Recientemente, Guy Sorman publicó en el ABC de Madrid un artículo durísimo contra el consenso europeo. Como excepcional analista, Sorman nos trae a colación de que la causa fundamental de la inflación no es la guerra contra Ucrania, sino los gobiernos, los bancos centrales y los formadores de opinión pública que influyen en ellos.
En este punto, hay que retrotraerse diez años atrás cuando Estados Unidos comenzó a explotar sus cuantiosas reservas de gas y petróleo escondidas o atrapadas en esquistos subterráneos. Así las nuevas técnicas de explotación y su respectiva autorización por el gobierno permitieron la extracción de estas grandes reservas. De esta forma Estados Unidos se convirtió en exportador neto de gas, y en la actualidad no depende de los distribuidores rusos, árabes, o africanos. Quizá, lo más importante: en Estados Unidos el precio del petróleo y del gas tienden a bajar, mientras que en Europa occidental sucede todo lo opuesto, porque los europeos dejaron de invertir en petróleo y gas desde el año 2015, en vista de que creían que la “abundancia” (país de Jauja) estaba asegurada dado que el poderoso “oso” ruso se encargaría de esto. Adicionalmente, Europa entregada políticamente a los ecologistas (partidos verdes, etc), se había cruzado de brazos y no intentó para nada buscar gas de esquisto. Por otra parte, el descenso de los precios internacionales de la energía, también desalentó a quienes podían invertir en lo que aparentaba ser una fuente de energía no rentable y carente de futuro.
Ahora bien, a este cálculo económico que ahora mismo ha demostrado ser muy impreciso, se ha agregado la presión de los ecologistas y de los gobiernos bajo su tutela o influencia (España, por ejemplo) para impedir o desaconsejar el financiamiento de la explotación de petróleo y gas. En este orden de ideas, la mayoría de los gobiernos europeos al ceder al “hechizo” ecológico que lucía a su vez políticamente correcto y económicamente rentable, emprendieron proyectos en la búsqueda de energías “sostenibles” principalmente la eólica y la solar. Y al mismo tiempo, la energía nuclear se relegó o se suspendió como en Alemania.
Esta “estrategia” o visión optimista del futuro llevó además a la Unión Europea a prohibir los motores de combustión (gasolina y gasoil), sin preocuparse mucho de cómo irían a producir la energía necesaria para estos vehículos eléctricos.
De este modo, Europa occidental se ha encerrado en una situación angustiosa, bajo la bota rusa (bloqueo energético) prohibiendo el carbón de ayer y la energía nuclear de mañana. Putin, nuestro moderno dictador (Hitler reformulado) solo tenía que cerrar la llave de paso, tal cual como lo ha hecho, para conseguir al alimón un alza en el precio de los hidrocarburos y el gas (favoreciendo a los exportadores rusos). El gobierno alemán ha reaccionado, defendiéndose, con la puesta de nuevo en funcionamiento de sus centrales atómicas, haciendo poner el grito en el cielo a los ecologistas (fuertes en Alemania).
Pero, luego de diez años de errores de política energética y ambiental, continúa Europa occidental dando traspiés sin un buen plan que funcione realmente en el largo plazo. Muchos apuestan por las minicentrales nucleares que ya funcionan en California (Estados Unidos). Por alguna razón el dólar se ha revalorizado en 15% en relación al euro.
Otra segunda, y la más importante causa para nosotros de la inflación, fue la gestión populista frente a la epidemia del covid. Efectivamente, para que la epidemia no causara mucho daño y redujese el nivel de vida de los europeos, además de la salud y de la vida normal, se acudió a un artilugio monetario. Esto es, se permitió que el Banco Central de Europa optara por crear poder adquisitivo de los préstamos con tasa cero de interés (esto último estimuló un auge bursátil y de las criptomonedas).
Algo loable y casi mágico. Pero la economía, como ciencia dura e inflexible que es desde los tiempos de David Ricardo, no perdona. Llegó el momento de pagar las acreencias. Y este reembolso hubiese sido factible y exitoso si la producción de bienes y servicios hubiese repuntado con fuerza. Pero a la vista del elevado costo de la energía, esto no ha sido posible. El alza de precios a los desprevenidos consumidores resulta de una demanda que éstos no pueden satisfacer, y también constituye el vehículo para que las empresas paguen sus deudas derritiéndolas con este aumento. Más aun: esta indelicada e inoportuna inflación también funde las deudas públicas de países como España (tan endeudada como Estados Unidos). De esta forma, se cae fácilmente en un espiral difícil de salir: se aumentan las pensiones y los sueldos, y de nuevo saltan los precios.
Todo esto al parecer es la pura y solemne verdad. Nos recuerda nuestro analista excepcional que “si no se dice los pueblos europeos abandonarán a Ucrania, convertida en chivo expiatorio de nuestros males Putin sigue contando con nuestro cansancio y nuestra incapacidad para hacer autocrítica. ¿Vamos a darle la razón y seguir mintiéndonos a nosotros mismos?” Total, decimos nosotros: un fracaso de los grandes expertos de la Unión Europea, del Banco Central de Europa e incluso de la OTAN.