COLUMNISTA

Cultura y corrupción

por Harold Alvarado Tenorio Harold Alvarado Tenorio

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Ana Roda, directora de Libro al Viento, Bogotá capital del libro, gerente de cultura de Bogotá, directora de la Biblioteca Nacional y ahora de la red de bibliotecas del Banco de la República, en compañía de la ministra de Cultura del gobierno de Uribe, Marcela Moreno.

Hace un par de semanas, una de las revistas de los nuevos cacaos de la comunicación, los magnates de la construcción, señores Jaime y Gabriel Gilinski, meneó una noticia sobre el fomento, y eventual fraude, que estaría consumando la Cancillería colombiana e incluso la Vicepresidencia, al apoyar a un probable pintor, residente en Miami, que pedía dinero para pagar un local donde exhibir sus obras durante la Bienal de Venecia.

El camelo no es primicia, menos hablando de artes plásticas y sus relaciones con consulados, embajadas, etc., donde desde los años del Frente Liberal-Conservador, profundizado y elevado al cuadrado con la Constitución de 1991, se erigió, en el Banco de la República, un Ministerio de Favoritismos Culturales que disipa, sin control fiscal alguno, peculio y favores a pandillas de escritores y pintores, y es uno de los más eficaces instrumentos del mamertismo nacional, para someter, con cicateras migas del banquete de Epulón, a cuanto anodino inventan como literato y decorador.

Ese es el caso de bardos y relatores como la licenciada, madre de su hijo, Piedad Bonet y el hijo de su padre, Hector Abad Faciolince, o la fanática del arte estalinista, señora de Bibliobiz, mártir del calvario adicta a las FARC, que ha recibido enormes sumas en dólares y pesos, haciendo, por ejemplo, martillar, a unas violentadas por decenios por capos mafiosos y asesinos, los despojos de los fusiles, con los cuales exterminaron a cientos de colombianos. 

El artículo de la revista de los Gilinski/Santos/López no miente sobre los acontecimientos, pero es notable la insidia con que presenta el caso, habiendo elevado a los altares del santismo farcsiano los negocios súper corruptos de la incurable de las grietas, los pétalos de papel maché, las sillas de los billares de pueblo, la halitosis, la fimosis y la amargura biliática. Lo que no dicen, pero dejan advertir para congraciarse con sus padrinos, María Emma Wills o José Rocca, es que todo viene de la carambola a tres bandas que ejecutan, atacando a un pintor de apellido Uribe, para denigrar del gobierno y las actividades del hoy senador Uribe Vélez.

Belisario Betancur con la ministra de Cultura del gobierno de Santos, Mariana Garcés, y el librero Moisés Melo en Cartagena de Indias

Ni Wills ni Rocca, activos funcionarios de sus amos, son unos patahinchados; son legionarios del arte, una suerte de cornejas que viven de los despojos que dejan artistas muertos en la pobreza y que ellos, escarbando sobre sus tumbas, promueven tan pronto se enfrían sus cadáveres y reciben beneficios en especie e intangibles. Y han hecho parte del tribunal inquisitorial que tienen instaurado los amigos del eterno Gerente Cultural del Banco de República, Dario Jaramillo Agudelo, que lleva desde 1983 la cuenta corriente de ese gabinete, unas veces de cuerpo presente y otras por cuerpo interpuesto, como ahora que una de sus serviciales corre ve y diles, Angela Pérez, hace, desde 2008, lo que el Doctor mande y ordene, como haber corrido a cinco directores de la biblioteca Luis Angel Arango y sus centros de despilfarro, hasta poner una ficha del poetastro de marras en el cargo, la servicial Ana Roda, inventora, para los libreros españoles, de más de mil bibliotecas publicas colombianas donde nadie va, ni entra ni sale.

Roda y Pérez deben hacer sido las inventoras de esa gran idea de botar a la basura los libros de autores locales, de municipios, pueblos y veredas de Colombia, con la peregrina idea de que no tienen espacio suficiente para poner los 50.000 que compran, diciendo que los canjean, a los editores españoles, cuyo cerebro de ventas y negocios es otra damita incansable: Pilar Reyes, la hija del bibliotecario de Ernesto Samper. Así han salvado de la quiebra al Fondo de Cultura Económica, a Visor y a Pre-Textos, que dicen es en parte de Jaramillo. Que digan a quienes compran los libros, a quien le pagan las pinturas, a quien los viajes y los viáticos, y los almuerzos y las parrandas, y las tocatas de viola y marimba. Que dejen esculcar esos libros, que nadie puede ver, ni el espíritu santo.

La Constitución de 1991 favoreció a la mafia aboliendo la extradición, y a la Social Bacanería, creándole dos repúblicas independientes, la Universidad Nacional y el Banco de la Republica, de donde extraer poder y dinero, enquistándose en la burocracia del estado de cosas que decían odiar, pero nunca quisieron abolir. La lista es enorme, pero la capitanean, ejemplarmente, el desquiciado del culo en pompa y el varón de la bolsa y los tacones puntilla. No querían, como ahora tampoco, la Presidencia, solo unos cuantos ministerios y el control del Poder Judicial, para que, tras delinquir, nadie los condene. Cosa que parece cambiar, pero quien sabe cuánto dure el canje. Son los hijos del gatopardo, que dicen que pasan, de un extremo a otro, para que todo quede igual.

El Ministerio de Cultura de Colombia fue creado por Ernesto Samper para borrar las cicatrices de su entrega al Cartel de Cali, con Ramiro Osorio, comisario de una cómica que tuvo un café concierto para lavaperros de Pablo Escobar. A su instauración apenas se opusieron Gabriel Garcia Marquez o Antonio Caballero Holguin. Sirvió entonces a los líderes de la Social Bacanería cultural [Fanny Mickey, María Mercedes Carranza, Alvaro Castaño Castillo, Bernardo Hoyos,  Gloria Valencia de Castaño, Amparo Sinisterra de Carvajal, Jorge Alí Triana, Aseneth Velásquez, Alfredo Molano, Ricardo Camacho, Santiago Pombo, Jorge Valencia Jaramillo, Sergio Cabre­ra, los hermanos Melo, Oscar Collazos o Gloria Zea], bajo la pérfida batuta de Belisario Betancur, que agenciaba los peninsulares del libro, la educación y los instrumentos hospitalarios.

Experiencia superada con creces en los dilatados años de la terrateniente que hizo del Ministerio de Cultura una ventanilla de cobro para que, junto a libreros, alemanes o españoles, los gacetilleros y medios de comunicación recibieran continuas partidas de confitura, defendiendo cerrilmente a las FARC y a Santos durante los años que pasaron en La Habana fumando puros, montando jineteras y jineteros y asoleándose en goletas y veleros.

Ernesto Samper y Juan Manuel Santos son interrogados por el novelista Santiago Gamboa sobre los 20 anos del Ministerio de la Cultua.

Cumpliendo a cabalidad la vindicación de las razas humilladas, Mariana Garcés convocaba aquelarres en los picos nevados, sahumerios en los puertos de mar y en las naves hundidas por los ingleses, graduó de poetas, narradores, músicos, parteras y marimberos a descendientes puros de las estirpes abolidas, impulsando la bucólica y la cháchara que enaltece las enfermedades tropicales y los bichos que atormentan al ganado vacuno, con loas a las pulgas, las garrapatas, el nuche, la tiña o el platelminto, Taenia solium, a quien hizo cantar por uno que la había sufrido y declamaba mientras bebía, en el Teatro Municipal de Cali, un caldo de raíz de naranjo con leche de cabra.

El día que se recopilen las tropelías contra el presupuesto de la nación de las gobernaciones, los municipios y las veredas, los tomos no cabrán en el Museo Nacional. ¿Sabemos, acaso, cuánto dinero han recibido las preciosas manos de doña Gloria Zea a través de sus ochenta años? ¿Cuánto ha pagado, en hoteles, colaciones y viáticos Min Cultura para que Piedad Bonet, nuestra insignificante aspirante al Premio Nobel, pueda encontrarse quince veces al año con Almudena Grandes, la oronda esposa del director del Instituto Cervantes? ¿O la de libros, sobre el supuesto asesinato de su padre, al más importante de los huérfanos colombianos, por ser el más ilustre?

¿Sabemos acaso, cuantos millones de millones de pesos ha pagado la Sub Gerencia Cultural del Banco de la Republica, a parientes de pintores que son periodistas e intrigantes, para que callen contra la perversa actividad de esa República de Salo? ¿O cuánto dinero produjo la Cervecería que montó el Instituto Caro y Cuervo durante el ministerio de la señora Elvira Cuervo de Jaramillo? ¿O las remotas causas para que el doctor Dario Jaramillo Agudelo, durante sus 23 años como ministro del banco, tuviese en las dependencias nacionales y capitalinas de las bibliotecas públicas, ventas de libros de las editoriales que han publicado sus cincuenta chollos de poesía, mientras censuraba las exposiciones de lienzos que descubrían el ameno cipote de los chicos?

¿Alguien puede decir por qué, con plata de todos, se sufragan películas dedicadas a enaltecer las virtudes de la mafia de la marimba y la perica, o a disfrazar de originarios a los mozalbetes que tanto embelesan a las directoras de esas dependencias?¿Sabemos, acaso, cuantos libros de Maria Jimena Duzán, Patricia Lara, Piedad Bonet, Santiago Gamboa, Alfonso Carvajal, el Greco-Quimbayo Octavio Escobar, el premio “Comandante Chávez” Pablo Montoya, Laurita Restrepo, el “enemigo de Bolivar” Evelio Rosero, el premio “FarcSantos” Ricardo Silva Romero o el “Viva El Pais” Juan Gabriel Vasquez, ha ordenado comprar en los últimos 25 años, la eterna funcionaria de toda dependencia donde haya que gastar plata en libros, recién acomodada en las 21 bibliotecas del Banco de la Republica, señora Ana Roda, hija del retratista de la oligarquía bogotana?