¿Qué tienen en común Huntsville (Alabama), Princeton (Indiana), Georgetown (Kentucky), Blue Springs (Mississippi), San Antonio (Texas), Buffalo (West Virginia), y Greer (South Carolina)? Son las localidades donde Toyota y BMW construyeron sus plantas manufactureras en Estados Unidos. Ninguna queda en el Rust Belt –la franja de ciudades industriales que va desde Michigan hasta la zona oriental de Pensilvania– donde tradicionalmente se ubicaron gran parte de la industria automotriz y sus proveedores.
Evidentemente, el declive del Rust Belt no se debe de manera exclusiva a China y México. Obedece también a que la industria automotriz se ha expandido a otras zonas geográficas de Estados Unidos, saliendo de los núcleos en los que originalmente se concentró. Y este cambio no se debió tanto a que GM trasladara sus plantas, sino más bien que perdió cuota de mercado frente a Toyota, Nissan, Honda, Hyundai, BMW, y Mercedes-Benz.
Es obvio que señalar esto no reduce el sufrimiento de quienes se han visto afectados. Pero sí altera las implicaciones para la formulación de políticas –y las lecciones que brinda el ejemplo estadounidense son relevantes a nivel mundial–.
Dos enfoques se han aplicado hasta ahora para ayudar a las comunidades afectadas por este fenómeno. El primero reside en el programa llamado Trade Adjustment Assistance (TAA), que brinda apoyo financiero a los trabajadores afectados por la competencia internacional para reentrenamiento, búsqueda de empleo, reubicación, compensación por ingresos perdidos, y seguro de salud. El segundo enfoque es proporcionar protección comercial a las industrias afectadas, como lo ha prometido el presidente Donald Trump.
Es muy probable que ninguno de estos enfoques ayude al Rust Belt. El éxito de cualquier economía se ve afectado en gran medida por el desempeño del pequeño conjunto de actividades que puede vender su producción a forasteros. Y lo que es válido para los países, también lo es para los estados, las ciudades, y los pueblos, siempre que redefinamos lo que significa vender a «forasteros». Estas actividades «exportadoras» tienen un impacto enorme y amplificado en el crecimiento total de una economía local.
Toda zona geográfica debe adquirir los productos que no fabrica y pagarlos con la venta a forasteros de parte de su producción. Pero, los forasteros tienen la opción de comprar estos productos a otros proveedores. Por lo tanto, dichas actividades «exportadoras» enfrentan un nivel de competencia que no enfrentan el almacenero, la cafetería, ni el peluquero local.
Más aún, el ingreso que los «exportadores» aportan a la comunidad tiene un efecto multiplicador más amplio. Cuando cierra una mina, la consecuencia no es meramente mineros desempleados.
El almacenero, la cafetería, y el peluquero se arruinan, y la gente se va, con lo que la localidad se convierte en un pueblo fantasma.
Este trastorno no obedece solamente al cierre de una industria. Érase una vez cuando había muchas cadenas relativamente pequeñas de tiendas por departamentos y otros comercios con casas matrices diseminadas por todo Estados Unidos, y puntos de venta en unas pocas ciudades. Estas casas matrices «exportaban» servicios de administración a las ciudades donde tenían sus sucursales.
Pero la consolidación del comercio al detalle, impulsada en parte por Walmart y Amazon, propinó un golpe mortal a muchas de estas compañías. El impacto sobre las comunidades en las cuales ellas tenían sus casas matrices fue tan devastador como el cierre de una mina: la actividad «exportadora» cesó y el tamaño de las ciudades disminuyó en un múltiplo de cada «empleo exportador» que se perdió. Empresas de arriendos de videos, cadenas de librerías, farmacias, tiendas de equipamiento y mejoras para el hogar, tiendas de productos electrónicos y fotografía, tiendas por catálogo, y otras: todas tuvieron el mismo destino que los coches de caballos. A comienzos de 2017, Walmart tenía más de 5.332 tiendas en Estados Unidos. Su sede se encuentra en Bentonville, Arkansas, y en ella trabajan más de 18.000 empleados.
Está claro que la protección comercial no ayuda si Detroit está en competencia con Blue Springs, Mississippi. Los aranceles tampoco ayudan a quienes quedaron sin empleo debido a la quiebra de Blockbuster Video, Borders Books, CompUSA, Circuit City, Payless, o Virgin Megastores. Mientras tanto, durante el último año el empleo en Amazon aumentó el 47%, a 341.000 personas. Sin embargo, como el empleo de Amazon está concentrado en los estados de California, Texas, y Washington, su geografía es muy diferente de la de los puestos de trabajo que está reemplazando.
Al igual que con la reubicación geográfica de los empleos del sector manufacturero en Estados Unidos, el TAA no es una solución para este tipo de mal. Después de todo, mientras el TAA se centra en personas que han sufrido a consecuencia directa de la competencia extranjera, gran parte de la competencia que enfrentan las economías locales no proviene del exterior, y gran parte de los empleos que se están perdiendo no se encuentra en las industrias que la competencia externa afecta directamente, sino en la economía circundante. Facilitar la reubicación de individuos no hace nada por quienes permanecen en las localidades cuyo tamaño va disminuyendo.
En vista de que los cambios tecnológicos alteran industria tras industria, es difícil evitar gran parte de este dolor. No obstante, las intervenciones a nivel individual deben complementarse con asistencia a nivel de economías locales. La meta tiene que ser clara: a medida que las viejas industrias «exportadoras» se ven trastocadas, nuevas actividades «exportadoras» deben tomar su lugar, de modo que la localidad no se empequeñezca ni empobrezca. Esto subraya la necesidad de lo que la Primer Ministra del Reino Unido Theresa May ha llamado una Estrategia Industrial Moderna, cuyo objetivo es «proporcionar empleo y crecimiento económico a cada comunidad y rincón del país», a fin de «asegurar que el libre comercio y la globalización funcionan para todos».
Para lograr esto, será necesario un nuevo conjunto de políticas dirigidas a localidades en vez de a personas. El objeto no es apuntalar industrias que se están muriendo, sino aumentar la tasa de nacimiento y reducir la de mortalidad infantil de empresas en industrias que puedan tomar su lugar, especialmente las que puedan vender a «forasteros», reconectando cada localidad con mercados externos y cada vez más globales.
En su reciente libro The Smartest Places on Earth (Los lugares más inteligentes del planeta), Antoine van Agtmael y Fred Bakker documentan la forma en que esto ya está sucediendo en partes del Rust Belt, donde muchas ciudades, como Akron, Ohio, o Albany, New York, se han reinventado. Estas localidades no solo se están recuperando; según revela la forma en que votaron en las elecciones presidenciales de noviembre pasado, tampoco se están creyendo el plan de la construcción del muro que impulsa Trump.
Copyright: Project Syndicate, 2017.