COLUMNISTA

El país de las últimas cosas

por Ender Arenas Ender Arenas

La ONU eleva a 6,8 millones los migrantes y refugiados venezolanos en todo el mundo

Tomo prestado el título de la novela de Paul Auster para titular esta nota, en verdad, la tomo de la referencia que hace Irene Vallejo en su excelente trabajo: El infinito en un junco.

Me tomo ese atrevimiento al leer las últimas noticias de las estadísticas que hacen referencia a la migración masiva de venezolanos.

¿Hacia dónde se dirigen?, bueno hacia todo el mundo. Se empieza por los países que están más cerca: Colombia, Brasil, Ecuador, Perú. Luego se emprende el camino hacia el lejano Chile y Argentina y después de reversa, nunca para Venezuela, sino que emprende un largo camino hacia el norte, atravesando de nuevo montañas, selvas y peligrosos ríos, medio continente.

Cada vez se evidencia una tendencia irreversible en la huida del país y ya rebasa las fronteras de todo el continente y en un número cada vez mayor los venezolanos se arriesgan a llegar más lejos.  Así, cada vez son más frecuentes noticias de venezolanos que residen en Nueva Zelanda, Australia, etc.

El régimen hace propaganda y aduce que el país ha superado la crisis. Esa narrativa oficial procura convertirse en la representación social dominante. Recientemente, alguien que había ido a Venezuela a gestionar asuntos familiares al regresar del país me comentaba contento que efectivamente la situación ha mejorado hasta el punto que tres hamburguesas le costaron 14 dólares.

Por supuesto, lo que a él se le olvidó comentarme es que en el país donde ahora reside tiene un excelente trabajo donde gana 6.000 dólares.

Pero, esta no es la realidad de millones de venezolanos cuyo salario apenas le alcanza para una semana de comida.

Así, pues, la realidad es que el número de venezolanos que viven en verdadera miseria, salen del país para buscar una mejor vida crece cada vez más y también, y cada vez más, muchos mueren en el camino.

Esto, por supuesto, contrasta abiertamente con la narrativa oficial de que el país se ha vuelto una fiesta y la del amigo que se harta de comer hamburguesas compradas con dólares ganados en Estados Unidos.

Sin lugar a dudas, Venezuela parece calcar el mundo distópico de la novela de Auster. Al igual que aquel, en Venezuela todo parece estar condenado al fracaso. Todas las certezas se han volatilizado y aunque los países no desaparecen, todos parecen aguardar una catástrofe mayor y salen huyendo antes que esta se produzca, aunque en la huida se les puede ir la vida.

Perdón por la tristeza, como dice Sabina. Será que esta nota la escribo en uno de esos días en la que uno, por ejemplo, lee la prensa y se encuentra con dos actos de crueldad mayúscula llevados a cabos por los gobernadores republicanos de Texas y Florida en la que se involucra a venezolanos que son despachados sin más, por el primero a una isla donde vacacionan millonarios estadounidenses, donde fueron llevados bajo engaño, con el objetivo de buscar efectos políticos electorales usando inhumanamente a los venezolanos como objetos de mero cálculo. En esta acción casi se escucha la risa, la carcajada, como la del “Joker”, del gobernador de Florida, Ron Desantis.

El otro caso, una crueldad mayor, del gobernador de Texas, Greg Abbott, con seguridad uno de los políticos más atrasados de la política estadounidense, por supuesto todavía un poco lejos de Trump. Este gobernador metió en 2 autobuses más de 100 venezolanos, tratados igualmente como cosas o, peor, animales los depositó frente a la casa de la vice presidenta Kamala Harris.

Seguramente también él debe estar riéndose como la verdadera hiena que es (con el perdón de las hienas).

Debo puntualizar que no es que los venezolanos seamos unos niños de pecho, no, para nada. Los hay malucos que hacen atrocidades donde han llegado. Pero, primero, no son todos los que se comportan de manera disfuncional, de hecho es una minoría; segundo, la mayoría de los venezolanos que han cruzado cualquier frontera hacen esfuerzos todos los días no solo para integrarse en países, de costumbres, idiomas y haceres diferentes, sino para aportar con su trabajo y creatividad a la nueva situación donde están inmersos.

Solo que esos no producen las noticias que genera el Tren de Aragua o la banda Los Maracuchos, organizaciones transnacionales del crimen y por ellas ha terminado juzgando a la mayoría.

Ojo, no somos tampoco el ombligo del mundo, como muchos se lo creen. Ni nuestro Himno es el más bello del mundo, ni nuestro país es el mejor del mundo. Hoy, casi con seguridad, estamos más cerca de Haití que de, por ejemplo, Uruguay.

En algún momento de 1828 Briceño Méndez, prócer de la Independencia y sobrino político de Bolívar, le escribe: “El gran problema que tenemos es la miseria. No puede describirse el estado del país. Nadie tiene nada y poco ha faltado para que el hambre se haya convertido en una peste”.

En este sentido, Venezuela ha trastocado la frase de Marx: “La historia se repite dos veces, primero como tragedia, la segunda como farsa”. Aquí hemos tenido con la instauración del chavismo solo tragedia, aun cuando el comportamiento de algunos personajes del chavismo, especialmente las de sus figuras icónicas, han sido y  son ridículas y cómicas.