COLUMNISTA

Cúpulas podridas

por Brian Fincheltub Brian Fincheltub

En 1998 cuando prometían cambio y transformación hablaban de las “cúpulas podridas”. Se referían a una élite política corrompida y a unas instituciones desprestigiadas que habían debilitado gravemente la imagen de nuestra democracia. La corrupción era el gran problema de aquella Venezuela, por eso la gente votó por “caras nuevas”, creyendo que eso era sinónimo de cosas nuevas, pero lo que no imaginaron es que los males de la cuarta se convertirían en tragedia diaria durante la quinta, que los ladrones de cuello blanco serían suplantados por una mafia de cuello rojo que lejos de representar la agravación de la corrupción, se acerca más al pillaje, el saqueo, a la expoliación más grande que haya vivido un pueblo sobre la tierra.

La corrupción es la peor de las plagas que puede azotar un país, de ella se desprenden la mayoría de las desgracias que vive el ciudadano de a pie. La corrupción mata y reproduce la miseria, crea un ambiente de impunidad que se extiende a todos los niveles de la sociedad. Nadie parece estar limpio, todo el mundo es sospechoso. La corrupción destruye instituciones, las convierte en guaridas para delinquir, al poder lo transforma en un medio para la extorsión. Si eres honrado eres pendejo, porque es de los “ganadores” robar. 

La corrupción se sostiene por una cadena de complicidades y silencios. Por ello no es extraño que los corruptos de ayer se unan a los saqueadores de hoy, estos les enseñen a camuflarse, son la puerta de entrada de los nuevos ricos a la socialité. Sus apellidos son un pasaporte al estatus que los pillos siempre han querido tener. Usted los verá entonces en los círculos más selectos, en los restaurantes más costosos, con las mejores marcas, los mejores relojes, autos de año. Tienen que resaltar, llamar la atención, es una forma de buscar aceptación.

En tiempos de la cuarta oíamos que tal ministro o funcionario estaban metidos en algún guiso. En la Venezuela que comienzan a descubrirse por obra de la justicia internacional son los de las enfermeras, los guardaespaldas o el que jugaba chapita con tal o cual los primeros magnates del saqueo. Si lo que hasta ahora ha aparecido parece escandaloso, imaginen lo que esconden las caletas de los peces gordos. Si de putrefacción se trata las cúpulas de la quinta se llevan el récord mundial y lo que se ha develado es apenas la punta del iceberg.

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