En plena crisis económica generada a raíz de los hechos acaecidos por la pandemia del COVID-19, Los gobiernos del mundo, insisten en llevar a la sociedad mundial al reconocido dogma del Estado de bienestar, lo paradójico es que, el archiconocido ídolo globalistas, viene enmarcado dentro de unos objetivos, elementos y principios contrario al desarrollo de las naciones.
En ese sentido, la planificación económica, desde una perspectiva central, en el pasado y en lo que va desde la puesta en marcha de la tan sonada famosa agenda mundial, da un balance económico financiero en materia social, económica y política que deja mucho que decir.
Se señala muchas veces, de manera indigna, que a las sociedades les genera satisfacción vivir de los subsidios, cuando resultan estos las únicas alternativas de supervivencia que encuentran las personas en la vorágine de un poder totalitario; poder, que socava las libertades ciudadanas, dentro del modelo del Estado de Bienestar.
La planificación de las ciudades resulta algo conveniente para la sana convivencia entre las personas; pero cuando ésta previsión, sobrepasa los límites de los derechos naturales y las garantías ciudadanas se está indiscutiblemente frente a una tiranía solapada nominalmente por una serie de artificios legales, perjudiciales tanto para las personas como para el conjunto de la sociedad.
Llama la atención, como todos los años, los gobiernos cumplen con la memoria y cuenta; no obstante, dicha obligación que tienen las administraciones públicas no se ajustan ni a la lógica ni al sentido común y mucho menos al cálculo financiero; de ajustarse a los principios morales y del cálculo económico, se observará de manera pública y explícita un balance económico financiero de saldo negativo, imposible de continuar con tales políticas económicas financieras, como vienen sucediendo en todo el siglo XX y lo que va del siglo XXI. Esta memoria anual, del mismo modo, es deplorable en el tema de respeto y garantía de los derechos fundamentales.
Sin embargo, resulta irónico que se cumplan estos procedimientos y normativas de la memoria y cuenta anual, bajo la expectación de un público que no llega a fin de mes; pero resulta más grotesco, soez, y pusilánime, el hecho de que existan profesiones economicistas en todas las academias y universidades del mundo, donde cualquier alumno de primer curso, sabe advertir, el grave y nefasto daño que se le está haciendo a la población en especial a los niños e incluso a las generaciones que aún no nacen, al no incentivar la libre competencia y esta solo se genera con bajas en los impuestos fiscales, reduciéndolo a uno solo; por tanto, termina confirmando el punto de la agenda de no reproducción; por otro lado, es más que evidente que los programas sociales del cual se jacta el modelo del Estado de Bienestar, en verdad solo beneficia a unos pocos, en especial a sus dignatarios y propagadores.
Las personas no necesitan vivir de subsidios, ayudas sociales, programas decadentes que terminan siendo un grillete en la voluntad de las personas. Por el contrario, la gente necesita es empleo y empleo de calidad, poder establecer sus propias empresas, sin tener que pagar múltiples impuestos y tasas burocráticas que a nada conducen. Esto solo es posible bajo un modelo de capitalismo liberal para todos, que permita beneficiarse a todas las personas sin el miedo de la discreción del Estado y las subvenciones que generalmente llegan a las empresas grandes.
En la práctica el tan soñado régimen del Estado de Bienestar es una forma persuasiva de instaurar un modelo de planificación soviética, colectivista y corporativo, que tanto daño hizo y hace a todas las naciones, es la política aplicada en las naciones de régimen progresista.
El Estado de Bienestar es erróneo, de forma objetiva a la luz de las ciencias económicas-financieras es pura demagogia cruel, contra las generaciones que se levantan y este pensamiento es un verdadero virus para el desarrollo que suprime las libertades, abriendo las puertas al saqueo y peculado de las riquezas nacionales, a la miseria; además, significa en resultados, la expulsión criminal a marchar al exilio, al ostracismo a millones de personas, como sucede, por ejemplo en Venezuela, donde poblaciones enteras recuerdan las grandes caravanas que emigraban de la miseria que traen las guerras y las tiranías, los colectivismos, bajo la expectación del modelo político que se defiende en los parlamentos.
Lo contrario es una política abierta a la pluralidad de forma tal que permita a las personas emprender su propio desarrollo, en libre competencia, de impuesto único, límites al Estado, fuerte en seguridad, infraestructura de calidad, en un ambiente de respeto por la propiedad, los derechos morales de cara a cualquier tipo de dictadura o tiranía que impulsan los dignatarios casados con el globalismo.
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