La cantidad de situaciones e imágenes dramáticas que cotidianamente se pasean frente a nuestros ojos nos sitúan ante el deterioro que se vive en Venezuela. No es fácil concentrase en un solo tema ante tan cruda y verídica realidad que aturde nuestros sentidos. Venía en camino desde La Guaria a Caracas pensando qué plasmar en el papel para esta nota cuando una imagen distrajo mi atención. Un camión lleno de trabajadores, personas, que corría a una velocidad superior a los vehículos normales, sin control y violando las más elementales normas de seguridad. Convertido en transporte público. Esta es una muestra del retroceso y el subdesarrollo a que han sometido al país. Se han invertido millones en autobuses modernos y, sin embargo, miles de ellos están aparcados en estacionamientos, y ni siquiera han sido convertidos legalmente en chatarra para reciclarlos y así aprovechar parte de su material. Llegando a Caraballeda hay uno de esos lugares expuestos a la luz pública como muestra de la desidia y la falta de gobierno.
Así como la anterior descripción me golpeó los ojos, la que sigue impactó mi alma. Me refiero al informe del panel de expertos internacionales independientes de la OEA sobre la posible comisión de crímenes de lesa humanidad en Venezuela. A veces, entre tanta confrontación, obviamos en el transcurrir acontecimientos que se solapan uno a otro, la crueldad de la actuación de las fuerzas represivas del Estado en los últimos años. No es cualquier recomendación la que hacen los expertos cuando indican que hay méritos suficientes para que se remita ese informe y la evidencia recopilada por la Secretaría General de la OEA a la Oficina de la Fiscalía de la Corte Penal Internacional e invita a los Estados parte del Estatuto de Roma a que lo hagan, y a que pidan a la fiscal la apertura de una investigación sobre los crímenes de lesa humanidad que se recogen en ese informe, de conformidad con lo que establece el artículo 14 del Estatuto de Roma. Que la justicia prevalezca.