COLUMNISTA

Dudar es sano

por Fernando Rodríguez Fernando Rodríguez

Suelen ser muy improductivas y necias la mayoría de las predicciones categóricas sobre el futuro más o menos próximo de una situación colectiva determinada. “Imposible que haya elecciones que el gobierno pueda perder, no las permitirá nunca”. “Este es el año del inevitable desmoronamiento de la agónica dictadura madurista”. Son solo la expresión de dogmatismos, miedos, gaferas, legítimos anhelos, pensamiento mágico, incultura, mala fe… y en nada se vinculan a los siempre limitados análisis racionales sobre el mañana de los pueblos.

Una opción distinta de lo anterior es pasearse por los diferentes posibles y calcular un cierto grado de probabilidad de cada uno de ellos. Si lo quiere más simple: dudar. Sabemos desde siempre que en la acción humana colectiva, también individual, las predicciones asertóricas son insostenibles. De serlo, la vida se tornaría realmente más sencilla y manejable, pero también más mecánica y menos apasionante, no habría zozobras ni urgencias. Ni victorias ni derrotas, solo mecanismos impersonales. Llame lo contrario libertad, azar, indescifrable complejidad fáctica, determinismos intangibles… poco varía a los efectos prácticos.

Tan solo por eso los tuiteros enfermos, los hay también agudos y certeros, están tan constreñidos en sus ciento y tantas municiones como los que juegan a la lotería. Una notilla: los adjetivos y, sobre todo, los agravios y rabietas son signos harto elocuentes de sus impotencias.

Yo he visto en estos días, por el contrario, opiniones y entrevistas que me parecen bastante cercanas al modelo cognoscitivo exigido. Y rinden su efecto. Al fin y al cabo, la gente si suele solazarse de vez en cuando en agresiones y bufonadas, también necesita coherencia y agudeza, porque la angustia la corroe y solo la verosimilitud sosiega. Y en este enero hace realmente frío. El mérito de esos discernimientos es que recorren inteligentemente, verbigracia, las diversas opciones que pudiesen estar presentes en la vital transacción de República Dominicana en estos días y las razones en que pudieran sustentarse. La conclusión categórica que los simples de espíritu quisieran tener en el bolsillo apenas queda danzando entre elusivas opciones. ¿Qué más quieren?

Sobre ese muy importante evento yo no me voy a comprar ningún quintico. No es negocio, cuando esto lea todo o bastante ya se habrá consumado. Pero sí me gustaría hacer el simulacro siguiente: supongamos que los hermanos Rodríguez tumban el tablero quisqueyano y dicen no jugamos más: mandaremos por siglos como pretendía el Tercer Reich y Chávez  anhelaba, y que se mueran de hambre o de falta de penicilina o por plomo grueso los que se tengan que morir; total, que la vida es materia prima renovable, siempre que no seamos nosotros. Ni en ese cuadro poco deseable, siniestro, se van a parar los giros del globo terráqueo, y es deber de los que creemos que este pedazo de tierra en que nos tocó nacer y vivir por tiempo breve nos obliga éticamente, seguir buscando las maneras de dar con otras sendas del laberinto en pos de la salida oculta. Casi siempre se ha encontrado, no hay mal que dure tantísimos años.

Y no nos vamos a fijar tan solo en las torpes maniobras oposicionistas, síndrome frecuente aun en los nuestros, sino también en las contrarias. Le digo una, a título de ejemplo: que los partidos de la MUD que se tiraron de las greñas hace muy poco hayan logrado mantener una palabra empeñada hace un par de años, la rotación de la directiva de la Asamblea; y así la unidad tantas veces dada por muerta subsista es meritorio, va en el buen sentido, en el camino hacia unas posibles elecciones presidenciales con candidato único. Que a lo mejor estas van a ser una durísima contienda entre redomados tramposos desatados y una buena cantidad, se necesita mucha, de votantes opositores, para esas alturas en grandes números al borde de la desnutrición, es cosa más difícil. Veremos.

Por supuesto que hay gentes y pueblos a los que les va mal, muy mal incluso. Pidámosle a María Lionza o a la dialéctica histórica que nos sea leve, alguna vez al menos.