Todos los días son un milagro. Despertarnos, respirar, poder levantarnos de la cama, tener algo qué comer, alguien a quien amar y algo en lo que sentirnos útiles o servir son muestras de que la vida es sencilla. Si queremos una vida extraordinaria, debemos primero creer que ya es extraordinaria per se. Desde esa óptica, hacer de todo un detalle una ocasión memorable.
Pero, ¿qué nos aleja de la felicidad y nos hace ver la vida con tanta complejidad?
La mayoría hemos sido “domesticados” para ver y encontrar la felicidad en la pareja “perfecta”, en el trabajo “ideal” o en los grandes momentos como las graduaciones, el nacimiento de nuestros hijos o en esos días que marcamos en un calendario para celebrar una y otra vez. De esta manera, condicionamos la felicidad a la espera de los “grandes momentos” y muchas veces con expectativas que no se cumplen o suceden de manera distinta a la imaginada lo cual genera frustración y sensación de infelicidad.
La psicóloga Jennifer Aaker, de la Universidad de Stanford, realizó diversos estudios y concluyó que las personas logramos la felicidad cuando perseguimos objetivos concretos, por muy pequeños que sean. Por ejemplo, hacer sonreír a alguien.
En República Dominicana, un video viral recoge por estos días la petición de Milagros Valdés Báez, de 106 años de edad, para quien la felicidad sería reencontrarse con su hijo que vive en Nueva York. No lo ve hace 19 años. Milagros no desea viajar, sino solo verlo antes de morir. Ojalá y lo consiga.
Para hacer de cada pequeño momento un instante mágico, necesitamos entrenarnos, reeducarnos y enfocarnos en nuestros propósitos. El cerebro necesita metas alcanzables y que lo reten para mantenerse en el camino del optimismo.
Estudiar más profundamente la felicidad nos llevará en mayo a visitar Butan, junto con un grupo de exploradores de conciencia, después de pasar por Nepal y Tíbet. El último reino del Himalaya es un país que hace apenas 20 años recibió la influencia de la televisión y ahora se está conectando a Internet de manera masiva.
Imaginemos a un niño de aproximadamente 5-6 años. Ese es el mejor ejemplo de vivir en el aquí y en el ahora. Juega entretenido con cualquier cosa que despierte su imaginación. No piensa demasiado en el mañana. Simplemente está disfrutando el momento y sintiendo. Vivamos la vida como los niños y celebremos cada pequeño detalle.
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