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El plano topográfico de Branger

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Pocos son los planos del siglo XIX que en detalles nos muestran las principales ciudades de Carabobo; dos, sin embargo, merecen la pena destacar por su calidad y rica información. El primero de ellos, el Gran Plano Topográfico que de Puerto Cabello hiciera el general Andrés Aurelio Level en 1879, impreso en el taller litográfico de Félix Rasco, extraordinario documento coloreado que muestra las principales calles, callejas y edificios de la época; el original, por fortuna, se encuentra en la Mapoteca de la Biblioteca Nacional. El segundo plano es precisamente el que anima estas líneas, pues poca atención parece recibir por estos días, nos referimos al Plano Topográfico de Valencia (1877), cuya autoría correspondió al entonces bachiller Ernesto L. Branger, más tarde aventajado agrimensor público, elaborado bajo la dirección del coronel de ingenieros Carlos Navas Spínola, el célebre constructor de la Caja de Agua, en cuyo honor el Ilustre Americano bebió “las glorias de Navas Spínola” en la copa de oro elaborada por el artista Manuel E. Villanueva, cuando se inauguró el acueducto de la ciudad. Valencia había adquirido grandes proporciones, también su fisonomía urbana había cambiado. Refiere doña Luisa Galíndez que el bahareque utilizado para la construcción de las casas humildes y los ladrillos y piedras en las residencias pudientes son reemplazados por el adobe, sistema que gustaba mucho porque no solo era económico, sino que gracias al recién inaugurado acueducto, había abundante agua para su elaboración.

El plano resultaba útil para identificar los principales sectores de la Valencia urbana, sus calles y principales edificios públicos y de interés. La Voz Pública correspondiente al 24 de julio de 1877 le dedica una extensa nota: “Para que nuestros lectores tengan una idea de esa carta geográfica les diremos: que en ella constan los límites de las parroquias, está determinada la parte fabricada y la no fabricada, están  hechas las  mensuras de una y otra parte, detallados los edificios públicos, plazas, iglesias etc., determinado con precisión el curso del río, fijado el  nombre de todas y  cada una de las calles; entendiéndose el plano hasta detallar las casas de paja de los suburbios como Camoruco  y la Quinta y hasta las pampas del Palotal…”.  Las dimensiones de la ciudad se advierten claramente, cuando en otra parte de la nota leemos: “Las dos calles que tiene Valencia de mayor longitud son la de la Constitución, que mide desde el Pato hasta la última cuadra del Palotal 3.000 metros; y la de Colombia, que está toda literalmente sellada de casas y que mide 2.300 metros. Este solo dato basta para publicar la importancia física de la ciudad de Valencia, que va cada día en creciente desarrollo”.

Desde ese órgano periodístico al tiempo que se elogiaba la calidad del plano por ser “perfecto y precioso, hecho con una fijeza y escrupulosidad tales que lo hacen soberanamente notable”, se exhortaba a las autoridades a negociarlo con sus autores para que fuera expuesto en el gabinete de geografía del Estado o en la sala de la Municipalidad, sugiriendo hacerlo litografiar para costear su adquisición.

Suponemos que el plano de Branger, al que se refería La Voz Pública, es el mismo que publica la recordada revista literaria El Cojo Ilustrado en su edición del 1 de mayo de 1895, al incluir un elogio sobre la capital carabobeña: “… En el plano que publicamos, obra del señor Branger, se observa cómo se extiende y cobra importancia la ciudad de Alonso Díaz: al norte, amplia y recta, la indescriptible avenida de Camoruco, bordeada de arbustos del trópico, caprichosas quintas, hasta los almacenes de las estaciones ferroviarias inglesa y alemana; al este, San Blas, el Morro, la riquísima cantera proveedora del mármol que pavimenta las calles y que se prodiga allí en monumentos y obras de arte; al sur, los Corrales, el diseminado caserío hasta dónde va la juerga dominguera del populacho alegre; al occidente, Guacamaya, la empinada roca que parece vigilar por sus negros y grandes ojos de oscuras cavernas, ceñida por el camino célebre que lleva a la pampa gloriosa en donde se selló la independencia de Venezuela;  en el centro poblado, la multitud agitada y bulliciosa, el trabajo, los negocios, el foro, la universidad, la prensa, los clubes, los parques, la moda, la metrópolis.  Nombres de libertados designan sus calles, mezclados a nombre de inmortales campos que recuerdan días de gloria y de hechos que señalan brillantes acciones cívicas y militares: Sucre, Urdaneta, Ricaurte, Girardot, Martín Tovar, Carabobo, Boyacá, El Juncal, Colombia, La Constitución, La Independencia, La Libertad, La Paz.  Ella fue madre de eminentes varones y ha sido y es providencia de hijos que son orgullo o esperanza de la República”.

No resulta claro si este plano llegó a ser impreso y finamente circuló, la nota periodística aparecida años antes en el periódico de los hermanos González Guinán tan solo invitaba a quienes quisieran conocerlo, contactar a Mariano C. Revenga quien lo tenía en su poder. Se trataba del mismo ingeniero que en 1877 dirigió el montaje del bronce de Guzmán Blanco, colocado en la plaza dedicada al autócrata civilizador. ¿Estará el plano original todavía en manos de algún particular? De ser así, indudablemente, valdría la pena la búsqueda, promoviendo su impresión para conocimiento del público en general.

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@PepeSabatino

 

 

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