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Enfermarse en el imperio

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Para cualquier ciudadano del mundo es difícil entender el debate en Estados Unidos sobre la reforma de la ley de salud sancionada por Barack Obama, popularmente conocida como Obamacare.

Hace siete años el gobierno de Obama aprobó una ley que esencialmente lo que hace es regular las coberturas de seguros médicos privados, haciéndolas más justas en algunas de sus cláusulas, y a la vez extendiendo la cobertura de seguros médicos gubernamentales a individuos y familias con ingresos ligeramente superiores al índice de la pobreza.

Explicar en qué consiste esta ley y lo profundo de la discusión es también complicado. Hay que estar claro, primero, en que el costo de ir al médico en Estados Unidos es alto, sea para hacerse un chequeo general o para quitarse unas verrugas de la cara. Ni hablar si se trata de una cirugía plástica o de una operación mayor. Por lo tanto, tener seguro médico es imprescindible.

En Estados Unidos no hay hospitales públicos, ni nacionales, ni regionales, ni locales. No hay salud gratis. Para pagar por ella, usted tiene cuatro opciones: adquirir una póliza de seguro médico privada; asegurarse con Medicaid, que es un seguro público fundamentalmente para niños, mujeres en estado de gravidez y discapacitados de bajos ingresos; asegurarse con Medicare, que es un seguro público de bajo costo para mayores de 65 años de edad, o no tener seguro y pagar los altos costos de ir al médico y de las medicinas (muy caras también).

Con los seguros públicos, administrados por los estados y pagados mayormente con aporte federal, a usted lo atienden en un hospital o clínica privada. La mayoría de los asegurados con pólizas privadas las han adquirido a través de las empresas donde trabajan que ofrecen ese beneficio. La cosa no es tan fácil para quienes tienen un ingreso un poquito más alto que el de los cubiertos por Medicaid y a quienes de todas maneras no les alcanza para pagar un seguro privado, ni están asegurados a través de un empleador. Estos pueden ser trabajadores con jornadas de hasta más de 40 horas, pero con varios patronos que no les pagan beneficios, o gente que trabaja por su cuenta. Mucho más duro es para los desempleados.

La media del ingreso familiar norteamericano está en alrededor de 55.800 dólares al año. El promedio anual de lo que paga un empleado en Estados Unidos por su seguro médico a través del patrón es de aproximadamente 10% de ese total. Uno siempre paga, aunque el patrón sufrague la mayor parte. Los seguros baratos y de buenos beneficios son los de los empleados gubernamentales (locales, estadales y federales). Pero la mayoría de los estadounidenses no trabaja para el gobierno. Y una porción importante de la población se mantiene con varios empleos, porque el cheque no alcanza, y porque incluso empresas muy grandes contratan a tiempo parcial para evitar la oferta de beneficios adicionales al salario.

Las primas con pagos del empleado y del empleador están en más de 18.000 dólares al año en promedio. Cuando usted la paga por su cuenta, le sale más cara. Y recuerde, estar sin seguro es bastante oneroso. Un chequeo rutinario, con seguro, le cuesta mínimo 20 dólares, 30 dólares o 40 dólares, nada más para que lo vean. Si no está asegurado, la cita puede costarle más de 100 dólares. Los exámenes en sí (sangre, electro o rayos X), sin seguro, cuestan más que la mera visita al doctor.

La vigente Ley de Asistencia Asequible, que es el nombre oficial del Obamacare, fue propuesta y aprobada para que el mayor número posible de estadounidenses estuviera asegurado y que por esa vía tuviera acceso a los servicios de salud. Desde 2014, que fue cuando se empezó a implementar la ley a todo dar, Obamacare benefició a entre 20 y 24 millones de ciudadanos que antes no estaban asegurados. Una medida considerada por la ley para bajar las primas fue imponer el seguro médico obligatorio a toda la población, para que los más jóvenes y los más saludables compensen los gastos de salud de los mayores y de quienes sí se enferman. Esta fue una de las principales objeciones de los republicanos al programa. Quienes no se aseguran son penalizados con más impuestos.

La actual ley prohíbe a las compañías de seguro negar cobertura a individuos que tienen condiciones de salud preexistentes. Es decir, si a usted le descubrieron una enfermedad terminal y no lo sabía antes de estar asegurado, puede comprar una póliza de seguro médico y no pueden cobrarle más por esa condición. O el recién nacido que vino al mundo con una enfermedad congénita. Tampoco pueden negarle ser asegurado. Antes no era así.

Acorde con esta ley, los padres de jóvenes menores de 27 años de edad pueden tener a sus hijos en sus pólizas de seguro colectivo si estos viven con ellos. (Nadie puede incluir a sus padres en una póliza de seguro subvencionada parcial o totalmente por un empleador. Las empresas aseguradoras permiten solo la inclusión de cónyuges e hijos).

A quienes no tienen cómo pagar una póliza de seguro privado y no califican para obtener Medicaid, la ley les da un subsidio para que paguen hasta donde les alcance, a través de un Medicaid expandido, siempre y cuando el estado donde vive el ciudadano se haya adherido al programa de Obamacare. Si el estado donde vive la persona no se adhirió al Obamacare y la persona no tiene recursos suficientes para su salud, lo que le queda es acudir a un centro comunitario, si es que existe, en su localidad, o ver cómo se cura. Todos los hospitales están obligados a admitir pacientes en la emergencia. Después se verá cómo se realizan los arreglos de pago.

El asunto es que Obamacare tuvo siempre una muy fuerte oposición por parte del Partido Republicano, y ahora, estando este en el poder con mayoría en el Congreso, no ha podido reemplazarlo, sencillamente porque una mayoría de los votantes, especialmente los veinte y pico de millones que tienen acceso a los servicios de salud, no quiere que se eliminen los beneficios obtenidos.

El debate ha sido puramente ideológico. Los republicanos han explotado al máximo el temor del norteamericano medio a que el Estado se inmiscuya en exceso en sus asuntos privados. Su idea es que las fuerzas del mercado sean las que regulen los servicios de la salud.

A quien tuvo la paciencia de leerme hasta aquí, debo decirle que es mucho lo que me faltó por explicar y aclarar acerca de esta ley. El costo de las pólizas privadas de seguros ha aumentado; la participación de las aseguradoras privadas en el programa ha disminuido en varios estados; casi todas las asociaciones de los profesionales de la Medicina están en contra de las propuestas de eliminación del programa por parte de los republicanos, quienes por segunda vez en seis meses no pudieron presentar su ley en el Senado a mediados de semana porque no contaban con los votos necesarios en su propia bancada. Por otro lado, por ahí anda el ex precandidato Bernie Sanders, quien propone crear un único seguro (Medicare for all) pagado con fondos públicos para cubrir los gastos de salud de la población en general, sin abolir necesariamente la prestación de servicios privados.

Los medios de comunicación estadounidenses se concentran más en informar sobre el fracaso de los republicanos en conseguir los votos para eliminar Obamacare que en los costos de ir al médico en Estados Unidos. La discusión de los políticos, que es la que proyectan los medios, se centra en el costo de las pólizas y no en el costo de ir a hacerse unos exámenes o comprar una medicina. En todas partes del mundo un seguro es para cubrir lo inesperado, lo catastrófico, no los gastos cotidianos, pero en el sistema de salud norteamericano, los seguros se usan para poder ir al médico o someterse a un tratamiento.

La mayoría de los norteamericanos, según varias encuestas (Gallup y Pew), apoya la creación de un sistema único de salud respaldado por fondos federales. Es decir, se ha resquebrajado el mito de que el libre mercado lo puede todo. A pesar de ello, los políticos y los medios todavía tienen miedo de proponer cambios radicales al sistema. “¿Quién pagará por eso?” es la pregunta que surge inmediatamente en el país más rico del planeta.

Uno de los argumentos más fuertes de Sanders en su propuesta es que Estados Unidos es el único país desarrollado del mundo que no protege la salud de todos sus ciudadanos y que en países como el Reino Unido, Australia y Canadá, se ofrecen servicios de salud gratuitos. No hay nación sobre la tierra que tenga un sistema de salud exclusivamente privado. Por eso hablé al principio de los ciudadanos del mundo y no específicamente de Venezuela, donde teníamos una combinación de ambos sistemas de salud, el público y el privado, y ahora no tenemos ninguno.

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