La anécdota de Una mujer fantástica es intensa pero mínima. Una mujer se acaba de mudar al apartamento de su novio (que ha abandonado a su familia por ella). El hombre cae fulminado una noche, víctima de un aneurisma y la mujer debe tolerar las humillaciones de la familia abandonada que simplemente quiere eliminarla, obviando su existencia. Hasta aquí el argumento no es más que un culebrón de tantos, inspirado en tantas historias bastante frecuentes de la vida real. El dato disruptor aquí es que ella es una transexual, lo cual hace del rechazo a la “otra”, un rechazo adicional al “otro”, lo cual a su vez sobreentiende una incapacidad de entender como un buen padre de familia la abandona por un transexual.
El punto central de todo el asunto es que seguimos hablando de sexo y género como de términos intercambiables cuando en realidad definen las características biológicas el primero y la construcción social atribuible a cada sexo, el segundo. Uno es un término biológico que implica, según la sociedad de que se trate, el rol que se le asigne al otro.
En dos secuencias claves de la película se alude a esta diferencia negándola. “Estás operado?”, le pregunta el hijo, intentando, en una escena particularmente brutal volver a fundir ambos términos. La pregunta no es respondida literalmente, más bien se nos escamotea el momento en que la protagonista se desnuda en un contexto policial. La respuesta de la película, ya sobre el final es muy creativa y cinematográfica: Marina, desnuda, en su baño, coloca un espejo sobre su sexo y la imagen nos devuelve su cara. Importa poco si fue operada o no, lo que importa es la identidad que intenta ganar, superando, como el final insinúa, su papel de víctima para ganar, a través del arte, un espacio propio.
Más allá de una cierta audacia (el tema ya no es tan transgresor afortunadamente) la película tiene sus altibajos. El acoso que padece la protagonista no es tan diferente del que hubiera podido sufrir cualquier amante de clase inferior frente a una familia de alta burguesía y la expresión, siempre la misma, de la protagonista es un eco del estilo del director (ya anticipado en la muy estimable Gloria de 2013).
Lelio evita, salvo en escenas puntuales, toda estridencia y transmite un tono más bien distante en una Santiago gris y sin alegría. No hay pasión en Una mujer fantástica y más allá de la corrección obvia de no abrir un juicio sobre el tema, tampoco sabemos mucho sobre la pareja protagonista o, para el caso, sus antagonistas, que apenas superan el rol de marionetas. Así como la familia establecida excluye a “la otra”, el filme excluye “lo otro”, ese territorio desconocido en el cual los dos personajes se encuentran y se aman, más allá de su sexo y género, acaso el verdadero tema de la película. Es un filme correcto, importante, sin duda, pero que debe su éxito mucho más a la puntería de la elección del tema que a su ejecución.
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Por supuesto que la Semana Santa no puede prescindir de un filme bíblico. En el caso de María Magdalena, el tema era tentador: narrar la vida y pasión de Jesucristo a través de una mujer. Anotemos de paso que María Magdalena (según se nos aclara al final) ha tenido mala prensa desde que Gregorio Magno, uno de los padres de la Iglesia, la procesó y condenó en el 591, por practicar el negocio más viejo del mundo. No fue sino hasta 1969 que Pablo VI revisitó el tema preludiando una reivindicación que Francisco consagraría apenas en 2016.
María Magdalena, de ser la heroína porno de los Evangelios, pasó a ser una mujer rebelde, cuando no una estudiosa, lo cual sin duda en aquella época era algo peor que ser la chica de cascos alegres de toda Galilea. Lo más probable es que esa doble condición de mujer educada y rebelde (y el compartir las iniciales con Marilyn Monroe) le haya dado el papel de la “Stormy Daniels” de las Santas Escrituras. En todo caso, para una religión que mantiene relaciones tan difíciles con la sexualidad, su presencia siempre fue incómoda y su reivindicación primero por el papado y luego por el séptimo arte era bienvenida.
Al principio del filme un cuerpo flota en el agua, lenta, pesadamente. Quince minutos después el espectador se da cuenta de que ese es el tono de la película. Para la gran decepción de todos, esta no es la historia vista a través de los ojos de una mujer rebelde y educada como por fin parece haber sido María Magdalena, sino la misma historia, solo que con María Magdalena presente en todas las escenas, mirando azorada la historia que todos conocemos. Un plomazo de marca mayor, a pesar de una buena fotografía y muy buenos actores. Pero es mejor no cargar con esta cruz.
Una mujer fantástica. Chile, 2017. Director: Sebastián Lelio. Con Daniela Vega, Francisco Reyes, Antonia Zegers, Nicolás Saavedra.
María Magdalena (Marie Magdalene).Reino Unido, Estados Unidos, Australia, 2018. Director: Garth Davis. Con Rooney Mara, Joaquin Phoenix, Chiwetel Ejiofor.