¿Cómo construir la verdad si lo que nos rodea es la mentira? En la Venezuela de hoy la frase no es, en absoluto, retórica. Toca dramáticamente a cada uno cada día. ¿En qué ha quedado, por ejemplo, la reciente promesa presidencial de relanzar la economía? ¿Cuántas veces ha sido repetida desde 2014?
Vistos los hechos, no queda duda de que las promesas han sido claramente incumplidas. Es evidente la insinceridad de quienes las enuncian y su poca disposición de honrarlas. No hay medidas que confirmen la seriedad de los compromisos o el interés en cumplirlos. ¿Cómo pensar que puede haber rectificación de una política que ha generado el fracaso evidenciado por todos si los más altos personeros del gobierno convocan a los empresarios no para escucharlos sino para imponerles un falso acuerdo sobre precios? ¿Cómo creer en la voluntad de relanzar la economía cuando se repite y se acentúa el discurso que atribuye la inflación a la guerra económica o a la voracidad de la empresa privada? ¿Cómo entenderlo si se toman medidas como las del Plan 50 que obliga a los productores a entregar al gobierno 70% de su producción?
No importa que voceros como el constituyente y economista Jesús Farías propongan revisar las políticas de control cambiario porque, a su juicio, “ya no están dando resultados” si, de todos modos, se insiste en el discurso de la guerra económica, del modelo de capitalismo salvaje, de la inflación inducida por las mafias de la economía. ¿Cómo creer, por ejemplo, en la voluntad de frenar la inflación si, paralelamente a las promesas de reducirla, las autoridades del Banco Central autorizan, como lo han hecho en las últimas semanas, emisiones gigantescas de papel moneda? Es allí donde hay que buscar la causa de una inflación que es ya de 2,8% por día, mayor que la de otros países de la región en un año, tanta que en el más reciente reporte de la Asamblea Nacional se ubica la inflación mensual de junio en 128,4% y que permite pronosticar para 2108 una inflación acumulada superior a 400.000%, que el Cedice ubica incluso entre 444.000% y 855.000%.
¿Hasta cuándo puede servir el argumento de la mentira y la imputación de responsabilidades a otros actores? En algún momento la población va a atribuir la culpa o la responsabilidad a quien la tiene. La falta de políticas económicas que eliminen la hiperinflación que vive Venezuela y la promesa incumplida de resolver los principales problemas de las comunidades han provocado ya, según varios líderes sociales de las barriadas caraqueñas, un gran descontento en los sectores populares. Cuando este enfrentamiento con la verdad se haga palpable no habrá capital político que resista. Dejará de funcionar entonces el argumento de culpabilizar a otros y la campaña de repetir mil veces una mentira hasta que se convierta en verdad o lo parezca, campaña que hasta el momento ha dado desgraciadamente algunos resultados. Algún estudio de opinión afirma, de hecho, que un importante porcentaje de la población tiende a atribuir responsabilidad en el aumento de los precios a los empresarios y muy especialmente a los comerciantes.
Frente a este estado de opinión generado por la repetición de la mentira, a la iniciativa privada le corresponde desmontarla. Es hora de hacerlo, de hablar más claro y más alto, de probar la inconsistencia de las falacias, de mejorar la comunicación para mejorar la percepción. Hay experiencias en este campo. Conindustria lo hizo hace más de 10 años, con el resultado positivo de un alto grado de aceptación del empresario en el venezolano corriente.
El discurso falaz, repetidor de un credo históricamente marcado por el fracaso, solo puede ser enfrentado con el instrumento de la verdad. Las promesas incumplidas e incumplibles son, por sí mismas, el mejor argumento en contra de quienes las formulan. La mentira no puede sostenerse todo el tiempo. Comienza a desmoronarse bajo la presión de las evidencias. Es preciso, sin embargo, un trabajo más sistemático para deshacerla, para probar su contradicción con la realidad y su carga negativa en el desarrollo de los países.
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