COLUMNISTA

Díaz Canel y el 23 de enero

por Isabel Pereira Pizani Isabel Pereira Pizani

El mejor aliciente para el 23 de enero lo proporcionan, sin quererlo, las amargas reseñas de la entrevistas de Díaz Canel, apenas iniciado su gobierno, con distintos representantes de la economía cubana.

Asombra leer estas notas. ¿Acaso Díaz Canel ignoraba totalmente lo que pasaba en Cuba, su ceguera ideológica le impedía ver el vía crucis que arrastraban sus hermanos, la miseria y la negación de la vida que ha aplastado ese grupo humano por más de medio siglo? Embutido en su flamante guayabera no podía reconocer los andrajos que cubrían a sus compatriotas. Vale la pena reproducir la opinión de los cubanos sobre los logros del socialismo, en esta víspera del 23 de enero:

“En cuanto a la industria lo que hemos hecho es involucionar, es ineficiente, en estado de depresión, lo peor es que no vemos interés en políticas para cambiar esta situación.

“Aunque España y otros hayan invertido en construir hoteles, el problema es gravísimo, los trabajadores de la industria turística son los más pobres del país. No puede haber desarrollo turístico si los trabajadores que atienden son pordioseros mendigando comida y ropa a los turistas”.

En la agricultura, señalan que el desabastecimiento supera 80%. Cuba no puede alimentar su país después de más de medio siglo de revolución. Las fincas colectivizadas están abandonadas, por doquier cementerios de maquinarias imposibles de reparar. Los cubanos están totalmente desanimados para colaborar en una agricultura dominada por el Estado. Lo único que ha repuntado son los pequeños espacios de productores independientes con algo parecido a la propiedad de sus tierras y negocios. A pesar de que solo son 30% de los productores, están aportando con su talento el 70% de lo que se consume en la isla.

Incluso las referencias a la utilización del aporte durante años de la Unión Soviética es calificado como parte del gran fracaso económico: “Los millones que enviaban los rusos se utilizaron en experimentos colectivistas, se derrocharon, no sirvieron para nada”. El hambre de Cuba la ven como producto al cambiar la productividad y la eficiencia por el socialismo.

La opinión que expresan los cubanos sobre la revolución es una crónica real del estruendoso fracaso del socialismo en la isla. Palabras de los propios cubanos que evidencian las absurdas afirmaciones de Samper.

Estas declaraciones son muy útiles para los venezolanos, desnudan el fantasma del socialismo y las intenciones de un Nicolás Maduro totalmente ideologizado, cubanizado, culpable de la tragedia venezolana bajo la nefasta tutela de Hugo Chávez.

Hoy, saludamos, apoyamos, estamos con Juan Guaidó y la Asamblea Nacional, cuando lo veo de inmediato recuerdo la canción de Fito Páez “Yo vengo a ofrecer mi corazón”, como dice este autor, “nada está perdido”. Urge alinear nuestras intenciones, acabar con los egos exaltados, en lugar de atacar y tratar de destruir a los distintos líderes, oír sus mensajes por la unidad, el llamado a transitar los caminos que nos salven de la catástrofe de convertirnos en otro fracaso cubano. Escuchar con seriedad las propuestas de reconstrucción del país, clamar por la libertad de nuestros presos cruelmente encarcelados en las prisiones y en sus casas, como Simonovis y Leopoldo. Basta de exigir milagros e imponer autoritariamente condiciones a los que están dando la cara.

El 23 se trata de construir una muralla poderosa de voluntades por la libertad y la democracia. Una buena dosis de humanismo, humildad, entregar el corazón y parar el ataque despiadado a los que lideran, aunque discrepemos, agredirnos es un gozo para el mazo cobarde de Diosdado.

El 23 de enero es una fecha de redención y encuentro, de ruptura con la abominable revolución cubana, pero con la esperanza en un futuro cercano de poder colaborar con ellos en su recuperación, si apartan a la momia de Raúl Castro y si Diaz Canel no traiciona a su país. Ningún pueblo en el mundo merece un castigo tan atroz como el que han recibido los cubanos, al igual que nosotros han visto la destrucción de su isla, vivir entre escombros, con hambre permanente, soñando con encontrar alguna manera de huir hacia una vida distinta. Tal como exclamó Compay Segundo del Buena Vista Social Club al llegar a Nueva York y ver la ciudad iluminada, gente caminando, negocios llenos de mercancías, comida y lo que puede aspirar una persona común: “Esto sí es vida, caballeros”. Por esto y más, firmes con Juan Guaidó el 23 y lo que viene.