La experiencia enseña que el socialismo marxista es un modelo fracasado. Sobre esto no hay discusión, como se evidencia del derrumbe de la Unión Soviética. Por eso las palabras del presidente Trump en su discurso en la Asamblea General de la ONU del pasado 19 de septiembre son oportunas, cuando afirmó: “El problema en Venezuela no es que el socialismo ha sido mal implementado, sino que el socialismo ha sido fielmente implementado”.
Este discurso certifica que el caso venezolano ha despertado el interés de la comunidad internacional, especialmente de las sólidas democracias occidentales. Además, destaca un hecho que asombra: la ruina de un país petrolero. Venezuela, próspera en otro tiempo, ha caído en la “pobreza y la miseria” por las recetas socialistas. La enorme burocracia y los controles han congelado la economía y causado el retroceso.
Hay que admitirlo sin complejos: el gobierno de Estados Unidos está siendo solidario con Venezuela y ha brindado apoyo a quienes han emigrado por razones políticas. Esto hay que decirlo sin tapujos porque se trata de un caso muy distinto al de Panamá, que ha adoptado una posición contra los venezolanos en el istmo, cuando Venezuela siempre le ha brindado su solidaridad.
Lo afirmado por el presidente de Estados Unidos ha sido también expresado por varios jefes de Estado, entre otros de: Francia, España, Reino Unido, Alemania, Canadá, México, Colombia, Perú, Brasil, Argentina. Pero el dogmatismo y la tentación de preservar el poder de quienes dirigen el gobierno impiden ver la realidad; e incluso le imputan el fracaso económico a una supuesta “guerra” liderada por un enemigo extranjero imaginario con la complicidad de los “lacayos” venezolanos. Todo el que exprese su disentimiento es un “traidor”.
Algo que parecía imposible ha ocurrido en nuestro país. Para salir de esta crisis es necesario cambiar el modelo económico y ello requiere la solución política. Por eso la necesidad de acudir a la vía de la negociación como una opción que permita activar la respuesta política y las soluciones en democracia.
En este nuevo capítulo del diálogo hay que discutir la necesidad de disolver la asamblea nacional constituyente, en vista de que omitió la consulta al pueblo, como paso previo y necesario. Por esta razón, esta asamblea no ha sido reconocida por la mayor parte de los gobiernos democráticos de Occidente. Y es, precisamente, esta circunstancia la que ha arrinconado al “socialismo del siglo XXI”, y ha estimulado al gobierno a sentarse en la mesa del diálogo. La salida de la crisis requiere, entonces, que esta constituyente ilegítima cese en sus funciones y que se restituyan las facultades de la Asamblea Nacional, elegida democráticamente con más de 14 millones de votos. Solo de esta manera se iniciará el recorrido por la recuperación de Venezuela.
El presidente Trump en su discurso pidió a los miembros de la ONU “hacer más” para abordar el problema venezolano. Para eso es necesario “recuperar la libertad” y “restaurar la democracia” en Venezuela. Este discurso no es intervencionismo, sino preocupación por una situación que ha adquirido el rango de crisis humanitaria. Ojalá que las palabras del presidente del país del norte sea una invitación para la reflexión y para la rectificación. Pero también sabemos que es casi imposible que un “socialista del siglo XXI” acepte consejos y admita sus errores. Siempre es más fácil encontrar a un tercero a quien culpar.
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