La situación de desafío total presentada por Nicolás Maduro contra los gobiernos de los más de 50 países que reconocen al jefe de la Asamblea Nacional J. Guaidó como presidente interino, amerita un análisis profundo para entender la importancia estratégica de esta situación para el PSUV frente a la oposición, la comunidad internacional y la sociedad en general.
Para ello, debemos recordar los antecedentes de los últimos 20 años y los componentes ideológicos e históricos que integran el imaginario de la inmensa mayoría de los dirigentes del PSUV, a fin de comprender su reacción ante las acciones financieras y políticas tomadas por tantos gobiernos para forzar un cambio político en Venezuela, las cuales parecieran, en muchas formas, funcionar de manera diferente a como ha ocurrido en situaciones surgidas en otros países. Revisemos el asunto.
- En el caso venezolano, tiene un inmenso papel la influencia marxista-leninista en su versión más radical dentro un vasto sector de su clase intelectual universitaria y en la nomenclatura política, por lo cual se hace tan difícil para el gobierno la realización de medidas de estímulo destinadas al sector privado empresarial, puesto que lo consideran como parte de la lucha de clases y, por ello, el miedo ancestral a tomar las acciones económicas necesarias con el objeto de lograr cualquier tipo de rectificación económica que tenga el sector privado como base de apoyo principal; en otras palabras, no entienden la política económica sin el papel preponderante del Estado desde lo macro hasta lo micro.
- Por esta concepción histórica adoptan las ideas soviéticas de la Gran Guerra Patria (1941-1945), en la que juega un papel central la resistencia popular de guerra del ciudadano común (partisano), quien tiene un rol legendario en la lucha contra los ejércitos alemanes. Todo esto se reforzó con las ideas de la guerra de Vietnam, con el papel del guerrillero vietnamita capaz de soportar todo tipo de penalidades y sacrificios para alcanzar la victoria final. En ambos casos se oculta o subestima grandemente el gigantesco apoyo de los aliados exteriores en el suministro de armas, municiones y equipos diversos, sin los cuales a la Unión Soviética y al mismo Vietnam les hubiese resultado muy difícil soportar su titánica tarea de resistir y vencer, aun con sus inmensos sacrificios humanos de millones de muertos.
- A esta idea, se une el aporte central de la revolución de Cuba, en la que se mezclan diversos elementos históricos e ideológicos, desde la victoriosa guerra de guerrillas que le permitió a Fidel Castro alcanzar el poder, hasta las guerras de África en las que el Ejército cubano combatió con gran éxito en Angola, por lo cual se considera posible todo tipo de desafío a países y ejércitos más poderosos si se tiene el elemento de la superioridad moral.
- Esta superioridad moral es alimentada por la historiografía venezolana que señala las hazañas militares del Ejército patriota, como una masa de esclavos, campesinos y personas comunes, que fueron capaces de liberar a cinco naciones de Suramérica, ocultando el hecho histórico del evidente apoyo logístico de los enemigos de España que colocaron armas, suministros e inclusos voluntarios que solo son conocidos por la inmensa mayoría de los ciudadanos por el papel de la Legión Británica en la batalla de Carabobo.
- A estas hazañas del pasado lejano, se unen dos hechos centrales del imaginario oficialista, como es la vuelta al poder el 13 de abril 2002, hecho histórico inédito que marcó en su conciencia colectiva la idea de que el pueblo se lanzará a la calle ante cualquier gobierno que no sea revolucionario y, muy especialmente, la resistencia exitosa frente al paro general o petrolero, que sembró la impresión de que el pueblo es capaz de soportar cualquier situación de penuria económica por largos períodos de tiempo, sin que ello implique una pérdida de popularidad o quiebre de la moral revolucionaria, de la misma manera que el pueblo cubano aguantó las grandes penalidades económicas del período especial por su formación ideológica.
- Es entonces cuando se mezclan todas estas ideas con el planteamiento de la guerra total de algunos políticos de mucho peso en el oficialismo, en el que el enemigo interno, concepto de la doctrina de seguridad nacional, se une con la noción central de la importancia del decreto de Guerra a Muerte de Simón Bolívar para definir y obligar a todos los habitantes de la Capitanía General de Venezuela a tomar posición activa en el conflicto a favor de su causa. De allí que la amenaza del trato de traidor a la patria hacia cualquier opositor, puede ser tomada literalmente como ocurrió en Ruanda, donde los vecinos y familiares se mataban entre sí a piedras y machetazos.
- Por último, y no menos importante, debemos recordar el trauma histórico de la Perestroika que acabó con el muro de Berlín y la Unión Soviética, por lo cual consideran que cualquier demostración de debilidad política puede dar pie a una estampida indetenible de desórdenes y desmoralización masiva que derrumbe al gobierno central. He aquí la razón principal de realizar actividades como si todo estuviera normal, del tipo de ferias turísticas y la Gran Misión Venezuela Bella.
Pareciera no entenderse la importancia de muchos factores históricos propios del momento actual, como es la enorme debilidad económica actual del gobierno nacional ante el cerrado bloqueo financiero y comercial, el cerco político de sus vecinos (Brasil y Colombia) y la decisión política del sector opositor de ir a un esfuerzo final o total para salir del gobierno de Nicolás Maduro con el apoyo internacional.
No olvidemos que para muchos miembros del gobierno existe la idea de que la pérdida del poder político puede traer como consecuencia la pérdida de su patrimonio económico y de su libertad personal, por lo cual la posibilidad de una guerra a muerte o una rendición incondicional se convierten en las únicas alternativas en su imaginario colectivo y particular, siendo esta la razón política de la Ley de amnistía.
La dinámica de los hechos hace difícil pronosticar el resultado final del proceso, por lo cual cada semana se debe revisar la conducta de los actores políticos de manera cuidadosa.