Durante siglos los países están expuestos a cambios, como lo están las personas, sucede que sí, se siguen haciendo las mismas cosas, se tendrán los mismos resultados, es un viejo adagio de la filosofía; por lo que se necesita además de cambios en la estrategia, cambios de tácticas, para tener resultados distintos.
Esto lo saben los que transigen con el sistema totalitario, no debe extrañar cómo las estrategias y formas de combate en la guerra se han trasladado en principio al cambio de la propaganda, la narrativa, cambios en las ideas, al campo de la mente y, en específico, de la ideología.
La subversión de los valores de Occidente es un movimiento filosófico que abarca todos los escenarios de la vida. Occidente se caracterizó como el epicentro del modelo de libertad, ya eso es historia, por el hecho que ha sido infiltrada por el sistema totalitario, a un nivel, en principio que parece imperceptible, por las personas.
Por ejemplo, se habla de democracia digital, entendida esta como un espacio, por medio de las tecnologías de la información que enriquecen el diálogo, debates y acercamiento de puntos de vistas que fortalecen el ejercicio del poder de la ciudadanía, en específico del voto; mientras el comunismo ha ido mucha más allá por estos medios de la tecnología, ha mutado no sólo en las tácticas, en las acciones propiamente, sino en el método, ya no se lleva a cabo el socialismo, por las formas clásicas de control social, político, económico, sino que se vale de la tecnología, de las plataformas digitales, para convertirse en un sistema operativo al que se le conoce como cybercomunismo, que si bien no es perfecto, lleva años de adelanto en materia de un Estado policial de control total que supera con creces las novelas proféticas distópicas.
Desde hace mucho, el Estado moderno, como consecuencia del proceso de retroceso al totalitarismo, al que lo han degradado, está sumido en un modelo que implica control total de los miembros de los pueblos al que domina; esta ambición nunca había sido más factible que ahora con el desarrollo de los servicios de la ciencia, la tecnología e inteligencia artificial.
El ejemplo de esta nueva etapa del socialismo como máquina de control estatal sobre los bienes y medios de producción bajo una economía planificada, junto al seguimiento y control de toda la población, a favor del Estado totalitario, existe presente y muy bien desarrollado en China, al que todos los países en Occidente le siguen los pasos muy de cerca e incluso hasta lo han superado en algunos aspectos de la vida con sus interrelaciones económicas sociales.
De manera que los que transigen con el sistema de acuerdos tiranos, contrarios a la libertad, entre la gobernanza global, no sólo se forman para encargarse del control y planificación de la economía; sino de la constante vigilancia y escucha por lo que parece ser imprescindible para la convivencia en el siglo XXI, es decir por el celuloide.
A todo eso, que no es poca cosa, se le suma el control de la salud por medio del sistema público sanitario; la educación, vía el sistema educativo de control estatal; el clima a través de la geoingeniería, así se podría extender la lista hasta todos los aspectos más privados de la vida.
Lo paradójico es que la dialéctica marxista, contraria y crítica al liberalismo económico de un Estado limitado en sus funciones, sostiene, de manera nominal, el tópico del autogobierno, cuando en los hechos y la lógica, todo esté sometido a un régimen de control central por un séquito de dignatarios y propagadores.