Primera escena. Crisis económica.
Un país con una profunda crisis económica por la impericia en el manejo adecuado de los recursos ingentes que ingresaron, producto de una renta petrolera que se desperdició a manos llenas. Pero que aún con una fuga de capitales calculada en no menos de 475.000 millones de dólares, hoy tiene más del doble de los ingresos por barril de petróleo que tenía hace un año, ya que su precio pasó de 20 dólares a poco más de 40 dólares.
Segunda escena. Pueblo en miseria.
Un pueblo pasando hambre, depauperado, con miseria en sus calles, pobreza atroz en contraste con sectores opulentos que muestran su riqueza sin disimulo. Gente muriendo porque no tiene insulina o pastillas de la tensión, niños de la calle que se bañan en espejos de agua de Los Caobos que tienen semanas sin ser limpiados. Adultos mayores tirados a la indigencia porque la asistencia social es miserable o inexistente.
Tercera escena. La culpa es del imperio.
Un gobierno irresponsable, victimizado como si fuese el ombligo del mundo, responsabiliza a Trump de no tener insulina para los enfermos, cuando este problema data de más de tres años, y así, sistemáticamente todo es culpa del imperio, y lo peor es que el imperio alimenta este lloriqueo con amenazas que incumple y acciones sin resultados verificables que certifiquen las sanciones impuestas.
Cuarta escena. La MUD sin conectores políticos.
Una parte de la oposición representada en la MUD, con todo para ganar la voluntad de la mayoría del pueblo venezolano, descapitaliza su posición de ventaja pasando de llamar a sacar a Maduro a participar en unas elecciones regionales sin fecha, mientras sus líderes recorren el mundo pidiendo más sanciones contra el gobierno. Incapaces de presentar una estrategia y una opción verdadera para un país deprimido, desmovilizan la calle y crean permanentes expectativas que no se pueden cumplir por inviables.
Quinta escena. Ausencia de conducción política.
Una mayoría silente, descontenta con la conducción política del gobierno y de la MUD, no encuentra cómo expresarse de manera eficiente, es un gran sector desorganizado, y también sin conducción política que pueda representar el descontento que en concreto siente, ante un país de promesas que se va de las manos para las próximas generaciones.
Sexta escena. La alternativa no termina de nacer.
Sectores desprendidos del chavismo, bolivarianos unos, otros de izquierda democrática, críticos al gobierno de Maduro, en comunicación pero dispersos ante el requerimiento de la mayoría que exige pasar a ser el nicho de organización y articulación de una alternativa. No terminan de dar el paso para la creación de una instancia superior, tanto de articulación propia como con la dirigencia tradicional con capacidad de movilización.
Escena por construir.
Ahora lo que queda por hacer es tirar el resto, entender la exigencia de las mayorías, generar nuevas esperanzas pero sin falsas expectativas, crear una instancia de debate táctico, y seguir con el desarrollo de propuestas estratégicas para la transición, que hagan sentir que vale la pena seguir luchando para que el gobierno cambie con la convicción de la mayoría de que ese cambio será imprescindible para salir de la crisis que hoy padecemos.
Más allá de la MUD y el PSUV hay una alternativa que debe construirse desde abajo, desplazando a los de arriba, sin complejos ideológicos, pero con las ideas claras, sin demagogia, pero con mucha esperanza movilizadora, capaz de unirnos en solo fin, nuestro país: Venezuela.
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