COLUMNISTA

Despedidas

por Eugenio Fouz Eugenio Fouz

“Para decir adiós solo tienes que decirlo” (José Feliciano).

Cada vez que me dispongo a escribir esta columna echo antes un vistazo al calendario para saber qué día sale publicada en el periódico y considerar la posibilidad de elegir un tema apropiado para esa fecha. Teniendo en cuenta que me toca el lunes y el próximo lunes es 31 de diciembre, es decir, el último día del año, creo que ya tengo tema.

Aquí, en mi país, la gente se despide del año cumpliendo un ritual de carácter mágico. Según parece, desde el año 1962 los españoles decimos adiós al año que termina mirando el Reloj de la Casa de Correos de la Puerta del Sol de Madrid y tomando una docena de uvas. Lo que no tengo claro es si las doce uvas representan solo los doce meses consumidos o además los doce meses venideros.

Como no todos vivimos en la capital de España, la mayoría de nosotros se reúne en una vivienda familiar frente a la pantalla del televisor a la misma hora. Los madrileños eufóricos y algunos forasteros (seguramente eufóricos también) acuden a la Puerta del Sol situada en el kilómetro cero un poco antes de las 12:00 de la noche para coger sitio y seguir en directo la evolución de las agujas del célebre reloj.

La tradición viene de lejos. Allá por el año 1909 hubo una producción de uvas tan abundante que para evitar desperdiciarla a alguien se le ocurrió la idea de tomar las uvas la noche de fin de año. Hay quien afirma que la tradición tuvo su origen antes del siglo XX. En fin, sea como sea, el ritual consiste en pedir un deseo por cada campanada que suena mientras se ingieren las doce uvas. Para que el procedimiento sea efectivo, es decir, para que los deseos se cumplan, uno debe tragarse las uvas antes de que suene la duodécima campanada