El miércoles 5 de octubre recibí el doctorado Honoris Causa otorgado por la Universidad del Zulia. Ha sido uno de los días más emocionantes de toda mi vida. Lo recibí en el histórico Teatro Baralt de Maracaibo gracias a la promoción de la Facultad de Derecho, así la llamábamos antes, y la conformidad de las autoridades superiores del Consejo Universitario. El doctor Román Duque Corredor, ampliamente conocido en el campo profesional y docente, recibió la misma distinción. Para mí también fue muy satisfactorio compartir este reconocimiento con el doctor Duque, a quien siempre he admirado y respetado.
Ahora siento reforzado el compromiso que siempre tuve con las universidades en general, pero con la públicas y gratuitas especialmente. Todas están en estado deplorable. Sobreviven por la vocación de servicio de quienes las dirigen los cuales, más allá del deterioro de la planta física y de las crecientes ausencia en el personal docente, están a la altura de los duros requerimientos actuales. De hecho, no cuentan con la colaboración del régimen, el cual no cumple ni medianamente los compromisos presupuestarios existentes históricamente. Pareciera que su política es reducirlas a su más mínima expresión. Pero, no lo lograrán. Autoridades, personal docente y administrativo, obreros y empleados y, por supuesto, el movimiento estudiantil organizado lo impedirán. Trabajan en la misma dirección.
Igual que en todas las universidades, la situación crítica que soporta estoicamente la Universidad del Zulia, impone obligaciones inexcusables a quienes le debemos todo cuanto hemos hecho. En las palabras que pronuncié el pasado miércoles en el acto correspondiente, hice un dramático llamado a todos los colegios y gremios profesionales de egresados para tomar contacto inmediato con la facultad correspondiente y buscar soluciones inmediatas a los problemas que cada una presente. Algunos ya lo hacen, pero muy tímidamente. Es importante que todos recordemos que este trabajo es con la mirada puesta en nuestros hijos, nietos y estudiantes por venir en general. Sé que podemos hacerlo. Nadie en su sano juicio, negará su participación en una tarea como la que hemos propuesto.
De esta manera estaríamos colaborando activamente con el nuevo gobierno que habrá de sustituir al régimen actual. Es la forma de resolver definitivamente los problemas básicos de Venezuela, uno de los cuales es la educación en el sentido más amplio.
Las autoridades superiores y cada uno de los decanos deberían tomar la iniciativa del contacto inmediato con los colegios que agrupan a sus egresados. Casi todos mantienen esa relación, pero la estoy refiriendo, en este caso, al planteamiento de supervivencia al que nos hemos referido.
Esto será apenas un paso en el camino hacia la Refundación de la República planteado hace más de un año por la Conferencia Episcopal Venezolana. El país está peor que entonces. Ya basta.
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