hace que –por hoy– hablemos un poco de Bolivia, país que cifra sus esperanzas de volver a tener volúmenes de gas natural que permita volver a tener participación en el mercado gasista de Mercosur.

Es un tanto complejo que Bolivia –dadas las actuales inversiones que en más de una década no superaron los 5.000 millones de dólares en el área de exploración[1], cifra nada importante para el tamaño de los requerimientos de inversión en la industria–. La propia prestigiosa fundación boliviana Jubileo calificó de “cuestionable” y sin resultados la inversión que aseguró el ministro de Hidrocarburos de haberse ejecutado por más de 5.000 millones de dólares, en tareas de exploración de hidrocarburos en los más de 12 años de administración.

Copio aquí parte del reporte de la consultora internacional Wood Mackenzie: que indica que se espera que la inversión global en la producción de petróleo y gas alcance 425.000 millones de dólares en 2019[2].. Una cifra absolutamente astronómica en la que Bolivia no gravita precisamente por el Estado de tipo altamente intervencionista que domina todos los aspectos del mercado y lo tiene, prácticamente, ahogado. 

La esperanza boliviana no debe estar cifrada en un solo campo o en pozo, como se estuvo debatiendo estas semanas, mismo que si fuera negativo en los resultados de su exploración será un gran golpe para los futuros ingresos bolivianos en venta de gas, por la reducción de volúmenes; pero que al mismo tiempo si fuera positivo ese nuevo gas debe competir en el mercado internacional a precios que no son los mejores.

El caso mexicano es digno de estudiar en Latinoamérica: el compromiso mínimo de perforación es de 236 pozos en los próximos 4 años, que representarían inversiones por 21.000 millones de dólares, asociados aún a la fase de exploración[3]. Vean y comparen: menos Estado, más inversión privada, como en el México previo a AMLO; más Estado, menos inversión privada como en la actual Bolivia populista.

Imaginemos que en Bolivia se encuentre y certifiquen volúmenes importantes de gas y petróleo –solo imaginemos porque ello habría requerido previamente 5-7 años y miles de millones de inversiones– las condiciones externas del contexto internacional han variado: ahora hay mucho gas en el mundo, circulando e metaneros vía LNG, Argentina con Vaca Muerta y el fracking norteamericano, de manera que a estas alturas encontrar gas –por más abundante que sea– debe competir en un mercado menos atractivo.

Es normal que haya pozos sin resultado positivo, es parte de los riesgos de la exploración y perforación. Ocurre en todo el mundo, pero sucede que en este caso Bolivia está aferrada al tema de ese pozo y de la economía del gas, es por ello la generación de tanta expectativa. La industria multimillonaria privada de petróleo y gas cada vez perfora pozos positivos y negativos y como están en el ámbito privado no generan tanta expectativa del Estado. 

Bolivia tiene un riesgo país evidente: altamente estatista en su regulación con una ley antigua de más de 10 años de vida, dos aspectos que ponen los pelos de punta a cualquier inversionista privado.

Bolivia no aprovechó la década pasada en ahorrar y en establecer un fondo soberano para invertir en otros rubros, siguiendo el ejemplo del Estado de Qatar que tiene una oficina, denominada Autoridad de Inversiones, con activos de 115.000 millones de dólares, es el fondo de riqueza soberana del país que se especializa en inversiones extranjeras. Debido a los miles de millones de dólares en excedentes de la industria del petróleo y el gas, el gobierno de Qatar ha dirigido inversiones a Estados Unidos, Europa y Asia Pacífico. Adicionalmente Qatar ha demostrado reservas de petróleo de 15.000 millones de barriles y campos de gas que representan más de 13% del recurso global. Como resultado, es el Estado per cápita más rico del mundo. Ninguno de sus más de 2 millones de residentes vive por debajo del umbral de la pobreza (tomado de https://www.expreso.ec/opinion/columnas/catar-uno-de-los-paises-mas-ricos-del-mundo-FI2569337).

Como hay mucho gas en el mundo, porque además el precio del barril está bajo, los inversionistas siempre van a preferir menos riesgo en su inversión. 

El mercado se impuso al socialismo/populismo de América del Sur: ahora el mercado dicta las relaciones gasíferas, no los Estados.

Con una producción anual de gas que no superó 60 millones de metros cúbicos días (Mmmcd) no hay condiciones para que el país ser gravitante en el escenario energético regional, menos global. 

La única fórmula del éxito –comprobada en varios países, entre ellos Estados Unidos– es abrir el país y permitir la inversión extranjera, sin presiones estatales, retirar al Estado de su rol de operador y solo mantener regulador, tener una nueva ley de hidrocarburos, de electricidad y de energía y definitivamente dar certidumbres y reducir presiones fiscales, ecuación a la que debe sumarse: cero populismo/socialismo. 


[1]http://eju.tv/2018/12/jubileo-califica-de-cuestionables-los-resultados-de-inversion-en-exploracion-de-hidrocarburos/

[2]https://www.forbes.com.mx/nuevos-proyectos-y-demanda-de-petroleo-y-gas-se-aceleraran-en-2019/

[3]https://www.forbes.com.mx/lo-logico-era-terminar-aqui-juan-carlos-zepeda-expresidente-de-la-cnh/