Aparentemente no hay manera de comparar a estos dos personajes. Son comparativamente inconmensurables. Pero eso solo es verdad si lo hacemos de manera superficial, veamos.
Tenemos por un lado a Maduro, devenido en dictador en pleno siglo XXI. En verdad no es el único, es acompañado por Daniel Ortega, Díaz Canel y ya hay algunos otros candidatos prestos a imitarle.
Maduro, dictador, es como uno de los muchos que poblaron lamentablemente el continente en la mitad del siglo XX, pero con técnicas de represión y tortura un poco más sofisticadas, pues ha perfeccionado la tortura llevada hasta un umbral máximo de dolor sin que el torturado llegue a fallecer. Hasta ahora solo le ha fallado en el caso de Acosta Arévalo.
Por otro lado, tenemos a Carmen María Montiel, genuino producto venezolano de exportación en los tiempos de esplendor de los certámenes de belleza, devenida ahora en ciudadana estadounidense, heredera de la “manera de ver la vida” de Donald Trump.
Lo paradójico es que ambos personajes pueden ser comparados por contraste, para observar, he aquí lo paradójico, y valga la redundancia, lo parecido que ambos son.
Maduro ha hecho “un esfuerzo” para convertir el país en un lugar invivible: sin electricidad, sin salud, sin educación, sin gasolina, con una infraestructura inservible, sin formalidad laboral, sin moneda ni efectivo, con la mayor inflación en el continente y una de las mas alta en el mundo. En fin, un país fracturado, cuyas fracturas desvanecieron la unidad de la familia y de la comunidad en general.
Todo ello ha dado como resultado el mayor éxodo registrado en la historia de Latinoamérica y que ya es una migración superada solo por la de Ucrania, un país que vive el horror producido por otro dictador del que Maduro es un cómplice menor. Obviamente me refiero a Putin, quien no contento con querer destruir a Ucrania ahora amenaza al mundo con el inicio de una escalada nuclear.
Mientras tanto, Carmen maría Montiel, la otrora bella Mis Venezuela 1984, que debe seguir siendo bella, aunque las fotografías que le conocemos con motivo de su triunfo en las primarias republicanas donde salió electa candidata al distrito 18 de Texas, no la favorecen después de haberse inyectado sus labios que la emparenta con nuestras sabrosas mandocas, consecuentemente con “el pensamiento Maga” (Make América Great Again o Hagamos grandioso de nuevo a Estados Unidos) de Donald Trump se despacha una declaración donde indica con la claridad de un sol que apoya la política del gobernador de Texas, Greg Abbott, de expulsar a los venezolanos de dicho estado y enviarlos como (casi) animales y abandonarlos en los llamados estados santuarios, que son aquellos gobernados por gobernadores demócratas.
Que vaina, con esta muchacha de apellido zulianísimo que se erige ahora como representante de su tierra del neofascismo en ascenso en Estados Unidos.
Entonces, dónde a pesar de los contrastes, dónde, paradójicamente, coinciden: pues, en que ambos promueven la incertidumbre, las inseguridades y el riesgo, incluso de morir, de los venezolanos.
En primer lugar, Maduro, porque nos ha expulsado del país. Son casi 7 millones, salidos del país en busca de un mundo mejor que le ofrezca una mejor calidad de vida y un futuro más cierto y seguro para sus hijos. Para ello, estos millones de venezolanos se han arriesgados a atravesar, por ejemplo, la llamada selva del infierno, el Darién, que debe ser algo parecido al infierno en la tierra y donde ya han muerto una cantidad significativa de venezolanos; o cruzar las turbias aguas del Río Bravo, donde también han perecido una cantidad significativa de venezolanos y sus hijos.
Lo increíble es que superando estos terribles obstáculos pasando por los llamados coyotes y ya en territorio estadounidense no significa garantía de tranquilidad, allí se toparan con el gobernador Abbott y ahora por una venezolana (cuanto hemos cambiado en el exterior) Carmen María Montiel que le pide a las autoridades norteamericanas que cierren las fronteras y dice estar de acuerdo con una política que trata a sus paisanos como animales.
Que curioso, Rómulo Gallegos escribe en Sobre la Misma Tierra sobre otra Montiel, que también ha viajado a Estados Unidos y también se hizo ciudadana, hasta con un nombre nuevo dado por sus padres adoptivos (Ludmila Weimar), pero ésta regresa a su tierra, a defender a los suyos que ella siempre los ha llevado en su alma.
Solo que este personaje no se llama Carmen María Montiel, sino que es precisamente su opuesto y se llama Remota Montiel.
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