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La diáspora silenciosa

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Desde que el rey Midas, al revés, defenestró, de lo que un día ya lejano, la principal industria del país a más de 20.000 empleados de toda clase, tipo y rango mediante un estruendoso y bochornoso Aló Presidente, con un pito entre los labios y expulsando resoplidos por la nariz y boca como un ensoberbecido rinoceronte, el país comenzó a experimentar lo que con el tiempo se iba a transformar en el éxodo sociodemográfico más grande que América latina ha padecido desde su constitución como Estado moderno y republicano. La actual “dispersión poblacional” que recorre la dilatada geografía latinoamericana en busca de un solidario refugio temporal en procura de un poco de paz y sosiego clamando resguardo a la integridad física y moral para cientos de miles de compatriotas cansados de tantas vejaciones espirituales y morales por parte de una minoritaria agrupación de civiles y militares poseídos por un sedicioso sentimiento sectario, dispuestos a implantar a como dé lugar un régimen de facto apuntalado por fusiles y armas contra la sociedad.

La Organización de Naciones Unidas, por intermedio de Acnur, (Oficina De Naciones Unidas Para Los Refugiados), organismo desplegado en todo el orbe encargado de velar por el respeto de los derechos humanos fundamentales de grandes oleadas de desplazados, emigrantes forzosos y refugiados inter y transcontinentales, ha admitido oficialmente la cifra de 2.300.000 venezolanos desplazados por los 5 continentes del planeta, huyendo silenciosamente del holocausto y de la tragedia que se abate sobre nuestro maltrecho país en todos los órdenes de su vida nacional. La propaganda oficial gubernamental intenta inútilmente hacer ver al mundo que la cifra de connacionales que han huido de Venezuela no sobrepasa las 600.000 personas y que una porción significativa de ellas ya comienza a regresar, gracias a un demagógico plan político propagandístico denominado Vuelta a la patria. La gran mayoría de los países que integran el Grupo de Lima enhorabuena han adoptado oportunas medidas de carácter jurídico-legales como por ejemplo permitir la permanencia de grandes contingentes de venezolanos cuyos documentos de identidad, visas y pasaportes han caducado. No hay duda: se trata de una medida humanitaria de solidaridad internacional que protege los derechos humanos de nuestros connacionales desplazados forzosos que huyen del espanto en que ha sido convertido nuestro país.

No existe forma de esconder la evidencia; en las calles y avenidas, pueblos y caseríos de toda la geografía nacional se observa una notable escasez de jóvenes; la mayoría ha abandonado el país y marchado a los destinos más lejanos y disímiles en busca de mejores oportunidades para el libre desarrollo de sus personalidades y en busca de una mejor opción de vida como profesionales que aspiran a una vida digna. Tanto médicos, ingenieros, profesores, técnicos altamente calificados, como obreros muy bien cualificados han vencido todo tipo de aprehensiones y dudas, y se han lanzado a desafiar todo tipo de cortapisas y adversidades tanto internas como externas con tal de escapar del infierno en que han convertido a Venezuela en nombre de un proyecto político fracasado en todas partes del mundo. La red social Facebook ha elaborado un registro estadístico en el que  indica que no existe un solo país del planeta donde no haya un venezolano huyendo de los terribles flagelos del hambre, la represión política, el hostigamiento y la persecución ideológica, la falta de medicamentos y el derrumbe del sistema sanitario y la debacle de la desvencijada red hospitalaria que contra todo evento se niega a desaparecer, gracias al sacrificado esfuerzo de personal médico y paramédico que se niegan a abandonar sus puestos de trabajo y menos al país. Con todo y eso la presión demográfica de venezolanos que salen, voluntaria o forzosamente, cada día aumenta a cifras escandalosas al punto que expertos en demografía política calculan que de continuar el actual ritmo de emigrantes el número de desplazados por distintas razones para el mes de junio del próximo año  podría alcanzar la nada desdeñable cifra de 10 millones de venezolanos.

Un poco más de un cuarto de mitad de país se ha planteado seriamente la idea de irse haciendo uso de la libre transitabilidad que le asiste como ciudadano libre de entrar y salir de Venezuela sin que haya obstáculo legal que le impida huir de la tragedia nacional. Evidentemente, cada día somos más los que queremos marcharnos que los que quieren regresar. Dicho en otros términos, hay más razones para irse que motivos para volver.

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