Con más de 3 millones de personas desplazadas, según recientes datos de la Oficina de Naciones Unidas para los Refugiados, Acnur, Venezuela está por encima de Afganistán, Myanmar, Somalia y Sudán del Sur en términos de los índices más altos de desplazamiento en todo el mundo. Aunque la ola migratoria más reciente está llamando la atención de todos porque ha afectado a toda la región, hubo olas migratorias de venezolanos antes. En realidad, ha habido tres en los últimos 20 años.
Primera ola: 2000-2005
La primera ola fue a principios de los años 2000. La situación económica y la incertidumbre política de Venezuela con la entonces reciente elección del presidente Chávez fueron factores de expulsión. Esta ola se caracterizó por venezolanos con condiciones económicas favorables y altos niveles de educación, y con la posibilidad de procesar su residencia en otros países como resultado del patrimonio personal o los lazos familiares. Incluía a un pequeño número de industriales y políticos que se sentían amenazados por el llamado socialismo del siglo XXI, y decidieron migrar sobre la base de lo que habían visto hasta entonces.
En ese momento, no existían riesgos inminentes a sus derechos básicos. Comenzaban más bien amenazas a sus inversiones y activos familiares. Además, como consecuencia del paro petrolero en 2002, el gobierno bolivariano hizo despidos masivos de la empresa estatal de producción petrolera Pdvsa. El deterioro de la industria petrolera de Venezuela que presenciamos el día de hoy sin duda fue multifacético, pero la pérdida de talento debido a la migración ha sido uno de los factores más difíciles de superar. Venezuela perdió más de 20.000 empleados de Pdvsa, pero los países productores de petróleo fueron lo suficientemente inteligentes como para captar al mejor talento venezolano en esta primera ola.
Durante esta primera ola de migración, los principales destinos de los venezolanos incluyeron Colombia, dada su proximidad geográfica y cultural, así como Estados Unidos. Países como España, Italia y Portugal también fueron países receptores. La inmigración previa de estos países a Venezuela creó familias binacionales, con la posibilidad de acceder a los pasaportes de la Unión Europea para estos venezolanos de primera generación que estaban listos para migrar.
Segunda ola: circa 2015
La muerte de Chávez en 2013 tuvo mucho que ver con esta segunda ola de migración, especialmente por lo que ocurrió después de la transición, y cómo se manejaron las elecciones. Esta ola incluyó a la clase media y profesionales, con ciertos medios económicos para establecerse en un nuevo país. El deterioro económico, la corrupción, la locura monetaria, la represión y las políticas públicas inoperantes fueron detonantes de esta segunda ola.
Otra razón que hizo que los padres que pudieron enviaran a sus hijos fuera del país fueron las protestas de 2014 para cuestionar las decisiones políticas que habían causado violencia criminal, inflación y escasez crónica de bienes básicos. Por cierto, aunque es contraintuitivo en el análisis de los procesos de migración, otro factor de expulsión fue la decisión de Maduro de cerrar la frontera con Colombia en 2015. De hecho, esta primera ola también incluyó a muchos colombianos que decidieron regresar a su país como resultado de este cierre. Este grupo de migrantes venezolanos y repatriados colombianos tenía características similares a las de la primera ola, aunque también incluían profesionales y estudiantes.
Tercera ola: 2017-2018
El éxodo más reciente responde a una situación muy particular y compleja en Venezuela: la persistencia de la crisis política, social, económica y humanitaria. Esta ola de venezolanos desplazados comprende principalmente poblaciones vulnerables, incluidas mujeres que viajan solas o con menores, menores no acompañados, adultos mayores, poblaciones indígenas, una golpeada clase media y personas en situación de pobreza. La tendencia predominante ahora es que los venezolanos con las condiciones de salud y materiales menos favorables migren a otros países de la región, principalmente a pie y en autobús. El fenómeno de “los caminantes venezolanos” se está volviendo cada vez más común.
Esta ola migratoria ha sido la más intensa hasta el momento, y ha afectado y desafiando a toda la región. Algunos calculan que 2 millones han huido solo este año. Materialmente, esta es una población que perdió muchos de sus activos tangibles y financieros en los últimos años y carece de los recursos necesarios para facilitar su estabilización en los países de recepción. Entre los migrantes y refugiados hay venezolanos en situación de desnutrición, y algunos tienen enfermedades infecciosas previamente erradicadas en Venezuela (y en realidad, en la región) debido a las condiciones actuales del sistema de salud en Venezuela. Otros pueden tener enfermedades crónicas o enfermedades tratables que se agravaron debido a la falta de atención médica adecuada.
Debido a las dificultades para obtener los documentos necesarios para salir del país, como pasaportes y otras formas de identificación (cédulas de identidad o partidas de nacimiento) o para renovarlos, o debido a la falta de marcos legales más flexibles para facilitar su llegada, una proporción de estos venezolanos se enfrentan a la condición de irregularidad en el país de tránsito o recepción. Esta precaria situación jurídica les vuelve a victimizar, y contribuye a su abuso y explotación por algunos en los países de tránsito o destino.
Los flujos se han diversificado a nuevos países, principalmente a Colombia y países de América del Sur. Pero esta ola de migración ofrece, sin embargo, una oportunidad importante para los países receptores. Tres olas de migrantes representan una pérdida para Venezuela, pero una gran ganancia para aquellos países que son lo suficientemente solidarios como para recibirlos. Y con sus aportes, representarán una ganancia para Venezuela en el futuro.
** Los puntos de vista son personales. No representan la posición de la OEA.
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