Miedo, angustia por un miedo, inquietud y preocupación. Así define el DRAE el término culillo. Y, como el culillo es libre, la revolución rojita –al igual que cualquier ser asustadizo– no pudo evitar contagiarse de él. Para inquietud mayor, el culillo vino en esta ocasión de una mujer de temple y, además, embarazada: Lilian Tintori. Si Simón José Antonio de la Santísima Trinidad viviera mandaría al carajo –el término también está registrado en el DRAE– a esta cuerda de falsos revolucionarios. Él más que nadie fue defensor del proverbio persa que dice: “No hieras a una mujer ni con el pétalo de una rosa”, el cual incluye cualquier tipo de ofensa o agravio.
Para frenar las acciones políticas que internacionalmente lleva a cabo la señora Tintori, la revolución antifeminista –y especialmente contraria a los derechos de la mujer embarazada– no tuvo mejor idea que imputarla por un delito etéreo, contrariándose así el sacrosanto principio jurídico que establece: Nullum crimen, nullum poena sine lege. Esta regla no es algo baladí, pues se trata de un rasgo clave para la determinación de un Estado de Derecho. De modo que en una democracia verdadera es fundamental que ninguna persona sea sancionada por una acción que no está expresamente prohibida por ley.
La tramoya que ha montado el régimen a través del juglar que de facto dirige la Fiscalía General de la República, es sencillamente rocambolesca al conocerla en sus detalles. Para empezar, el 29 de agosto pasado, una comisión del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas se presentó en la vivienda de Tintori y procedió a confiscar cuatro cajas de madera con el sello del Banco Central de Venezuela que se encontraban en el interior de un vehículo de su propiedad. Dentro de las cajas había la cantidad de 200 millones de bolívares devaluados, cuyo valor real en la moneda del imperio equivale a 11.000 dólares, una bagatela comparado con los 800.000 dólares que Hugo Chávez sustrajo del erario público y le envió de regalo a Cristina Fernández de Kirchner –en agosto de 2007– para su campaña presidencial, a través del empresario Guido Alejandro Antonini Wilson.
Según Diosdado Cabello –líder revolucionario que, con su vista de rayos X tiene la capacidad de penetrar y leer los expedientes más reservados en los tribunales de justicia roja–, el dinero incautado fue entregado a Lilian por uno de los mayores bancos privados del país. Gracias entonces a los seriales impresos en los billetes, destacó el dirigente en su prestigioso programa Con el mazo dando, se pudo determinar que fueron asignados por el BCV al Banco Occidental de Descuento. Cabello fue un poco más allá y leyó una carta del patriota cooperante que proporcionó la información –el cual, y aunque usted no lo crea, no tiene nada que ver con la revolución bonita ni con él– en la que manifiesta que esos millones eran para financiar el terrorismo en Venezuela. Es obvio que ese señor tiene dos enormes bolas mágicas.
Pocos días después la olla alcanzó un punto previo al hervor: dos vicepresidentes del BOD fueron imputados por el Ministerio Público por su presunta vinculación con la distracción de recursos de una institución bancaria en provecho propio y de un tercero, el cual está previsto en la Ley de Instituciones del Sector Bancario. El tribunal competente se limitó a dictar medidas de prohibición de salida del país y presentación cada 15 días, a pesar de que, según los expertos, la pena máxima del delito que se les imputó tiene prevista cárcel de 8 a 10 años, lo cual impide el otorgamiento de las medidas antes señaladas.
La temperatura máxima fue alcanzada en el momento en que un tribunal diferente al anterior, lo que de suyo es muy raro, imputó a nuestra dama de hierro –que no porta ni una navajita con ella– el delito de terrorismo tipificado en la Ley Especial sobre la materia, la cual establece pena de 15 a 20 años de prisión. ¡Válgame Dios! Mayor culillo nunca se ha visto.
En lo inmediato, con el pronunciamiento de marras, se logró que Lilian no pudiera viajar a Europa, donde tenía entrevistas pautadas con Emmanuel Macron, presidente de Francia; Mariano Rajoy, jefe del gobierno español; Angela Merkel, canciller alemana; y Theresa May, primera ministra británica.
Con el paso de los días surgen nuevas revelaciones. Mediante un comunicado público el BOD informa que ellos manejan diariamente un promedio de 3.000 millones de bolívares en efectivo, siendo usual que algunos clientes demanden importantes sumas en billetes y monedas en función de las actividades que llevan a cabo. Adicionalmente, la mencionada institución financiera resalta que dispone de controles que permiten identificar el origen legítimo de los fondos en efectivo que reciben en las cuentas de sus usuarios, así como registros y controles sobre los fondos en efectivo que salen del banco y la identificación de las personas que lo retiran. ¡Bingo, Nicolás!
Conforme a lo anterior, la cuesta que debe remontar la revolución para soportar lo que no tiene soporte luce empinada. Pero no seamos ingenuos, el proceso siempre cuenta con magos y arlequines que hacen ilegal lo que a vista de todos es legal y, además, transforman en verdad lo que no es más que una tramoya y gran mentira, como esta que hoy involucra a Lilian Tintori.
Pero no hay que amilanarse. El gran Héctor Lavoe lo expresó con sabor e inimitable voz: “Todo tiene su final, nada dura para siempre”. Esa contundente verdad la tienen ellos muy presente.
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