Oliver Cann es el jefe de Comunicaciones Estratégicas, miembro del Comité Ejecutivo del Foro Económico Mundial (FEM). En su opinión, el año nuevo trae oportunidades que, a través de una combinación de innovación y liderazgo responsable, tienen el potencial de hacer que nuestras sociedades sean más fuertes y nuestro mundo más sostenible. En su decir, algunas de estas oportunidades han sido posibles gracias a la plataforma de cooperación público-privada del Foro Económico Mundial y sobre la base del progreso logrado en los últimos 12 meses. Tales logros lo llevaron a escribir un artículo titulado “10 razones para ser optimistas en 2019”.
La décima razón para ser optimistas es un nuevo tipo de diplomacia. Según Cann, con nuestra actual arquitectura internacional bajo la presión de un mundo cambiante y fragmentado, la presión es encontrar formas para que los gobiernos trabajen juntos sin comprometer sus propios intereses nacionales. En palabras más llanas: una nueva diplomacia basada en la cooperación. No debe olvidarse que Cann escribe su artículo en el marco de dos de los cuatro temas de la Reunión del FEM 2019, a saber, que el liderazgo económico ya no es dominado por el multilateralismo sino que está caracterizado por el “plurilateralismo” y el equilibrio del poder global ha cambiado de unipolar a multipolar.
Sobre el tema de la diplomacia también ha escrito Ditte Darkó, psicóloga y periodista danesa. En su artículo “The Psychology of Diplomacy”, Darkó plantea que entender las emociones y el comportamiento humano es una habilidad importante que debe tener un diplomático moderno. Darkó refiere la definición de diplomacia de Jovan Kurbalija, director fundador de la Diplo Foundation. Kurbalija afirma que la diplomacia no tiene nada que ver con aquellas percepciones que vienen a nuestra mente como personajes que descienden de limosinas para dirigirse a eventos fastuosos en Nueva York. En opinión de Kurbalija, la diplomacia es una colección de métodos y formas para resolver conflictos a través de negociaciones y participación, con la finalidad de eventualmente llegar a compromisos.
Aquí es donde Kurbalija, citado por Darkó, resalta el punto focal de la definición: la negociación como actividad especialísima que requiere habilidades y conocimientos complejos. Además de leer bien las emociones y, a veces, utilizarlas con inteligencia, la capacidad de comprender las diferencias culturales y psicológicas es esencial para un diplomático profesional.
Lo anterior lleva a Dirkó a la siguiente pregunta: ¿Cuáles son las habilidades más importantes de un diplomático hoy en día?
Kurbalija responde que los diplomáticos deben dominar una combinación de habilidades tradicionales y nuevas. Las habilidades tradicionales incluyen la empatía y ser un buen oyente. Además, deben poder adaptarse y comprender el contexto en el que operan sus colegas. Entre las habilidades nuevas está, por ejemplo, la comprensión de las elites de rápido crecimiento (y dados los sucesos en países como nuestra destruida Venezuela, yo añadiría también, la comprensión de aquellas elites que van en vías de extinción).
Otra habilidad es el entendimiento de la tecnología moderna, lo cual significa, entre otras cosas, que los diplomáticos tienen que aprender a lidiar con el uso de los medios de comunicación de las nuevas generaciones, y entender y aceptar su limitada “capacidad de atención”. El punto es importante cuando se intenta comprender y analizar problemas diplomáticos muy complejos: el conflicto palestino o el conflicto en Ucrania, por ejemplo. Estos no pueden ser explicados por medios sociales como Twitter o Instagram o archivos de audio como los de SoundCloud. Ahora bien, la realidad de la comunicación moderna es que estos conflictos deben comunicarse de una manera muy simple y condensada, lo cual plantea muchos retos, desde el punto de vista diplomático. En consecuencia, el pensamiento crítico y la capacidad de síntesis son también habilidades esenciales de un diplomático.
Si el respetado lector se pasea por las distintas sesiones grabadas de la OEA en, por ejemplo, los últimos tres años, desde aquella relacionadas con la activación de la Carta Democrática en junio de 2016 hasta la más reciente relacionada con la ilegitimidad de Nicolás Maduro ahorita en enero de 2019, y revisa el despliegue de habilidades de los “diplomáticos” venezolanos, observará que los mismos carecen de casi toda habilidad inherente al ejercicio de la diplomacia, pero en especial de aquellas que permiten construir consensos sobre los cuales asentar los compromisos y la cooperación.
Así, en el aislamiento internacional, la consecuencia de innumerables derrotas diplomáticas, desde la OEA hasta el Grupo de Lima, tiene importantísima participación la arrogancia del poder, que cree que no se necesita tener habilidades especiales sino la primitiva y grosera retórica de los años sesenta y la utilización a mansalva de la falacia ad hominen.
Es un hecho espectacularmente paradójico que, a pesar de su soberbia, esta diplomacia desprovista, ahora implora al resto de países miembros de la ONU oponerse al intento de impugnar sus credenciales.
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