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Durmamos con una piyama bonita

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El viernes le escuché decir a alguien que solo falta un empujoncito, que los esfuerzos que se están haciendo se van concatenando y que estamos más cerca de una salida.

«Duerma con una piyama bonita, para que el final no lo agarre desprevenido y pueda salir a celebrar. No sé si son horas o semanas, pero no queda mucho», me decía. Su seguridad invitaba al optimismo y a redoblar los esfuerzos porque precisamente al estar más cerca de coronar nuestros esfuerzos es cuando mayor atención hay que prestar.

«Estén vigilantes, que no saben ni el día ni la hora», se afirma en los evangelios de Marcos y Mateo, haciendo referencia al juicio final al que todos debemos someternos. La cita es adecuada para este momento y muy válida aunque usted no sea creyente, como esta otra del libro de Zacarías, en el Antiguo Testamento: «Será un día único, conocido solo del Señor, ni día ni noche; y sucederá que a la hora de la tarde habrá luz».

No es momento para bajar la guardia ni para desmayar sino para apretar un poco más, redoblar esfuerzos, sumarse al voluntariado, activar al vecino o al compañero que todavía no lo ve claro y brindarle una mano amiga a todo el que lo necesite.

Si no se han dado los resultados esperados es porque, al margen de las negociaciones y maniobras políticas, aún tenemos que aprender, porque todavía debemos dejar de lado el figureo y la criticadera innecesaria, olvidarnos de los triunfalismos y de las venganzas y empezar a mirar las cosas con ojos más benévolos.

El que se equivocó, el que se siente engañado, el que ahora mira a este régimen como un fiasco y los que nunca les creímos debemos soñar y hacerlo juntos. Estamos en el mismo barco y nos merecemos la oportunidad de arreglarlo unos y los otros, porque solo así volveremos a ser la nación de oportunidades y esperanza, la que recibió a millones de inmigrantes y no cerró las puertas a nadie aunque a veces no nos alcanzara ni para nuestros propios gastos. Nunca fuimos mezquinos.

Pongámonos una piyama bonita, como me dijeron, la mejor que tengamos, la ropita más vistosa, y durmamos con un ojo abierto y otro cerrado, para que nadie se pierda lo que viene. Esa pachanga es para todos los que fuimos excluidos y olvidados, los que esperamos tiempos mejores. Falta poco, muy poco.

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