La hiperinflación ha comenzado 2019 completamente desbocada en simbiosis con un salario mínimo que a tasa oficial supera los 7 dólares, y por el mercado paralelo apenas si llega a los 4 dólares, es decir, los ingresos de los trabajadores no significan absolutamente nada, porque en el mejor de los casos ni con 10 salarios mínimos se puede cubrir la llamada canasta alimentaria que para el mes de noviembre de 2018 había superado la cifra de 164.000 bolívares¹, razón por la cual, si asumimos que los precios cuando menos se duplican entre un mes y otro, esto quiere decir que para el primer mes del año en curso esos mismos comestibles deben estar superando la suma de 400.000 bolívares, o lo que es lo mismo, unos 90 salarios mínimos.
Es seguro que de manera demagógica el 10 de enero en la toma de usurpación del poder que tendrá Nicolás Maduro dirá de manera pomposa que aumentará tal salario, conforme al valor del “medio petro”, momento en el cual su claque se levantará de sus asientos para aplaudir la semántica de la miseria laboral, porque, en todo caso, tales ingresos ni siquiera llegarán a los 30 dólares iniciales en que fijó el salario mínimo cuando anunció su “plan económico” que solo ha terminado por hundir las condiciones de vida de los venezolanos, y ha acelerado la hiperinflación hasta niveles que superan las 7 cifras anuales y seguramente llegarán a las 8 cifras en los próximos meses.
Lo irónico es que ese nuevo “aumento” de salario –en términos nominales– que en la praxis se convierte en una disminución real del poder de compra de los trabajadores, será financiado con mayor emisión de dinero electrónico, o sea, un dinero virtual que solo viene a acelerar la hiperinflación –aunque según Pascualina Curcio el dinero inorgánico no genera aumento de precios– y, por ende, en nada soluciona de fondo el problema de los venezolanos.
De hecho, el mal llamado bolívar “soberano” se ha devaluado aproximadamente 60% en los días que van de enero en relación a cómo cerró su valor en 2018, lo cual presagia que el incremento de los precios será no en cuestión de días, sino de horas, como se está observando en distintos productos, lo que viene a agravar la compleja situación social de los venezolanos.
Si a esta situación observamos que el madurismo “ajustó” el salario mínimo en diciembre, queda en evidencia no solo el fracaso de las medidas aplicadas, sino que tales “aumentos” tendrán que realizarse de manera quincenal, semanal, hasta que lleguemos a un estado de shock económico en donde los incrementos tendrán que hacerse de forma diaria, porque la velocidad de los precios será imparable, debido a la negligencia que ha mostrado el madurismo para enfrentar la crisis económica.
Lo más preocupante de toda esta realidad es que en la medida que en el contexto hiperinflacionario se multiplique, el cierre de empresas también acelerará su marcha, y no solamente se trata de la pérdida de empleos, sino que al estar liquidado en su valor el bolívar, serán muy pocos lo que optarán por emplearse, porque simplemente el trabajar con ingresos semejantes se ha convertido en una entelequia. ¿Valdrá la pena realmente “trabajar” si los salarios ni siquiera cubren los costos de transporte de una semana? La respuesta es tácita.
Esta situación también ha originado que toda la administración pública –con sus contadas excepciones– se haya convertido en una matraca como forma de supervivencia, lo que ha degenerado por completo la función pública. Así tenemos que trabajadores de empresas de servicios –agua, gas, electricidad y telecomunicaciones– cobren a las comunidades por sus labores de mantenimiento y reparación hasta en moneda extranjera. Veamos cómo para obtener cualquier documento haya que “bajarse de la mula”, o peor, que las llamadas alcabalas, tanto de policías como de militares, soliciten sus “colaboraciones”, en especial a los transportistas de alimentos, quienes obviamente contabilizan tales movimientos de mercancías en sus estructuras de costos, contribuyendo al aumento exorbitante de los precios. ¡Claro! Para los maduristas, y la senectud resentida que defiende el régimen, hechos como los descritos son culpa de una “guerra económica” originada por el imperio.
Haga lo que haga Maduro no podrá sacar a Venezuela de este atolladero. Por el contrario, es lo que desea hacer porque todas sus acciones están orientadas hacia la aniquilación del país, al punto de que de manera disfrazada y por menos de 1.000 millones de dólares, prácticamente ha regalado la industria petrolera a un consorcio francés y un magnate del odiado imperio norteamericano², a quienes incluso ha llegado al extremo de exonerarles pago de regalías e impuestos, o sea, convenios de peores condiciones para la república que en tiempos de la llamada apertura petrolera, o, lo que es lo mismo, la venta disfrazada de Petróleos de Venezuela (Pdvsa) en donde solo la cúpula madurista sea la beneficiada, y que el pueblo sea sometido a la más espantosa miseria.
La aceleración de la hiperinflación ha entrado peligrosamente en niveles insoportables. Venezuela está siendo destrozada en todos los niveles de la sociedad dependiente de salarios, al punto de que ningún trabajador podrá adquirir ni siquiera alimentos para uno o dos días, lo cual nos lleva hasta una situación forzada de huelga de hambre en la mayoría de la población.
Verbigracia, todos seremos condenados a pasar estados de inanición, porque al madurismo, en su afán de perpetuarse en el poder, no le importa en lo más mínimo el sufrimiento del pueblo, porque nunca su interés ha sido parar la perversa hiperinflación, que sigue utilizando como herramienta política para que termine de emigrar la población técnica y profesional, y al final solo la más “vulnerable”, como de manera eufemística le llaman a los venezolanos en absoluta miseria, sea la que termine por quedarse en el país y, con ello, puedan controlarla de manera despiadada y criminal para preservar sus mezquinos intereses políticos.
Si usted, amigo madurista, siente que ahora vive mejor, o cada día que transcurre observa que el país aumenta su nivel de vida, siga apoyando a Maduro. Ahora, si ve que está engrosando las listas de quienes estamos siendo registrados en una huelga forzada de hambre y múltiples necesidades sociales, vea los rostros y los estómagos de la cúpula madurista. Tal vez ellos tengan las respuestas a cómo sobrevivir con un salario mínimo en tiempos de hiperinflación y destrucción del signo monetario. 10 de enero se inicia no solo una usurpación del poder, es la oficialización de una huelga forzada de hambre del pueblo de Venezuela.
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